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Rabash / ¿Qué son "bendición" y "maldición" en el trabajo?

Baruj Shalom Ha-Levi Ashlag (Rabash)

¿Qué son «bendición» y «maldición» en el trabajo?

Artículo 27, 1987

Está escrito: «Vea, he aquí, hoy entrego ante ustedes la bendición y la maldición. La bendición, si escuchan (obedecen) los mandamientos del Creador su Dios que Yo les ordeno hoy; y la maldición, si no escuchan los mandamientos».

Aquí, tenemos que entender:

1) ¿Por qué comienza en singular «Vea», y luego habla en plural «ante ustedes»?

2) ¿Por qué está escrito: «hoy»?

3) «La bendición y la maldición». Acaso no está escrito: «de la boca del superior no saldrá lo malo y lo bueno» (Lamentaciones 3). Por lo tanto, ¿Por qué está escrito: «hoy entrego ante ustedes la bendición y la maldición»?

4) Vemos que en el mundo material hay un lugar donde la bendición está presente, y un lugar donde la bendición está ausente; pero tampoco hay maldición allí, y hay un lugar donde la maldición está presente. De esto se deduce que hay un intermedio entre la bendición y la maldición. Pero aquí dice: «hoy entrego ante ustedes la bendición y la maldición», lo que significa que no hay nada entre ellas o la bendición o la maldición.

Los intérpretes de la Torá hacen estas preguntas. Para entender todo lo anterior, debemos reiterar lo que hemos dicho hasta ahora. Deberíamos examinar cuál es el asunto que debemos saber, para conocer lo que debemos hacer, mientras nos encontramos en este mundo. Se sabe que debemos conocer dos propósitos:

1) El propósito del Creador, lo cual aprendemos que es hacer el bien a Sus creaciones.

2) El propósito de las criaturas, que es hacer el bien al Creador.

Debemos saber que el propósito del Creador está completamente bien. Debemos creer que Él lidera el mundo con la cualidad del Bueno que hace el bien, pero nuestro propósito de hacer el bien al Creador está lejos de nosotros. Dado que nuestra meta es completamente opuesta a la meta del Creador, dado que el propósito del Creador debe ser cumplido, es decir, ciertamente, las criaturas recibirán deleite y placer en la forma que el Creador lo desea.

Por eso, Él grabó en nosotros deseo y ganas de anhelar la recepción de placeres. Esto es permanente en nosotros y no puede ser cancelado. Esto significa que una persona no puede existir en el mundo si no puede disfrutar en el mundo. No importa de lo que disfrute, pero sin placer, no se puede vivir.

Por lo tanto, cuando comenzamos a trabajar en nuestra meta que es hacer el bien al Creador, y no usar nuestro deseo de recibir, el cual el Creador nos dio por naturaleza, no tenemos fuerzas para ir en contra de nuestra naturaleza. Por esta razón, cuando se empieza a trabajar el trabajo de otorgar, el hombre piensa que puede cancelar la naturaleza, pero, finalmente, llega a darse cuenta que no es capaz.

Y no tiene otro consejo más que la plegaria. Es como dijeron nuestros sabios: «El que viene a purificarse es ayudado». Solo a través de la ayuda de lo alto se puede alcanzar el objetivo de los seres creados, que deben estar en equivalencia de forma con el Creador, es decir, así como el Creador quiere hacer el bien a Sus creaciones, las criaturas deben estar en el deseo de otorgar al Creador, lo cual se llama «hacer el bien al Creador».

El orden del trabajo debe ser que debemos creer por encima de la razón en la importancia y grandeza del Creador. Cuando sentimos la grandeza del Rey, por naturaleza, nos anulamos ante el Rey. No necesitamos esforzarnos en esto, ya que vemos que, por naturaleza, el Creador ha dado al pequeño el poder de anularse ante el más grande, ya que cuando el más pequeño sirve al más grande, siente placer en esto. Se entiende que el placer que siente al servir al grande, no contradice la naturaleza de la criatura llamada «Deseo de recibir placer», ya que recibe placer mientras trabaja para el grande.

Se sabe de la alegoría, que cuando un famoso Admor (Rabino distinguido) viene, muchas personas lo dan la bienvenida en el aeropuerto y él le da su maleta a alguien para que la lleve al taxi. Ciertamente, si el rabino le da la maleta a un portero que no reconoce la grandeza del rabino, ciertamente, el rabino tendría que pagarle al portero. A veces el portero incluso podría discutir sobre el precio y querría más dinero de lo que el rabino le da. Sin embargo, si el rabino le da su maleta a uno de sus seguidores y quisiera pagarle, el seguidor no lo aceptaría, ya que existe la regla de que no se puede hacer ninguna acción a menos que sienta placer en ello. El trabajo que no conlleva placer a la hora de trabajar, se llama «esfuerzo», es decir, la persona no haría esto si no supiera que recibirá una recompensa a cambio del esfuerzo.

Resulta que sí está sirviendo al grande, y es inherente a la naturaleza que sienta placer al servir al grande, entonces no necesita una recompensa porque esta es su recompensa, es decir, que está recibiendo una recompensa llamada «placer» mientras sirve. De esto se deduce que todo lo que necesitamos para poder trabajar en otorgamiento es el reconocimiento de Su grandeza, y entonces el cuerpo, de por sí, se anulará ante Él.

Sin embargo, dado que hubo un ocultamiento a Su luz debido a la corrección, para que el deseo de recibir trabaje con el fin de otorgar, por eso se le dio al hombre el trabajo de la fe, para creer en la grandeza del Creador, describiéndose cada vez Su grandeza, para que pueda trabajar con el fin de otorgar y no recibir ninguna retribución a cambio.

De esto se deduce que la persona le pide al Creador que le quite la ocultación. Entonces surge la pregunta: ¿Cómo puede la persona rezar al Creador para que le quite la ocultación?, si la ocultación fue dada para nuestro beneficio. Es decir, para que la vergüenza sea corregida. Por lo tanto, ¿cómo puede rezar para que le quite la ocultación?

La respuesta es que la ocultación se realizó porque el hombre nace con el deseo de recibir para su beneficio propio, y no hay mayor placer que estar en el palacio del Rey. Sin embargo, cuando reciba placer será en beneficio propio, y esto se llama «disparidad de forma».

Por esta razón hubo una ocultación, lo que significa que antes de que la persona sea recompensada con vasijas de otorgamiento para poder recibir con el fin de otorgar, la persona siente solo el Tzimtzum (restricción) y la ocultación del rostro. Por esta razón, aunque el hombre no ha sido recompensado con vasijas de otorgamiento, y todo su trabajo ahora para poder ser otorgante con el fin de otorgar, y no quiere recibir nada para sí mismo, no puede hacerlo porque el cuerpo está esclavizado al amor propio.

Por esta razón, le pide al Creador que quite la ocultación, no para tener ahora la capacidad de disfrutar de Su luz, sino lo contrario, desea que el Creador le quite la ocultación del rostro para tener la capacidad de otorgar al Creador. De esto se deduce que la intención que desea es que el Creador le dé la capacidad de solo otorgar.

Su intención no es que el Creador le abra los ojos y le dé la revelación del rostro con el fin de recibir placer en beneficio propio, ya que solo esto se llama «disparidad de forma»; más bien, desea del Creador lo opuesto, tener equivalencia de forma, lo que significa tener la capacidad de otorgar al Creador, llamada «equivalencia de forma».

Una vez que el hombre ha sido recompensado con vasijas de otorgamiento y puede realizar acciones para otorgar al Creador, viene el trabajo con las vasijas de recepción, es decir, le dice al Creador: «Ahora quiero recibir deleite porque Tu voluntad es hacer el bien a Sus creaciones. Por esta razón, quiero realizar Tu voluntad, con lo que Tú quieres darnos».

Es como interpretamos en Midrash Rabá, Bereshit, con relación a la respuesta del Creador a los ángeles que se quejaron de la creación del hombre. Dijo: «¿A qué se parece esto? Es como un rey que tiene una torre llena de abundancia, pero no tiene invitados». Por esta razón, el hombre quiere recibir el deleite y el placer del Creador, para deleitar al Rey, como se dijo anteriormente (Artículo Nº 26, 1987).

Con esto podemos explicar la tercera pregunta, acerca del escrito: «Hoy entrego ante ustedes la bendición y la maldición». Acaso no está escrito: «de la boca del superior no saldrá lo malo y lo bueno». Pero de acuerdo con lo que aprendimos, el propósito de la creación es hacer el bien a Sus creaciones. Por lo tanto, allí en ese propósito no hay bueno y malo, sino que todo es bueno, entonces, ¿de dónde provienen esos dos discernimientos del bien y del mal?

Esto se extiende desde el punto del Tzimtzum (restricción), que es la raíz del juicio. Porque Maljut de Ein Sof, que recibió la luz en la vasija de recepción, anheló la equivalencia de la forma, así como hay en la luz. Por esta razón, ella realizó el Tzimtzum, sin querer recibir más con este Kli (Vasija). De esto se deduce que Maljut ha hecho todos los límites entre la luz y la oscuridad, y es por eso que atribuimos el Tzimtzum al inferior.

Está escrito (en el comentario Panim Masbirot): «ninguna fuerza del Emanador se revela como un límite. Esta luz que les llega se llama Or Pnimí (Luz Interna), pero es una iluminación restringida debido al punto en sí mismo».

Explicación: el límite para recibir solo con el fin de otorgar es el punto mismo, que se considera como Maljut, llamado «Una vasija para recibir para sí misma». Ella hizo lo bueno que significa recibir con el fin de otorgar, así como también lo malo, de no recibir con el fin de recibir. Y, debido a que un deseo en el superior se convierte en una ley obligatoria en el inferior, por esta razón, quien quiere recibir con el fin de recibir tiene una sensación del mal y separación de la Vida de vidas.

Se entiende que la razón del bien y del mal fue hecha por parte del inferior. Es decir, el inferior hizo una realidad de bien y mal. Es como se dijo anteriormente, dado que Maljut desea equivalencia de forma, desde aquí se extiende lo bueno y lo malo en el mundo. Esto significa que, si los inferiores siguen el camino del Tzimtzum y solo quieren dedicarse a «con el fin de otorgar», tendrán deleite y placer. Pero si no siguen esta línea, midiendo cada cosa para que sea precisamente solo con el fin de otorgar, tendrán oscuridad y no luz.

Resulta que, de la boca del superior, es decir, la abundancia que surgió del superior, todo fue bueno. No había lugar para el mal allí, como está escrito (al comienzo de la Introducción del libro Árbol de la vida): «Antes del Tzimtzum era Él es uno y Su nombre es Uno». Es decir, todavía no estaba el asunto de la distancia entre la luz, llamada «Él», y el Kli, llamado «Su nombre». Solo después del Tzimtzum, el deseo de recibir se volvió diferente en forma.

Con esto también comprenderemos la cuarta pregunta, donde está escrito: «bendición y maldición», lo que significa que no hay un intermedio entre ellos. En la materialidad, vemos que sí hay un lugar donde hay una bendición, o un lugar donde hay una maldición. Pero también hay un lugar donde no hay bendición, pero tampoco hay allí una maldición.

En su mayor parte, una persona que comercia o se va a vivir a una ciudad no insiste en que será específicamente un lugar de bendición, ya que normalmente, si no es un lugar de maldición, ese lugar se considera como un lugar que puede utilizar. Aquí, sin embargo, el versículo: «entrego ante ustedes la bendición y la maldición» implica que no hay nada en el medio.

La respuesta es que el Bueno que hace el bien, se llama «Vida», si le damos vasijas de otorgamiento, es posible adherirse a la «Vida de vidas». De esto se entiende que solo de esta manera el hombre puede ser recompensado con el deleite y placer llamado «Bendición».

Pero si una persona solo tiene vasijas de recepción, debe estar separado de la Vida de vidas y no tiene Kelim para recibir el deleite y el placer. Se entiende que él está en la oscuridad y no tiene luz ni vida espiritual, y no hay peor maldición que esto.

Pero, en el mundo material, vemos que hay un intermedio entre la bendición y la maldición. El motivo es, el orden del trabajo, cuando una persona desea ingresar en el trabajo del Creador, debe comenzar con un discernimiento intermedio. Es decir, que quiere salir de la maldición e ingresar a la bendición.

Dado que por parte de la naturaleza está en un estado de «maldición», es decir, hubo un Tzimtzum y una ocultación sobre el deseo de recibir con el que el hombre nació, para que la luz de la vida no brille allí, y él quiere salir de allí. Por esta razón, debe haber un discernimiento intermedio, llamado Lo Lishmá (No en su nombre). Esto significa que las cosas que hace son actos de otorgamiento, tanto entre el hombre y el Creador, como entre el hombre y su amigo. Sin embargo, todavía no tiene la intención de otorgar.

Dado que, de Lo Lishmá venimos a Lishmá (nombre de la Torá), esto se llama «intermedio», que se encuentra entre la maldición y la bendición. Ya que lo único que falta para ser recompensado con la bendición es el la intención de otorgar, ya que este mundo se llama el «mundo de la acción», que significa el «lugar de trabajo», por lo tanto, de acuerdo con el orden del trabajo allí hay un discernimiento intermedio.

Pero desde la perspectiva de la meta, no hay dos cosas sino una sola cosa. Esto significa que, o bien se le recompensa con la meta llamada «bendición», o no se le recompensa con la meta. Resulta entonces que permanece dentro de la maldición que es la muerte, como está escrito: «Los malvados, en sus vidas, son llamados “muertos”». Por lo tanto, no hay intermedio aquí, o la maldición, o la bendición con la que es recompensado con Dvekut (Adhesión) con el Creador.

De acuerdo con lo anterior, podemos entender la primera pregunta que formulamos: ¿Por qué comienza en singular, «Vea», y luego dice: «ante ustedes», en plural? Es porque aquí está el asunto del dador que es el Creador, y el receptor que son el pueblo de Israel, y se sabe que desde la perspectiva del Creador no hay discernimiento de grados, como está escrito: «Yo, el Creador, no cambio», pero todos los cambios son por parte de los receptores.

Por lo tanto, al hablar desde el lado del dador, Él dice: «Yo entrego ante ustedes una sola cosa», ya que, desde el lado del dador, la luz de hacer el bien a Sus creaciones es llamada por el nombre, «Una sola luz simple», por lo tanto, habla con todo el colectivo y dice: «Yo entrego una sola cosa ante ustedes». Pero cuando se habla desde el lado del receptor, hay muchos grados en los receptores, como dijeron nuestros sabios: «Así como sus rostros no son iguales, sus puntos de vista no son iguales» (Berajot 58).

Por esta razón, al hablar con los receptores, Él dijo: «Vea», en singular, ya que cada individuo tiene su visión única. Esta es la razón de la palabra en singular «Vea», lo que significa que cada uno debe ver por sí mismo y no debe confiar en la visión de su amigo. Es como escribió el Arí, que uno no puede corregir lo que su amigo corrige, sino que cada uno tiene su propia corrección.

Por lo tanto, el escrito «Vea» se refiere a los receptores, que cada uno recibe una visión única, propia para él. Y cuando habla desde la perspectiva del dador, Él les da una sola cosa a todos. Por eso está escrito «que entrego ante ustedes» le habla a todo el colectivo.

Ahora vamos a entender lo que preguntamos, ¿qué implica para nosotros cuando dice: «que entrego ante ustedes hoy»? Se refiere a que este asunto de la bendición y la maldición se aplica cada día, que todos los días hay correcciones especiales, como dice el Arí (los escritos del Arí, Libro La puerta de intenciones, en el comienzo de «Intenciones para Shabat»): «Además, en los días de la semana hay una gran diferencia entre la plegaria de este día y la plegaria del día siguiente. No hay una sola plegaria, desde el día en que el mundo fue creado hasta el fin del mundo, que sea similar a otra». Por eso dice la palabra «hoy», que se aplica a todos y cada uno de los días.