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Rabash / ¿Cuáles son los preceptos que la persona pisotea con sus talones?

Baruj Shalom HaLevi Ashlag (Rabash)

¿Cuáles son los preceptos que la persona pisotea con sus talones?

Artículo 33, 1986

En la porción Ekev está escrito: «Y sucederá que puesto que ustedes escuchan, y los guardan y hacen, el Señor su Dios mantendrá el pacto y la benevolencia que Él juró a sus patriarcas». Rashi interpreta: «Y sucederá que puesto que ustedes escuchan», «Si observan las Mitzvot (preceptos) ligeras que la persona pisotea con sus talones. Escucharán y el Señor mantendrá, etc., mantendrá Su promesa». Hasta aquí sus palabras.

Debemos entender la condición que pone el Creador. «Si observan las Mitzvot ligeras, mantendré las promesas que hice a los patriarcas, de lo contrario no podré mantenerlas». Sin duda, las condiciones que el Creador quiere no son como las de un rey de carne y sangre, el cual presenta condiciones a favor del dador. Ciertamente aquí son por el bien de los seres creados, es decir, que de lo contrario no podrán aceptar lo prometido. Si es así, debemos entender cuál es la condición de las Mitzvot ligeras.

Para entender la condición, primero hay que entender cuál es la promesa del Creador a los patriarcas. Obviamente esto no hace referencia a la corporalidad, ya que la promesa, sin duda, fue que el Creador daría al pueblo de Israel la recompensa del propósito de la creación, llamado «hacer el bien de Sus creaciones», que es que las almas alcancen la raíz de sus almas, lo que se considera las cinco partes del alma, llamadas NaRaNJaY.

Y para que las almas alcancen lo que fue preparado que recibieran, y para que no sientan el pan de la vergüenza al recibir el deleite y el placer, se nos dio el trabajo llamado «trabajo de otorgamiento». Esto significa que, en primer lugar, uno debe acostumbrarse a este trabajo. A fin de tener un lugar para la elección, es decir, que pueda elegir la intención con la cual observa Torá y Mitzvot, debió existir un Tzimtzum (restricción) y ocultamiento, pues entonces, hay lugar para elegir.

Pero si el placer estuviera revelado, tendría que observar la Torá y las Mitzvot con el fin de recibir. Y todo lo que haría sería llenar su amor propio, ya que no es posible decir que todo lo hace con el fin de otorgar porque, cuando se revela la luz, el placer es mayor que todos los placeres materiales.

Vemos una ley en la corporalidad: cuanto más pequeño es el placer, para renunciar a él, más pequeño será el trabajo. Además, es imposible decir que el placer que recibe sea con la única intención de otorgarlo si no puede renunciar a él. En otras palabras, debe asegurarse de que, si no puede aspirar a con el fin de otorgar, estará dispuesto a renunciar al placer. Por consiguiente, cuanto menor sea el placer, más fácil será renunciar a él.

Por eso se nos dio el ocultamiento del sabor de la Torá y Mitzvot y se nos dio el sabor de los placeres corporales. Y debemos creer en las palabras del sagrado Zóhar, que todo el deleite y placer existente en las cosas materiales, es solo una delgada luz, es decir, una luz muy tenue comparada con la luz del placer que se reviste en la Torá y Mitzvot. Por tal motivo, hay una realidad cuando uno hace ejercicios con los placeres corporales y después logra salir del Tzimtzum y el ocultamiento en cierta medida, pues ya tiene posibilidad de elegir y decir que está recibiendo este deleite y placer solamente con el fin de otorgar.

Y luego, si pasa la prueba y recibe el pequeño discernimiento que logró alcanzar en el trabajo del Creador, se le da un grado mayor en el que aspirar al otorgamiento. Y así va de grado en grado, hasta que alcanza todo el NaRaNJaY de la raíz de su alma. Y este NaRaNJaY que la persona alcanza son los 613 caminos de la Torá, que son las 613 Mitzvot en la Torá y los siete preceptos de nuestros grandes sabios que, en Guematria, son los 620 nombres que el hombre puede alcanzar.

Está escrito en el libro «El fruto del sabio: cartas de Baal HaSulam» (carta 17): «Está escrito en el Árbol de la Vida que los mundos fueron creados solo para revelar los nombres del Creador. Por lo tanto, puedes ver que, como el alma ha descendido para revestirse de esta inmunda sustancia, ya no pudo volver a adherirse a su raíz, a su propio mundo, tal como cuando estaba en su raíz antes de venir a este mundo. Por el contrario, está obligada a aumentar su estatura 620 veces más de la que tenía antes, cuando estaba en la raíz. Este es el significado de la perfección total, del NaRaNJaY completo hasta Yejidá, y por lo cual Yejidá es llamada Kéter, aludiendo al número 620».

Ahora podemos ver cuál es la promesa que el Creador hizo a los patriarcas, y cómo es posible lograr tanta perfección. Esa pregunta se plantea de dos maneras:

1) La necesidad de una perfección tan grande. Porque sabemos que no hay luz sin un Kli (vasija), es decir, no hay llenado sin una carencia. Entonces surge la pregunta: ¿cómo podemos conseguir la sensación de que nos falta alcanzar el NaRaNJaY? Según lo que hemos explicado, todos los placeres corpóreos que el mundo entero persigue, no son más que una pequeña chispa comparada con el placer en la Kedushá (Santidad), y cuando uno recibe incluso una pequeña iluminación de Kedushá, siente una gran satisfacción con ella. Entonces, ¿quién le dirá que todavía está carente hasta que reciba la luz de Yejidá o de lo contrario sentirá que no ha alcanzado la perfección?, ¿Quién le informará de esto?

2) ¿Cómo puede uno sobreponerse a tan grandes placeres y decir que, si no puede dirigir la recepción de esos placeres para beneficio del Creador, renunciará a ellos?, ¿De dónde sacará esas fuerzas? Al fin y al cabo, vemos que incluso los placeres materiales, de los cuales dijimos que solo son una luz delgada, chispas que cayeron en las Klipot, es difícil superarlos y decir que renunciamos a esos placeres si no podemos dirigirlos con el fin de otorgar. Y puesto que en lo referente a los placeres corpóreos vemos que se dividen en grandes y pequeños placeres, es todavía más así en la espiritualidad, donde hay numerosos grados y discernimientos. Entonces surge la pregunta: ¿de dónde sacará la persona unas fuerzas tan grandes para prevalecer?

Para entender las preguntas anteriores:

1) ¿De dónde adquirirá la necesidad de grandeza?

2) ¿De dónde obtendrá la fuerza para sobreponerse y renunciar a placeres para asegurarse que los placeres que acepte sean para dar contento a su Creador?; deberíamos tener en cuenta las palabras de nuestros sabios (Kidushín, 30): «Y Rabí Shimón Ben Levi dijo: “La tendencia de un hombre lo supera todos los días y busca matarlo”, como fue dicho: “El malvado observa al justo y busca matarlo, y si el Creador no lo ayudara, no hubiera podido vencerlo”, como está escrito: “El Señor no le abandonará en sus manos”».

Dijimos que aquí hay dos preguntas:

1) Si al hombre se le ha dado la inclinación al mal, ¿por qué es incapaz de vencerla salvo que sea ayudado por el Creador? Al fin y al cabo, una elección quiere decir que la persona puede sobreponerse, pero aquí significa que uno no tiene opción de vencer sino solamente con la ayuda del Creador. Por sí mismo, no puede prevalecer. La pregunta es ¿por qué el Creador no le dio fuerza al hombre para prevalecer?

2) Si el hombre no puede prevalecer, ¿por qué está escrito que el Creador lo ayuda? Esto significa que el hombre debe comenzar a sobreponerse y ver que no puede, y entonces el Creador lo ayuda. ¿Y por qué el Creador no lo ayuda inmediatamente cuando la inclinación al mal se acerca a él?, ¿Qué nos aporta que una persona comience el trabajo si, de uno u otro modo, no podrá superarlo?

En consecuencia, ¿por qué el Creador tiene que esperar a que la persona empiece con el trabajo para que luego llegue la ayuda?, ¿Cuál es la ventaja de perder tiempo al estar el Creador esperando que la persona comience el trabajo?, ¿quién se beneficia de esta pérdida de tiempo? Después de todo, el Creador debería haber proporcionado ayuda en cuanto la inclinación al mal llega a la persona, antes de que comience el trabajo. ¿Por qué debería el Creador esperar a que el hombre comience el trabajo y que luego Él lo ayude?

La cuestión es, como hemos dicho en los artículos anteriores, que el Tzimtzum y el ocultamiento ocurrieron para corregir el mundo. De otro modo, el hombre no tendría la capacidad ni siquiera de comenzar el trabajo de superar el amor propio porque, por naturaleza, el deseo de recibir lo controla, y este es el foco de la creación. Lo que viene después es solamente corrección: corregir el deseo de recibir.

Resulta que el deseo de recibir es lo principal, y el resto de las cosas que vienen después son solamente para corregirlo. Sucede que el deseo de corregir permanece, pero se le añaden correcciones. Ahora bien, ¿quién es aquel que experimenta todas las correcciones? Ciertamente es el deseo de recibir.

Se sabe que, incluso cuando decimos que hay un grado que anhela el deseo de otorgar, significa que aún no utiliza el deseo de recibir que existe en ese grado, sino que vence su deseo y se centra en el deseo de otorgar. Resulta que las correcciones que uno debe hacer son únicamente en sus vasijas de recepción, es decir, colocar en ellas su intención con el fin de otorgar. Dado que cuanto más grande es el placer, más difícil es renunciar a él y decir que si no puede aspirar a con el fin de otorgar no quiere recibir el placer, hay entonces dos cosas que corregir aquí:

1) El Aviut (grosor), es decir, el deseo de recibir, para que no sea demasiado grande y entonces el inferior sea incapaz de superarlo. Por tal motivo, debe dársele una pasión más pequeña. Después, cuando vea que puede sobreponerse a un pequeño placer, se le dará un placer más grande. Y si vemos que puede sobreponerse a este placer, se le da un placer aún más grande, etc. Pero, ¿cómo se organiza esto?

En consecuencia, al hombre se le dio el trabajo en la fe por encima de la razón, que el hombre considera ligero, lo cual proviene del término «ligereza de la razón» (imprudencia, frivolidad). Esto significa que el hombre no respeta este trabajo y considera el tiempo que debe servir con fe como un estado de bajeza. Es decir, entiende que este trabajo es para mujeres y niños, pero no para los inteligentes con un cerebro agudo.

Por el contrario, ellos tienen que entender todo lo que ven que sucede en el mundo para que encaje con su opinión y su espíritu. Y cuando tienen que hacer algo pero no ven que les traiga beneficio, ¿cómo pueden aceptar hacer cosas propias de necios, de personas que no analizan ni sus pensamientos ni sus acciones?

Por tal motivo siempre tratan de evitar estos asuntos. Y si a veces se ponen a trabajar por encima de la razón porque no les queda otra opción, dado que la razón está lejos de ellos, pero, constantemente esperan el momento de librarse de tales estados. Al fin y al cabo, no es adecuado vivir en el aire, cuando el intelecto no entiende como necesario todo lo que hace para lo que quiere alcanzar, y desea llegar a un nivel en el que esté entre las personas más destacadas del pueblo.

Cuando mira a la gente, cómo se dedican a la Torá y Mitzvot sin ningún espíritu crítico, dice de ellos que pueden observar todo con entusiasmo y ser meticulosos con cada detalle porque no tienen un espíritu crítico. Por eso pueden actuar así, con los ojos cerrados. Es decir, si tuvieran algo de intelecto serían como yo: yo observo la Torá y Mitzvot aunque veo que este trabajo es impropio de mí. Pero no me queda otra opción ya que de otro modo yo no tendría nada que ver con el judaísmo y, por lo tanto, todo me resultará forzado y en contra de mi voluntad.

Por eso, mientras me olvide de que estoy yendo por encima de la razón, podré hacer todo como los demás. Pero cuando me llegan pensamientos acerca de la base sobre la que se asienta todo mi judaísmo y tengo que responder a mi cuerpo que es solo como en «La Tierra pende de la nada», no podré sobreponerme y decir que la base del judaísmo se asienta específicamente en la fe por encima de la razón. Y precisamente ahora puedo observar el precepto de la fe, porque veo que no tengo base. Pero normalmente la persona sucumbe bajo el peso de estas cuestiones.

De hecho, esta es la pregunta del Faraón, el Rey de Egipto, que dijo: «¿Quién es el Señor para que yo tenga que obedecer Su voz?». Por tal motivo la persona dice que el camino de la fe, que el Creador nos ha dado para que trabajemos de ese modo, no funcionará. Y si el Creador hubiera escuchado mi voz, nos habría dejado trabajar sobre la base del conocimiento y no sobre la fe. Ciertamente, mucha gente empezaría a guardar la Torá y Mitzvot. Pero en este camino de la fe son muchos los que, aunque empezaron este trabajo, huyeron de la batalla.

Baal HaSulam dijo que el Creador eligió que caminemos por el camino de la fe no porque el hombre sea de un grado inferior y no pueda ser guiado salvo con el camino de la fe, sino porque este es el camino más exitoso. Por eso el Creador eligió este camino, para que aceptaran el orden del trabajo por medio del cual podrán alcanzar la meta llamada «hacer el bien a Sus creaciones», para que las criaturas reciban el deleite y placer y puedan estar en Dvekut completa, es decir, en equivalencia con el Creador. Y aunque los seres creados no lo entienden, esta es la verdad.

Por ende resulta que, aunque la fe es un asunto bajo y ligero, y hemos interpretado que la ligereza proviene de la ligereza de la razón, es decir, que no es valorada, aun así, esta es la forma mediante la cual podemos alcanzar la meta.

Y con esto entenderemos lo que Rashi interpretó: «Si observan las Mitzvot ligeras que la persona pisotea con sus talones, escucharán esto». Es decir, se refería a la fe, que la persona pisotea con sus talones. Escucharás esto y entonces tendrás los Kelim (vasijas) para alcanzar la meta.

Esto es lo que Rashi interpretó: «Y mantendrá; mantendrá su promesa». Esto significa que la condición que Él ha estipulado no es en beneficio del Creador, tal como sucede en el camino de carne y sangre, donde las condiciones son a favor del dador. En cambio, con el Creador, la condición de observar las Mitzvot ligeras es en beneficio del hombre, pues precisamente gracias a esto uno puede alcanzar la perfección y conseguir lo que fue preparado para él desde el pensamiento de la creación.

Ahora podemos explicar lo que hemos preguntado:

1) ¿Por qué el Creador no ayuda al hombre cuando es vencido por la inclinación al mal sino que espera a que comience el trabajo de sobreponerse y después lo ayuda?, como dijeron nuestros sabios: «si el Creador no lo ayuda». Esto es semejante a alguien que lleva una pesada carga que no es capaz de transportar, pide ayuda y la gente viene y lo ayudan. Pero si no pide ayuda, nadie vendrá a ayudarlo. Esto puede decirse entre el hombre y su prójimo. Sin embargo, ¿por qué debería esperar el Creador a que la persona empiece a trabajar y tenga que rogarle a Él que lo ayude si el Creador sabe que no podrá vencer a la inclinación al mal por sí mismo ya que el Creador no le dio fuerzas para ello?

2) ¿Cuál es la razón por la que el Creador no le dio fuerzas para prevalecer por sí mismo?, sino que es como si le hubiera dicho: «Te he dado la opción de vencer a la inclinación al mal». Debemos decir que el Creador le dio la fuerza de vencer al mal y, al mismo tiempo, decimos que sin la ayuda del Creador la persona no puede vencerlo. Resulta que ambas cosas se contradicen.

Comprenderemos estas dos cuestiones con las dos preguntas que formulamos:

1) Cuando una persona consigue el grado más pequeño en la espiritualidad, siente ahí un placer mayor que en todos los placeres corpóreos, como se indica en las palabras del Arí: todos los grandes placeres que encontramos en las pasiones corpóreas –y que vemos que el mundo entero las persigue y a través de ellas reciben satisfacción en la vida– todo el placer que hay en ellas se extiende desde la Kedushá, cuando al romperse las vasijas y con el pecado de Adam HaRishón con el Árbol del Conocimiento, las chispas sagradas cayeron en las Klipot (cáscaras). A esta luz el sagrado Zóhar la llama «luz delgada», la cual desciende para sostener a las Klipot. Todos los placeres corpóreos se extienden de esto, y el grado más pequeño en la espiritualidad, que es Kedushá, en donde se encuentra la esencia de la luz, él está convencido de obtener satisfacción de ello y no tendrá necesidad de Gadlut (grandeza). Por lo tanto, ¿quién le dirá que necesita Gadlut?

2) ¿De dónde sacará fuerzas tan grandes para ser capaz de recibir los grandes placeres con con el fin de otorgar o de lo contrario estar dispuesto a renunciar a ellos?

Resulta que como no hay luz sin un Kli, es decir, no hay llenado sin una carencia, ese es el motivo por el cual uno debe comenzar el trabajo. Cuando quiere sobreponerse a la inclinación al mal, pero no puede, se vuelve carente. Al ver que no puede superarla, pide ayuda al Creador. En ese momento el Creador puede dar el llenado porque la persona ya tiene un Kli para recibir el llenado.

La razón por la que el Creador no le dió la fuerza para prevalecer por sí mismo es que cuando uno tiene un cierto llenado, se conforma con lo que ya tiene. Entonces uno no necesita que se le imparta el NaRaNJaY del alma gracias a la ayuda del Creador, como está escrito en el sagrado Zóhar: «Aquel que viene a purificarse, es ayudado. Y él pregunta: “¿Con qué es ayudado?”. Él responde: “Con un alma sagrada”. Cuando es recompensado, se le imparte Néfesh. Cuando es recompensado aún más, se le imparte Rúaj».

Resulta que el recibir ayuda desde arriba hace que tenga que extender su NaRaNJaY. Es decir, cada vez que quiere sobreponerse a su mal pero no puede, el Creador lo ayuda con un alma sagrada. Pero si el hombre pudiera superarlo por sí mismo, ¿de dónde sacaría la necesidad de pedir al Creador que le dé un grado más alto que el que ya tiene?

Pero ahora, cuando le pide ayuda al Creador, no le está pidiendo grados. Al contrario, sencillamente le está pidiendo al Creador no estar bajo el control del mal. Resulta que la razón por la que el hombre quiere que el Creador lo ayude a tener fuerza para dirigir con el fin de otorgar y no estar bajo el dominio de la Sitra Ajra (arameo: el otro lado), sino estar bajo el dominio de Kedushá (Santidad), es decir, que su único deseo sea otorgar al Creador, y esto es lo único que necesita: no los grados elevados, sino simplemente servir al Creador y no a sí mismo; esta es la fuerza que le pide al Creador. Cuando el Creador lo ayuda, dice el sagrado Zóhar, con un alma sagrada. Cada ayuda es a través de un alma que el Creador le da. Por lo tanto, gracias a esto, va de grado en grado hasta que alcanza la completitud del alma, llamada NaRaNJaY.

Ahora comprendemos lo que dijeron nuestros sabios: «La tendencia del hombre lo vence cada día». Y esto suscita una pregunta: «¿Por qué necesita sobreponerse a la inclinación al mal cada día si ya ha recibido ayuda del Creador y la ha vencido?, ¿Por qué tiene que venir a la persona una y otra vez?, ¿Cuál es el beneficio de que esto suceda cada día?».

Por lo mencionado comprendemos que, gracias a la ayuda recibida del Creador, uno recibe un alma; y después de cada superación, cuando la persona quiere prevalecer y purificarse, por medio de esto, recibe un alma. Por eso, estas superaciones hacen que el hombre pueda alcanzar el NaRaNJaY de su alma.

Y la segunda pregunta: «¿De dónde sacará las fuerzas para prevalecer?». No con sus propias fuerzas, sino que esta es la ayuda que el Creador le da para que pueda prevalecer. Resulta que a través de una cosa, hay corrección de dos cosas.