Baruj Shalom HaLevi Ashlag (Rabash)
El asunto de la Klipá (cáscara) que precede al fruto
Artículo 30, 1986
En la porción Balak, El Zóhar escribe (punto 15): «Si dices que así deseó el Creador: dar el derecho de primogenitura a Israel, esto es incorrecto. Ven y ve: Esav era una Klipá (cáscara) y Sitra Ajra. Se sabe que la Klipá precede a la médula; por lo tanto, él surgió primero. Una vez que surgió la Klipá y fue eliminada, fue encontrada la médula. El primer prepucio, que es Esav, está afuera. Por lo tanto, él salió primero. El pacto, que es lo más preciado, es decir, Yaakov, apareció a continuación. Por lo tanto, el surgimiento temprano de Esav no se considera su primogenitura, ya que es una Klipá y prepucio, lo cual no tiene ningún valor en comparación con la médula y el pacto. Solo salió primero por la misma razón de que la Klipá precede al fruto». Hasta aquí sus palabras.
Debemos entender por qué él necesita responder. Después de todo, nuestros sabios ya han respondido a esta pregunta (mencionada por Rashi al principio de la porción Bereshit): «Rabí Itzjak dijo: “La Torá debería haber comenzado desde ‘Este mes es para ustedes...’ que es la primera Mitzvá (precepto) que le fue ordenada a Israel. ¿Cuál es la razón por la que comienza con Bereshit? Es porque ‘Él ha dado a conocer a Su pueblo el poder de Sus obras, para darles la tierra de las naciones’ de modo que las naciones del mundo le dijeran a Israel: ‘Ustedes son ladrones, porque han conquistado las tierras de siete naciones’; ellos les dirán: ‘Toda la Tierra es del Creador. Él la ha creado y la ha entregado a quien es recto ante Sus ojos. Cuando Él quiso, se la dio a ellos; y cuando Él quiso, la tomó de ellos y nos la dio”».
Lo mismo es aplicable con el derecho de primogenitura. Primero se lo dio a Esav, después lo tomó de Esav y se lo dio a Yaakov. No podemos decir que el derecho de primogenitura sea lo mismo que las tierras porque una tierra se puede vender y dar de regalo, pero el derecho de primogenitura es un hecho, es decir, el que nace primero es llamado «primogénito» y no se puede cambiar. Y sin embargo, vemos que el derecho de primogenitura también se puede vender, de por sí podemos decir que puede tomarse de uno y darse a otro. De lo contrario, ¿cómo pudo Yaakov comprar la primogenitura de Esav, como está escrito: «Y vendió su primogenitura a Yaakov»?
A raíz de esto vemos que el derecho de primogenitura es similar a una tierra, que puede darse. Entonces, ¿qué implica la respuesta que da aquí, que la Klipá precede al fruto? ¿Acaso nacer primero no cuenta para tener el derecho de primogenitura?
Para entender el asunto primero debemos saber: ¿Qué es una Klipá, qué es médula y qué es el prepucio?, pues llama a Esav con el nombre de «prepucio», y ¿qué es un pacto?, pues llama a Yaakov con el nombre de «pacto». Primero debemos exponer cuál es el propósito de la creación. Luego podremos explicar qué es primario y qué es secundario para conocer el asunto de fruto y Klipá, la cual debe preceder al fruto. ¿Cuál es esta necesidad que implica que no puede ser de otra manera?
Sabemos que el propósito de la creación es hacer el bien a Sus creaciones. Por esta razón, Él creó la existencia de la criatura a partir de la ausencia, para que esta criatura pudiera recibir el deleite y el placer que Él quiere darles. Esa criatura es llamada «deseo de recibir con el fin de recibir». De acuerdo con esto resulta que, solo podemos hablar de algo que tenga un deseo de recibir, de otro modo no se considera una criatura de la cual podamos hablar. La criatura es llamada Kli (vasija), y no hay luz sin un Kli. Esto significa que podemos hablar de luz solo cuando está revestida de un Kli.
Sin embargo, este Kli -llamado «deseo de recibir deleite y placer»- no recibió, una vez que fue realizada la corrección llamada «equivalencia de forma» para no tener el pan de la vergüenza. Sabemos que hay vergüenza cuando uno tiene que recibir algo, como dijeron nuestros sabios sobre el versículo: «gargantas de cromo para los hijos de los hombres». Cuando alguien se ve obligado a recibir de otros, su cara cambia y se vuelve como el cromo. Esta es la razón por la cual hubo una corrección llamada «Tzimtzum (restricción) y ocultación», para recibir placer solamente con la intención con el fin de otorgar.
Resulta que debemos discernir dos cosas:
1) Esto, lo más importante, es el Kli, llamado «deseo de recibir deleite y placer». Si no existe este deseo no hay nada de lo que hablar. Sin embargo, la Sitra Ajra y las Klipot (plural de Klipá) se extienden desde este discernimiento. El orden del descenso en cascada de los mundos nos llega como raíz, es decir, que a partir de este punto se extiende la expansión abierta con todo el mal. Es como dijo el Arí, que el Tzimtzum es la raíz del juicio, es decir, que con esto hubo un Tzimtzum para no recibir con el fin de recibir, sino solo con el fin de otorgar. El orden fue como se explica en El Estudio de las Diez Sefirot (Parte 1), que inicialmente, el Tzimtzum fue por una elección, es decir, que todavía no existía la prohibición de recibir. Luego hubo una prohibición de recibir, pero aún no había nadie que quisiera recibir con el fin de recibir. Es decir, todavía no había nadie que quisiera infringir la prohibición del Tzimtzum. Sin embargo, a través del Tzimtzum Bet (segunda restricción), nació una nueva entidad: alguien que quería recibir con el fin de recibir, aunque todavía no hubiera Klipot.
Las Klipot nacieron después del rompimiento de las vasijas que ocurrió en el mundo de Nekudim, pero todavía no había una estructura de ellas. Más bien, en ese momento, las Klipot eran llamadas «Vav y un punto», y aún no había una estructura de los mundos en ellas. Solo después del pecado de Adam HaRishón con el Árbol del Conocimiento, cuando los Levushim (vestiduras) cayeron en las Klipot, las Klipot recibieron la estructura de cuatro mundos, tal como en la Kedushá (santidad), y son llamados «los cuatro mundos ABYA de Tumá (impureza)». Este es el asunto que se menciona en la «Introducción al libro del Zóhar» (punto 29): «Sepan que nuestro trabajo durante nuestros setenta años se divide en cuatro:
La Primera División es para obtener un excesivo deseo de recibir sin restricciones, en su medida completa y corrupta de manos de los cuatro mundos impuros ABYA. Si no tenemos ese deseo corrupto de recibir, no podremos corregirlo. Por lo tanto, el deseo de recibir que está incorporado en el cuerpo al nacer es insuficiente. Sin embargo, debe proporcionar un vehículo para las Klipot impuras durante no menos de trece años. Esto significa que las Klipot deben dominarlo y darle de sus luces, ya que sus luces aumentan su deseo de recibir pues los llenados con los que las Klipot sustentan al deseo de recibir solo amplían y aumentan las demandas del deseo de recibir. Si uno no se sobrepone por medio de la Torá y las Mitzvot, y purifica el deseo de recibir para convertirlo en otorgamiento, el deseo de recibir se expande a lo largo de la vida.
La segunda división es desde los trece años en adelante. En ese momento, el punto en el corazón, que es la parte posterior de Néfesh de Kedushá, recibe fuerza. Aunque al nacer está revestido de su deseo de recibir, solo comienza a despertarse después de trece años, y luego uno comienza a entrar bajo la autoridad del sistema de los mundos de Kedushá en la medida de su dedicación a la Torá y Mitzvot. El objetivo principal de ese periodo de tiempo es obtener e intensificar el deseo espiritual de recibir. Por lo tanto, este grado que llega pasados los trece años se considera santidad. Esto se considera la sagrada criada que sirve a su señora, que es la sagrada Shejiná (Divinidad), ya que la criada lleva a la persona a Lishmá (en nombre de la Ella) y es recompensada con la inculcación de la Shejiná. Y el grado final en esta división es que se enamorará apasionadamente del Creador, como dice el poeta: “Cuando me acuerdo de Él, no me deja dormir”».
Ahora podemos entender qué es Kedushá y qué es Klipá. Kedushá proviene de las palabras Kódesh Lehashem (consagrado al Creador). Significa que no nos pertenece, es decir, que no pertenece a nuestro dominio, sino que lo dedicamos al Creador. Es decir, lo saca del dominio de los comunes y lo admite en el dominio de la Kedushá. Sin embargo, no se puede decir que lo admite en el dominio de la Kedushá si no ha estado previamente en su dominio, y luego se podrá decir que lo ha sacado de su propio dominio y lo ha puesto en el dominio de Kedushá.
Por lo tanto, una persona debe estar primero en el dominio de la Klipá hasta la edad de trece años, como está escrito en la «Introducción al Libro del Zóhar», momento en el que siente que tiene su propia autoridad porque la Klipá, llamada «deseo de recibir con el fin de recibir», es llamada «disparidad de forma», que lo separa del Creador. Este asunto de las vasijas de recepción que uno adquiere estando bajo el dominio de la Klipá hasta la edad de trece años le permite sentir que él es el dueño, es decir, que puede hacer lo que quiera porque no siente otra autoridad más que la suya.
Por esta razón, cuando después de trece años se le dice que ahora es el momento en que debes anular tu propia autoridad y decir que solo existe la autoridad del Creador, comienza a pensar y reflexiona: «Por qué tendría que anular mi autoridad y decir que solo el Creador es el dueño y yo soy Su esclavo, y no tengo ninguna posesión, sino que como nuestros sabios dijeron: “El que compra a un esclavo se compra un amo”. Es decir, necesito servir al Creador para darle contento».
En ese momento, el cuerpo del hombre, llamado «deseo de recibir», reivindica un potente argumento: «Primero tengo que creer que hay una conexión entre el Creador y los seres creados, y luego tengo que ver que vale la pena creer que el Creador es el dueño. Pero para eso debo anular mi autoridad y ver que solo haya contento para el Creador. ¿Y cuál es mi beneficio en todo esto?» Sin embargo, él entiende en cuanto cree que hay una conexión entre el Creador y los seres creados, es decir, que lo único que Él quiere es hacer el bien a Sus creaciones, y lo único que necesita ver en ese estado es cómo el Creador lo sirve a uno. Es decir, el Creador es el esclavo y el hombre es el dueño. Es el dueño de casa y el Creador debe servir al hombre, pues el hombre es el amo y el Creador es el esclavo.
Sin embargo, cuando se le dice a la persona que debe saber que la verdad es que el Creador es el dueño y nosotros, los seres creados, no tenemos ninguna opinión en el mundo, y ya sea que aceptemos su reinado sobre nosotros o que haya laicos que no quieren asumir Su reinado, nada nos ayuda. Él hace lo que desea y las criaturas deben obedecer Sus órdenes en contra de su propia voluntad, como dijeron nuestros sabios (Avot, Capítulo 3, 20): «La deuda del hombre se recauda, ya sea consciente o inconscientemente».
Resulta que incluso si uno no está de acuerdo con esto que se le dice, el hecho de que no quiera creer no va a cambiar la realidad: que el Creador es el propietario y hace lo que desea. Sin embargo, la persona no puede ver la verdad, y por eso no queremos creer.
Y cuando una persona no cree esto, no puede aceptar ser esclavo del Creador, es decir, creer que el Creador es el amo y que nosotros somos sus siervos. Por el contrario, esto es aplicable específicamente a aquellos con fe.
Sin embargo, si no hay una fe real, hay un tipo de personas que creen que el Señor es el Creador y que Él ha creado el mundo con un propósito llamado «hacer el bien a Sus creaciones». También creen que el Creador nos ha ordenado a través de Moshé que observemos la Torá y Mitzvot que Él nos dio, pero creen todo esto por la conveniencia, es decir, que Él nos pagará por esforzarnos en el trabajo de observar la Torá y Mitzvot. Ellos tienen en qué confiar, como dijeron nuestros sabios (Avot, capítulo 2, 16): «Si aprendiste mucha Torá, se te da una gran recompensa. Puedes confiar en que el dueño de tu labor te pagará por tu trabajo y has de saber que la recompensa de los justos está en el futuro (esto quiere decir el final de la corrección)».
Por lo tanto, vemos que existe la cuestión de creer en el Creador y en Su ley, y guardar cada Mitzvá, ya sea liviana o seria. Sin embargo, todo se mide según la conveniencia, es decir, para recibir una recompensa, llamada Lo Lishmá (no en Su nombre). Sin embargo, debemos recordar lo que dijeron nuestros sabios: «Desde Lo Lishmá, llegamos a Lishmá». Por lo tanto, esto ya se considera como un grado de Kedushá. Pero cuando, después de trece años, a uno le dicen que ahora es el momento en que debes anular tu autoridad y decir que no hay otra autoridad en el mundo y que no eres más que un esclavo que sirve al amo no para recibir recompensa, entonces el cuerpo se resiste. En ese momento comienza el principal trabajo, porque va en contra de la naturaleza.
Por lo tanto, una persona debe creer por encima de la razón y decir a su cuerpo: «Debes saber que no puedes trabajar para otorgar contento al Creador sin ninguna recompensa, ya que naciste con una naturaleza del deseo de recibir y esa naturaleza es necesaria, porque eso es todo lo que fue creado, ya que se sabe que solo el deseo de recibir –denominado “carencia y anhelo de recibir placer”– es llamado “existencia a partir de la ausencia”».
Por consiguiente, somos llamados «seres creados» que son precisamente deseo de recibir, al cual podemos llamar «creación». Este deseo se encuentra en todos los grados y mundos de Kedushá. Sin embargo, en la Kedushá, este deseo de recibir se corrige con una corrección de la intención con el fin de otorgar. Resulta que la base es el deseo de recibir, y la diferencia entre Kedushá y Tumá y entre la vida y la muerte está solamente en la intención.
Esto significa que, si la recepción es con el fin de otorgar, se llama Kedushá, ya que es la equivalencia de la forma. La equivalencia de forma es llamada Dvekut, como dijeron nuestros sabios sobre el versículo: «Y adherirse a Él». Lo interpretaron: «adherirse a Sus cualidades: así como Él es misericordioso, tú también eres misericordioso», y por esta razón uno se adhiere a la vida de las vidas. Resulta que la vida se extiende hacia él desde arriba.
Pero si no puede ponerle a la acción la intención con el fin de otorgar, entonces estará en disparidad de forma con respecto al Creador, ya que Él es el dador y los seres creados quieren recibir. Por esta razón, están separados de la vida de las vidas y, naturalmente, solo tienen muerte. Esto se llama Klipá, aunque viene en la base de la creación. De lo contrario, si ahí no hubiera deseo de recibir, no habría nada de lo que hablar. Y junto con esto, si no hay una corrección de otorgamiento sobre eso, se llama Klipá, Sitra Ajra, «ángel de la muerte», etc.
De acuerdo con el orden de la corrección, vemos que primero tiene que haber un deseo y anhelo de recibir los placeres, y luego decimos que es preciso saber que no debemos recibir con una intención de amor propio. Y aunque haya una gran pasión de recibir el placer, aún así debe sobreponerse a esa pasión y trabajar consigo mismo de tal forma que desee recibir el placer siempre y cuando pueda aspirar a lo que recibirá ahora tan solo porque el Creador quiere que reciba el placer, y por eso lo recibo, porque quiero complacer al Creador.
Uno ya ha cancelado su propia autoridad, es decir, que no quiere recibir nada dentro del Kli llamado «amor propio». Pero dado que el Creador quiere que reciba, él dice: «Ahora quiero recibir deleite y placer porque el Creador lo desea, y quiero satisfacer el deseo del Creador». Y por lo tanto, él recibe ahora deleite y placer.
Pero para que el hombre alcance este grado considerado como «Su único deseo es dar satisfacción al Creador», aquí comienza el verdadero trabajo, ya que hay dos discernimientos que hacer en cuestiones de trabajo:
1) El acto: Es difícil para nosotros renunciar a los placeres, independientemente del tipo de placer. Tomemos, por ejemplo, el placer del descanso. Cuando una persona tiene que trabajar para ganar un salario, va a trabajar en la construcción o en una fábrica, así que sin duda le es difícil renunciar al placer del descanso. Pero dado que la persona sufrirá todavía más si no tiene nada para comer, renuncia al placer del descanso y asume el esfuerzo, ya que con esto logrará un placer mayor.
¿En qué es mayor? Él gana dos cosas aquí: no sufrir por no tener nada para comer ni sufrir la vergüenza de no tener para vestirse. Además, tendrá el placer de comer y la alegría de tener buena ropa. Esto no es así cuando uno renuncia al placer del descanso, pero no sufre por no descansar, aunque podemos decir que cuando renuncia a dormir sufre por el sueño, además de que le falta el placer del sueño. Asimismo, cuando trabaja, podemos decir que además de renunciar al placer del descanso, también tiene el sufrimiento del movimiento. Especialmente cuando uno hace un trabajo físico, también sufre durante el trabajo.
Sin embargo, este sufrimiento no es como el sufrimiento que uno siente cuando tiene hambre o cuando tiene que estar con personas en una celebración, como en un Brit Milá (ceremonia de circuncisión) o en una boda y no tiene nada que ponerse. Esto hace que sea más fácil para él renunciar al descanso y asumir la molestia del trabajo, ya que vemos lo que todos hacen: renuncian al descanso y van a trabajar. Por lo tanto, el sufrimiento de no tener resulta más difícil.
Lo mismo es aplicable cuando a una persona se le dice: «Renuncia al descanso y comienza a trabajar en la Torá y Mitzvot». Inmediatamente, como en la corporalidad, pregunta: «¿Cuál será mi recompensa por renunciar al descanso? Quiero ver la conveniencia». Maimónides dice acerca de esto (final de Hiljot Teshuvá): «Tu recompensa será en este mundo y en el mundo venidero, y estarás a salvo de la calamidad y de toda desgracia». En ese momento, uno puede creer lo que se le dice y observar la Torá y las Mitzvot en la práctica en nombre de los cielos. Es decir, observando la Torá y Mitzvot, está aspirando a lo que el Creador nos ordenó a través de Moshé, y a cambio recibiremos recompensa por nuestro trabajo y esfuerzo al renunciar a muchos placeres que la Torá nos ha prohibido. A cambio, recibimos recompensa, al igual que aquellos que trabajan en una fábrica o en la construcción, porque nos pagan.
Esto mismo es aplicable en la espiritualidad. Es decir, trabajamos para el dueño. No es que Él sea el propietario de una sola fábrica, sino que creemos que Él es el dueño del mundo entero, y trabajamos para Él. Se nos dice: «Renuncia al trabajo que tienes por una pequeña empresa que te paga muy poco, y trabaja para el gran jefe, el dueño del mundo».
Sin embargo, esto suscita la pregunta: «¿Por qué no están todos trabajando para el dueño del mundo?»
La respuesta es simple: no ven una recompensa instantánea. Porque deben creer en la recompensa que recibiremos cuando el trabajo esté terminado. Por esta razón, no todos pueden creer en la recompensa. Por lo tanto, dado que la recompensa es dudosa y que debemos creer que al final recibiremos un pago, no hay mucha gente que lo quiera. Dado que, normalmente, las personas trabajan por una recompensa garantizada pero no por una dudosa, hay una gran diferencia entre corporalidad y espiritualidad. Sin embargo, debemos saber que la única diferencia es que aquí, en la espiritualidad, la recompensa no es instantánea, sino que debemos creer. Esta es la única diferencia.
Sin embargo, vemos que la gente viene y quiere observar la Torá y Mitzvot, aunque todo el tiempo hasta que llegaron se encontraban entre personas seculares, y vienen y dicen que quieren arrepentirse. Cuando se les pregunta sobre la razón por la que quieren cambiar la forma a la que estaban acostumbrados, dicen que ya no le encuentran un sentido a la vida, es decir, al amor propio. Porque él (una persona) no tiene nada que recibir y poner en ellos (en sus deseos de amor propio), ya que no tiene nada que darles (a los deseos del amor propio) y por lo tanto, desea observar la Torá y las Mitzvot.
Debido a que ha escuchado que uno puede recibir placer de la Torá y Mitzvot y así tendrá algo con lo que deleitar a su deseo de recibir. Es decir, mientras vea que puede sustentar el deseo de recibir con placeres corporales, no tiene necesidad de cambiar su camino. Pero si escucha que existe una cuestión de fe, y que hay un dueño que dirige el mundo, que no creó el mundo sin ninguna razón, sino con un propósito, y la meta es llamada a «hacer el bien a Sus creaciones»
Cuando escucha esto, si no está satisfecho con los placeres corporales pues no puede encontrar el sentido de la vida en ellos, algo por lo que valga la pena vivir y sufrir en este mundo, ya que cada uno está sufriendo según su grado, así que cuando escucha que hay un lugar donde hay algo que ilumina en la vida, puede salir de los placeres corporales, aunque dijimos anteriormente que, en los placeres corporales, no necesita creer. Pero en la espiritualidad, él está en duda, y debe creer que al final la gloria llegará, es decir, que al final recibirá una recompensa. Pero como no está satisfecho con los placeres corporales, puede pasarse al lado de la Kedushá y observar la Torá y las Mitzvot.
Sin embargo, cuando uno está inmerso en las pasiones corporales y encuentra satisfacción en ellas, aunque sea temporalmente, y luego ve que no tiene satisfacción, ya es como un niño capturado por idólatras y es incapaz de escapar de su control.
Sin embargo, incluso después de que tales personas asuman el yugo de la Torá y las Mitzvot, a veces, las pasiones corporales se despiertan en ellas, y entonces el trabajo les resulta difícil. Sin embargo, debemos saber que el hecho de que las pasiones corporales se hayan despertado en ellas, es decir, que están empezando a sentir en ellas sabores que antes no percibían, y también todas aquellas personas que crecieron con educación religiosa, que han estado observando la Torá y Mitzvot desde la infancia, cuando comienzan a hacer el trabajo de otorgamiento, se despierta en ellos un mayor gusto por la corporalidad que cuando comenzaron a dedicarse por primera vez al trabajo de otorgamiento. Es como dijeron nuestros sabios (Sanedrín, pág. 75b): «Rabí Itzjak dijo: “Desde el día en que el Templo fue destruido, el gusto por el coito fue quitado y dado a los transgresores”».
Debemos interpretar que «desde el día en que el Templo fue destruido» significa que la Kedushá en el corazón del hombre fue destruida. «El gusto por el coito fue quitado»: el término «coito» consta de todos los placeres. «Y le fue dado a los transgresores»: esto es desconcertante. ¿Por qué los transgresores merecen sentir placer en las cosas corpóreas más que aquellos que no son transgresores? Es como si merecieran la recompensa de sentir más placer que otros por cometer transgresiones.
Para entender esto es preciso ver lo que es habitual en el mundo. Si una persona puede contratar a otra por un salario bajo, no le pagará más. De hecho, todo el mundo procura tener trabajadores que trabajen para ellos y que hagan todas las acciones que les exigen pagándoles el menor salario. No tiene cabida decir que le pagará más de lo que pide el trabajador. Resulta que cuando hablamos del trabajo del Creador, cuando la inclinación al mal le llega a la persona y le dice: «Infringe las Mitzvot de la Torá», la persona dice: «¿Qué me darás?». Luego, la inclinación al mal le dice: «A cambio de obedecerme, te daré, por ejemplo, doscientos gramos de placer». Entonces la persona dice: «Por doscientos gramos de placer no quiero transgredir los preceptos del Creador». Entonces la inclinación al mal tiene que añadir otros cien gramos hasta que uno ya no pueda renunciar a ese placer y se vea obligado a obedecer a la inclinación al mal.
Resulta que, en la medida en que una persona estime el tamaño del pecado, en esa misma medida le será difícil transgredir la Mitzvá. Y dado que es difícil infringir los preceptos del Creador y hay una regla que dice que el trabajo arduo debe estar bien pagado, entonces, en la medida en que sea difícil para él cometer la transgresión, en esa misma medida, la inclinación al mal debe ofrecer una gran recompensa, es decir, un gran placer a cambio de la transgresión. Pero cuando no es tan difícil infringir los preceptos del Creador, la inclinación al mal no se ve obligada a dar un placer tan grande.
Por lo tanto, resulta que las personas laicas que no observan en absoluto la Torá y las Mitzvot no sienten que estén cometiendo ninguna transgresión, como dijeron nuestros sabios (Yomá, 86b): «Si una persona comete una transgresión y la repite, se convierte para ella en algo permitido». Por lo tanto, la inclinación al mal no necesita darles un gusto por la transgresión, ya que para ellos transgredir no es tan difícil como para necesitar un pago a cambio de infringir las Mitzvot. Por eso no sienten un gran sabor en la transgresión, ya que siempre encuentra trabajadores que quieren trabajar para ella, por lo que no tiene que pagarles con grandes placeres.
Esto no es así con las personas que no desean cometer transgresiones, que sienten durante el acto que van a cometer una transgresión y les resulta difícil hacerlo. Por eso, la inclinación al mal tiene que permitirles sentir un gran sabor en la transgresión, de otro modo no la escucharán ni cumplirán sus órdenes. Por lo tanto, debe pagarles con grandes placeres.
Con esto podemos interpretar las palabras «Desde la destrucción del Templo». Es decir, cuando la Kedushá en el corazón del hombre fue destruida, «el gusto por el coito fue quitado», es decir, el gusto en general de los placeres, llamado «coito»; «Y le fue dado a los transgresores», es decir, que mientras uno sienta que está cometiendo una transgresión, siente el sabor. Pero «si una persona comete una transgresión y la repite, se convierte para ella en algo permitido». Entonces la inclinación al mal ya no le da placer, pues está trabajando sin ninguna recompensa ya que no siente pesadez al cometer las transgresiones.
Por lo tanto, están muy equivocados los religiosos al pensar que los laicos disfrutan de los placeres corporales. Porque están sirviendo a la inclinación al mal sin ninguna recompensa, ya que toda su vitalidad es su objeción a la religión y no tienen los placeres que los religiosos se piensan porque la inclinación al mal no les recompensa por nada.
Por lo tanto, no debemos sorprendernos si una persona ve que, una vez que ha comenzado el trabajo de otorgamiento, recibe más placer por las pasiones corporales. No es porque haya sufrido un descenso. Es más bien al contrario, porque ahora no quiere recibir con el fin de recibir, sino que solo quiere otorgar, y cuando la inclinación al mal viene para distraerlo del trabajo de otorgamiento, le da un gusto mayor por los placeres corporales para que la escuche y no pueda sobreponerse a su deseo de recibir.
Pero, antes de que la persona comenzara el trabajo de otorgamiento, cuando se dedicaba a las pasiones corporales, no tenía un deseo tan grande por las pasiones corporales porque se dedicaba a los deseos corporales sin gran placer. Pero ahora que ha comenzado el trabajo de otorgamiento, si no siente un gran sabor, la inclinación al mal no será capaz de hacer nada ya que no la escuchará. Resulta que, en la medida en que uno se aleja del amor propio, comienza a sentir un gusto mayor (en las pasiones corporales), ya que de lo contrario no obedecerá (a la inclinación al mal) en absoluto.
Por lo tanto, no es necesario alarmarse si, en medio del trabajo, uno recibe un gusto por las pasiones corporales, incluso cuando en el pasado nunca tuvo tales pasiones. Pero ahora, debido a que necesita corregir constantemente las vasijas de recepción, esto implica que cuanto mayor es el placer, mayor es su deseo. Cuando él corrige el deseo, es decir, cuando lo supera, cada vez clarifica un deseo llamado Kli, sacándolo de las Klipot y poniéndolo en la Kedushá. Por esta razón, cada vez se le dan mayores pasiones.
Sin embargo, cada vez tiene que orar para recibir fuerza desde arriba a fin de sobreponerse a este Kli llamado «deseo». Esto se llama «corrección de los Kelim en la raíz de su alma». Estos Kelim que debe corregir, (su corrección) comienza desde los Kelim, es decir, desde el deseo de recibir corporalidad, y finalmente llega a corregir los Kelim, es decir, los deseos para la recepción de cosas espirituales. Y debe pedir al Creador que le dé la fuerza del Masaj (pantalla) sobre todos ellos, es decir, una ayuda de lo alto, como dijeron nuestros sabios: «Aquel que viene a purificarse, es ayudado».
Ahora llegamos a la aclaración de lo que hemos preguntado:
1) Sobre lo que explica el sagrado Zóhar, que se le dio a Yaakov la primogenitura aunque Esav nació primero. Explica que Esav es una Klipá, y esta es la razón por la que salió primero y Yaakov surgió después. Es así porque el orden es que la Klipá precede al fruto. Hemos preguntado: «Pero hay una respuesta simple, como Rashi presenta al comienzo de la porción Bereshit, como está escrito: “‘Ha dado a conocer a Su pueblo el poder de Sus obras’, para que en caso de que las naciones dijeran ‘ustedes son ladrones’, les digan: ‘Toda la Tierra es del Creador. Él la ha creado y la ha entregado a quien Él elige. Cuando Él quiso, se la dio a ellos; y cuando Él quiso, la tomó de ellos y nos la dio”». Entonces por qué agrega otra razón aquí.
2) ¿Por qué debe la Klipá preceder al fruto? Con lo dicho anteriormente, es sencillo: ya que el Creador creó el mundo y la creación es solo un Kli. Se sabe que la luz no se considera creación, sino más bien «existencia a partir de la existencia». Por lo tanto, no se puede decir que Él tuviera que crear primero una corrección para la creación antes de tener algo que corregir. Es decir, primero Él creó el Kli, llamado «deseo de recibir», y luego una corrección llamada «Tzimtzum (restricción) y ocultamiento» apareció en ese Kli. Después se extendió a los inferiores el discernimiento de «las naciones del mundo», que es el deseo de recibir con el fin de recibir, es decir, un Kli sin corrección. Y un Kli sin corrección se llama Klipá.
Por lo tanto, no puede ser de otra manera porque es imposible corregir lo que aún no ha nacido en el mundo. Resulta que al decir: «Él lo creó», significa que ha creado el mundo de acuerdo con el orden aplicado, es decir, que primero surge una carencia y luego es posible corregir la carencia. Por lo tanto, según la ley de raíz y rama, el receptor con el fin de recibir debe surgir primero, que es lo opuesto al Creador, es decir, disparidad de forma, llamado «naciones del mundo», como está escrito en el sagrado Zóhar: «Entre las naciones del mundo, todo el bien que hacen, lo hacen para sí mismas». Esto se llama una «Klipá que precede al fruto», es decir, que la Klipá se considera aquello que no es apto para comer porque la abundancia entra en las vasijas de recepción después de la corrección del Tzimtzum.
Pero luego viene la corrección llamada «con el fin de otorgar», que es considerada Yaakov. Esto se llama «fruto» porque ahora hay una corrección en el deseo de recibir: dar contento al Creador. Ahora es posible comer los frutos ya que hay una equivalencia de forma entre la luz y el Kli, y luego el Kli es recompensado con frutos. Pero con respecto a la Sitra Ajra, el sagrado Zóhar dice: «Otro Dios es estéril y no produce fruto». Por eso dice que a Yaakov se le llama «pacto», cuando hacer un pacto significa que hay equivalencia entre ellos. Es como está escrito: «Porque es la señal de un pacto eterno entre Mí y los hijos de Israel; es una señal eterna».
Resulta que la respuesta que dio Rabí Itzjak, porque es «el poder de Sus obras», es la misma respuesta que Él la ha creado siguiendo el orden de que la Klipá precede al fruto. La rama y la raíz brotan, resulta que hay que crear la Klipá primero, lo cual es recibir con el fin de recibir, y luego surge la corrección, que es Israel o Yaakov. Resulta que cuando dice: «Él la tomó de ellos y nos la dio», es para corregir, porque ese es el orden.