Baruj Shalom HaLevi Ashlag (Rabash)
Lishmá y Lo Lishmá
Artículo 29, 1986
Encontramos cuatro tipos entre los observadores de la Torá y las Mitzvot (preceptos):
El primer tipo: A veces una persona observa Shabat porque es obligado por su empleador, es decir, la regla es que si una persona tiene un obrero que profana el Shabat y le dice a su obrero: «Si no dejas de profanar el Shabat, te despediré», la regla es que él tiene que decir que observará el Shabat o será despedido de su trabajo. Y cuando no hay trabajos disponibles, promete al empleador que observará el Shabat. Resulta de esto, que está observando el Shabat porque el empleador lo obliga.
Esto hace que surja una pregunta: «¿De quién es el Shabat que está observando? ¿Es el Shabat que el Creador ordenó observar?». En consecuencia, ¿está guardando las Mitzvot del Creador o las Mitzvot del empleador quien le ordenó observar el Shabat y porque no tiene ningún otro medio para ganarse la vida? Y sin embargo, de acuerdo con la Halajá (Ley Bíblica), se le considera «Observante del Shabat».
La misma regla es válida para el resto de las Mitzvot. Podemos expresarlo de otro modo: Si un padre sabe que al decirle a su hijo que debe observar la Torá y las Mitzvot o que, de otro modo, no lo apoyará, y el padre sabe que si no lo apoya no tendrá ningún sustento y de acuerdo con la Halajá, el padre debe velar para que su hijo observe la Torá y las Mitzvot, aquí también surge la pregunta: «¿De quién es la Torá y las Mitzvot que está observando? ¿Es del Creador, que nos ha ordenado observar la Torá y las Mitzvot, o está observando la Torá y las Mitzvot de su padre?»
Cualquiera que sea el caso, él pertenece al pueblo que observa la Torá y las Mitzvot. Estas son las palabras de Maimónides (Hiljot Deot, Capítulo 6): «El que amonesta a su amigo primero, no hablará duramente. ¿A qué concierne esto? Se trata de asuntos concernientes entre el hombre y su prójimo. Sin embargo, con asuntos que conciernen al cielo, si no se arrepiente en secreto, será avergonzado en público, se hace público su pecado, se le maldice en su rostro y es desprestigiado y maldecido hasta que se reforme».
Aquí, también, surge la pregunta: «¿De quién son las Mitzvot que está observando, del Creador o de las de las personas que lo maldicen?». Sin embargo, aquí también vemos que al final es considerado como «Observante de la Torá y las Mitzvot». Es decir, cuando consideramos el acto que está realizando, encontramos que no hay nada que agregar a la acción. La única pregunta gira en torno a la intención, es decir, a la razón que lo obliga a observar la Torá y las Mitzvot. Este es el primer tipo de observación de la Torá y las Mitzvot.
El segundo tipo: Observa la Torá y las Mitzvot debido a la crianza, ya que nació en un ambiente ortodoxo, o no nació en un entorno así pero posteriormente entró en un entorno ortodoxo y le influyó para que observara la Torá y las Mitzvot. La razón por la que observa la Torá y las Mitzvot es que le dijeron que con esto tendría la vida en este mundo y la vida del mundo venidero. Luego, comienza a ver cuán respetadas y apreciadas son las personas meticulosas con la Torá y las Mitzvot, y ve cómo otros hablan a estas personas que piden con más entusiasmo y dedican más tiempo a estudiar la Torá. El respeto que reciben le da un impulso: Es un combustible para él y comienza también a orar con más entusiasmo, y es más meticuloso con cada precepto y gesto. Y gracias a esto tiene fuerza para agregar tiempo al estudio de la Torá.
Este es ya el segundo tipo de observación de la Torá y las Mitzvot, ya que él quiere observar la Torá y las Mitzvot por su propia elección, pues entiende que mediante esto el Creador lo recompensará por haber observado Sus preceptos. Sin embargo, agrega otro nombre a la razón que le hace observar la Torá y las Mitzvot, es decir, el respeto que ve que reciben aquellos que observan la Torá y las Mitzvot más diligentemente que otros. Y además del respeto, aquellos que son meticulosos con la Torá y las Mitzvot tienen otras cosas por las que el público los obliga a trabajar más. Puede ser dinero o cualquier cosa, pero hay otra razón por la cual debe observar la Torá y las Mitzvot.
Resulta que, por un lado, este es más alto que el primer tipo, ya que aquí él está observando la Torá y las Mitzvot del Creador porque cree en el Creador. Es diferente al primer tipo, que no cree en el Creador pero observa la Torá y las Mitzvot porque conoce el castigo, que el empleador podría despedirlo, y por eso ha aceptado observar la Torá y las Mitzvot.
Sin embargo, el segundo tipo fue educado para creer en el Creador y observar la Torá y las Mitzvot porque el Creador nos ha ordenado observar la Torá y las Mitzvot. La recompensa y el castigo no están en su conocimiento. Por el contrario, debe creer en la recompensa y el castigo: Que el Creador es quien paga la recompensa, como dijeron nuestros sabios (Avot, Capítulo 2: 21): «Puedes confiar en que tu empleador te pagará por tu trabajo y saber que la recompensa de los justos está en el futuro».
Por lo tanto, debe creer en la recompensa y el castigo. Esto no es así en el primer tipo. No tienen que creer en la recompensa y el castigo. Más bien, la recompensa y el castigo están revelados, esto significa que, si no obedece al empleador y observa la Torá y las Mitzvot, ciertamente será castigado, es decir, será despedido y no tendrá empleo.
Asimismo, según las anteriores palabras de Maimónides, que él debe ser degradado, etc., aquí, tampoco él necesita creer en la recompensa y castigo porque siente el sufrimiento de ser empujado a asumir la observancia de la Torá y las Mitzvot. Esto es otra cosa, porque realmente está observando el mandato del empleador y no debido al mandato del Creador, así que lo consideramos meramente como el primer tipo dentro del trabajo para el Creador.
En el segundo tipo, la persona observa los preceptos del Creador pero agrega algo más, es decir, agrega otra razón a fin de tener combustible para observar la Torá y las Mitzvot, como el honor, el dinero u otras cosas, es decir, tiene otras razones por las cuales observa la Torá y las Mitzvot. En las palabras de nuestros sabios (Sucá 45b), esto se denomina: «Todo aquel que se une al trabajo del Creador con otra cosa es desarraigado del mundo, tal como decimos: “Solamente para el Creador”».
Es preciso interpretar qué significa combinar al Creador con otra cosa. Según nuestro camino, debemos interpretar que si recibe otra razón que lo obligue a observar la Torá y las Mitzvot, se le considera «Desarraigado del mundo», ya que la razón de la causa para observar la Torá y las Mitzvot debería ser «Solamente para el Creador», es decir, que observa la Torá y las Mitzvot porque es el mandamiento del Creador, sin añadir ninguna otra razón.
Por lo tanto, la principal falla en el acto es que él mancilla Lishmá (en nombre de la Torá), ya que la observación de las Mitzvot debería ser porque trabaja y observa los preceptos del Creador, y porque está trabajando y sirviendo al Creador; y por eso después va a pedirle al Creador que lo recompense por su trabajo. En ese momento, se le dice: «Pero también trabajaste para otros, tenías a otros que te obligaron a trabajar para ellos. Acércate a ellos para que te paguen la recompensa por el trabajo que hiciste para ellos».
Esto es similar a alguien que trabaja para Dan (compañía de autobuses israelí), pero solicita el salario de Egued (otra compañía de autobuses). Y no quieren pagarle su salario porque no trabajó para ellos. Del mismo modo, cuando una persona le exige al Creador que lo recompense por su trabajo, se le dice: «Trabajaste para la gente, para que te dieran honor o dinero. Acércate a ellos y ellos te pagarán». Y lo cierto es que le pagan: En la medida de su trabajo, será respetado.
Resulta que, al combinar al Creador con otra cosa, esto es, que las personas también lo obligan a trabajar, daña el Lishmá. Por eso, lo consideramos como del segundo tipo; y su trabajo aún no es completo, perfecto y limpio.
El tercer tipo: Trabaja solo para el Creador y no para las personas. Trabaja humildemente y nadie sabe cuántas plegaria hace o cuánto aprende. Así que no podemos decir que esté trabajando para las personas, para que le den algo por su trabajo. Por el contrario, está trabajando solamente para el Creador, es decir, que la única razón que lo obliga a observar la Torá y las Mitzvot es que quiere cumplir la voluntad del Creador.
No obstante, él trabaja por una recompensa. Es como dijo Maimónides: «Para que no le sobrevengan calamidades y para recibir una recompensa en este mundo», es decir, para que el Creador le dé salud, un sustento y satisfacciones de los hijos, etc., o para que Él le conceda el mundo venidero. Esta es la razón que le da el combustible para poder hacer el trabajo sagrado. Por tal motivo, este trabajo es considerado Lishmá, ya que la razón que lo lleva a observar la Torá y las Mitzvot es solo el Creador, es decir, que está trabajando solo para el Creador y no agrega otras cosas.
Es decir, no tiene otra razón que le obligue a observar la Torá y las Mitzvot. Esto se considera el tercer tipo porque no desea trabajar para nadie, solamente para el Creador. Pero la razón que lo obliga a observar los preceptos del Creador es el miedo al castigo o el amor a una recompensa.
Esto es como está escrito en el Sulam (Comentario sobre El Zóhar) en («Introducción al Libro El Zóhar», punto 190): «Está la persona que teme al Creador para que sus hijos vivan y no mueran, o que teme un castigo corporal o un castigo a su dinero y por lo tanto, siempre le teme. Resulta de esto, que no coloca el temor que siente por el Creador como la raíz, ya que la raíz es su propio beneficio y el temor es el resultado. Y está la persona que teme al Creador porque teme el castigo de este mundo y el castigo del infierno. Esos dos tipos de temor, el temor al castigo en este mundo y el temor al castigo en el otro mundo, no son la esencia del temor y su raíz».
Por esta razón, dado que no es principalmente por temor al cielo, distinguimos esto como el tercer tipo. Resulta que este trabajo se llama Lishmá, porque trabajó para el Creador pero no para otros también. Es decir, no tomó a nadie más para quien trabajar, es decir, para que otros también de ese modo lo respetaran, sino que él va al Creador con esta queja: «Como he estado trabajando solo para Ti y nadie sabe lo que hice al observar la Torá y las Mitzvot porque he estado trabajando humildemente, es justo que Tú me pagues una recompensa a cambio de trabajo».
De esta manera, debemos interpretar lo que dijeron nuestros sabios: «El que da una roca como caridad para que sus hijos vivan, es un justo absoluto». La razón es que él está observando los preceptos del Creador. Y como el Creador nos ha ordenado dar caridad, nosotros la damos. Resulta que, con respecto a dar, no hay deficiencias aquí, ya que él está observando la Mitzvá (precepto) Lishmá, es decir, para el Creador, y no hay nadie más que le está obligando a dar caridad.
Pero él le pide una recompensa al Creador, que le pague por la Mitzvá que está observando y por el trabajo que ha entregado solo al Creador y a nadie más. Es decir, no es como el segundo tipo, donde combinaba a otros, es decir, gente externa que también lo hacían guardar y ser meticuloso observando la Torá y las Mitzvot.
Es como dijeron (Pesajim, 8a): «Y el Tania, aquel que dice: “Esta roca es para la caridad, para que sus hijos vivan, o para que pueda ir al mundo venidero”, es un justo absoluto». Rashi interpreta: «Es un justo absoluto» en esto. No dijeron que estaba trabajando Lo Lishmá (no en Su nombre), sino que observó el precepto de su Creador, quien ordenó dar caridad, incluso aunque tuviera la intención para su propio placer, será recompensado con el mundo venidero o que sus hijos vivan. Hasta aquí sus palabras.
Esto significa que, a pesar de estar pidiendo una recompensa por observar la Mitzvá, es decir, para que sus hijos vivan o porque quiere la recompensa del mundo venidero por esa Mitzvá, este hombre es un justo. El hecho de que quiera el mundo venidero también se considera como querer una recompensa, del mismo modo que para que sus hijos vivan. Es como las palabras anteriores de El Zóhar sagrado: «Ya sea que quiera una recompensa en este mundo o en el mundo venidero a cambio de las Mitzvot, no se considera temor esencial», ya que su propio beneficio es la causa por la que observa las Mitzvot, y no el Creador. Aun así, nuestros sabios dijeron aquí: «Es un justo absoluto». Es como Rashi interpreta: «Dado que está observando las Mitzvot de su Creador, que le ha ordenado dar caridad y además tiene la intención de su propio disfrute, es por ende llamado “Justo absoluto”».
Esto es tal como explicamos: Dado que él está trabajando porque el Creador le ordenó observar la Torá y las Mitzvot y no tiene a nadie más que lo obligue a observar la Torá y las Mitzvot, esto se llama Lishmá, como Rashi interpreta más arriba. Es como la alegoría anteriormente mencionada, es decir, que trabaja para Reubén, pero le pide un salario a Shimón. Esto ciertamente es llamado Lo Lishmá, porque estaba trabajando para otros al mismo tiempo, y eso es llamado Lo Lishmá, y también «El segundo tipo».
He oído que hay quienes intentan explicar a nuestros sabios, que dijeron: «Quien diga: “Esta roca es para caridad, para que mis hijos vivan” es un justo completo». Pero condicionando la observación de la Mitzvá, por lo que intentan decir que estaba escrito en iniciales: «Él es un Tzadí - Guímel». Después, cuando lo escribieron con palabras completas, convirtieron el Tzadí - Guímel en Tzadik Gamur (Justo completo). Sin embargo, se equivocaron al interpretar las iniciales, ya que Tzadí - Guímel significa Tzedaká Guedolá (Gran Caridad) y no Tzadik Gamur. Sin embargo, probablemente este no sea el caso, ya que no pueden explicar el otro versículo, que dice: «O que obtenga el mundo venidero», ya que con «El mundo venidero» también pretende complacerse a sí mismo, lo mismo que «Para que mis hijos vivan», como las palabras anteriores en El Zóhar sagrado.
Sin embargo, el tercer tipo significa que está trabajando para el Creador, ya que el Creador nos ordenó a través de Moshé que observemos la Torá y las Mitzvot, y le estamos pidiendo una recompensa, ya que trabajamos solo para Él, a causa del precepto del Creador y no por ninguna otra razón, por eso se llama Lishmá. Sin embargo, este es solo el tercer tipo.
El cuarto tipo observa la Torá y las Mitzvot no para recibir recompensa, como dijeron nuestros sabios (Avot, Capítulo 1:3): «Antígono, hombre de Soco, recibió de Shimón el Justo». «Él decía: “No sean como siervos que sirven al maestro para recibir recompensa, sino sean siervos que sirven al maestro no para recibir recompensa, y que el temor del cielo sea con ustedes”».
Esto significa que específicamente no es para recibir una recompensa que se considere «en nombre de los cielos», tal como concluye diciendo: «Y que el temor del cielo sea con ustedes». Esto significa que el auténtico temor al cielo está concretamente en Lishmá (en nombre de la Torá) sin ninguna recompensa. Es decir, no tiene intención de deleitarse, sino que su única intención es brindar satisfacción al Creador. Esto se considera como «Lishmá limpio», sin ninguna mezcla de beneficio propio. Esto es lo que se llama el «Cuarto tipo».
Sin embargo, conocemos la pregunta: «¿Acaso el Creador está carente como para necesitar que las criaturas trabajen solo para Él y en absoluto para sí mismas, sino solo para el Creador sin una pizca de placer personal? Y si quieren disfrutar de su trabajo, ¿Está ese trabajo descalificado y no es aceptado previamente como una Mitzvá que sea digna de ser recibida ante el Rey? ¿Por qué debería importarle al Creador que ese hombre también disfrute un poco del trabajo?».
La respuesta es, porque debe haber una equivalencia de forma para que no haya pan de la vergüenza. La regla es que la rama quiere parecerse a su raíz, y como el Creador es el dador, es por eso que cuando una persona tiene que recibir de alguien, le resulta incómodo. De esto se desprende que la restricción y el ocultamiento en nuestras vasijas de recepción para que no trabajemos con el fin de recibir retribución fue para nuestro bien.
De lo contrario, no hubiéramos podido tener elección. Es decir, el hombre nunca hubiera podido hacer y observar la Torá y las Mitzvot con el fin de otorgar, ya que el hombre no sería capaz de superar el placer que probó en la Torá y las Mitzvot de no haber sido por la restricción y la ocultación, ya que se sabe que cuanto mayor es el placer, más difícil es renunciar a él.
Por esta razón, se nos dieron placeres corporales donde solo hay luz muy tenue, que El Zóhar sagrado denomina «Luz delgada», la cual cayó en las Klipot (cáscaras) en el momento de la ruptura de las vasijas. Asimismo, se les agregaron chispas de santidad después del pecado del árbol del conocimiento, cuando Adam HaRishón pecó. Estos son los placeres que persiguen todos los seres creados. Todas las guerras, asesinatos, robos, etc., que existen en el mundo son debidos a que cada uno aspira a recibir placer.
Se nos permite superar estos placeres y recibir todo en nombre de los cielos. Pero la persona ve lo difícil que es salir del amor propio y renunciar a los pequeños placeres. Por esta razón, si no hubiera sido por el Tzimtzum (restricción) y si se hubiera revelado el verdadero placer que existe en la Torá y las Mitzvot, no hay duda que nadie podría renunciar a los placeres y decir que está observando la Torá y las Mitzvot porque él quiere dar satisfacción al Creador.
Sin embargo, debido a nuestra naturaleza, el hombre no puede aceptar observar la Torá y las Mitzvot sin ningún deleite ni placer, nacimos con un Kli (vasija) llamado «Deseo de recibir deleite y placer», entonces, ¿cómo podemos trabajar sin ninguna retribución?
Sin embargo, nos dieron un lugar en el cual podemos trabajar sin ninguna retribución. Es decir, incluso aunque todavía no tenemos un gusto por la Torá y las Mitzvot debido al Tzimtzum, hay un consejo, que es trabajar en la grandeza del Creador, y cuan privilegiados somos de servir al Rey.
Esto existe en nuestra naturaleza, el pequeño se anula ante el grande. Tenemos la fuerza y la motivación de trabajar para una gran persona, a quien la generación considera como la más importante y venerable del mundo. En la medida de su importancia, disfrutamos de servirla. Este placer está permitido recibirlo porque disfrutar dando no se considera otorgar con el fin de recibir, ya que otorgar con el fin de recibir significa que desea una retribución específicamente por el servicio que le está dando.
Por el contrario, si uno trabaja en una fábrica y sabe que el propietario disfruta de que todos sean productivos, y que todo aquel que produce más de lo habitual le da al propietario una gran alegría, intentará producir más que otros trabajadores para deleitar al propietario. Sin embargo, después quiere que el propietario lo recompense por tratar de complacerlo. Esto se considera que, por un lado, él da, pero por otro lado, quiere una retribución. Esto se llama «Otorgar con el fin de recibir retribución».
Esto no es así cuando una persona está sirviendo al rey y le dice al rey: «No quiero nada a cambio del servicio porque ya estoy disfrutando solamente con el servicio y no necesito recibir ninguna retribución, pues siento que cualquier cosa que me des por el servicio que estoy haciendo para ti perjudica mi servicio. Lo único que quiero es servir. No me des ninguna retribución, porque esto ya es un placer ya que para mí es un gran honor ser recompensado con servir al rey».
Por supuesto, no puede decir que esté otorgando con el fin de recibir, ya que no quiere recibir nada a cambio. ¿Y por qué no quiere? Es porque obtiene un gran placer al servir al rey. Resulta que esto se considera «Otorgar con el fin de otorgar a una persona importante», y la persona mide la importancia del rey según la medida de su alegría al servir al rey, pues cuanto más importante es el rey más disfruta, porque aquel que sirve al más grande de la ciudad no es como aquel que sirve al más grande del país, o al más grande del mundo.
Esto se considera verdadero otorgamiento. Es decir, él disfruta la dación en sí, ya que el principal aspecto de otorgar era con el propósito de la equivalencia de forma. Es decir, del mismo modo que el Creador es dador, también los seres creados quieren ser dadores, y ciertamente debemos decir que el Creador disfruta con Su otorgamiento.
Resulta que, si los seres creados otorgan al Creador y Él no obtiene ninguna alegría, todavía no existe aquí equivalencia de forma, ya que el Creador disfruta cuando otorga a los inferiores. Esto significa que la alegría es el resultado del acto de otorgamiento, y si tuviéramos que recibir algo a cambio del acto, entonces se daña la acción, diciendo que no hay completitud en el acto. Más bien es al contrario, para tener completitud debemos agregar algo, es decir, recibir algo a cambio del acto, mientras que el acto en sí no es tan importante. La verdad es que, si queremos realizar un acto de otorgamiento al Creador, debemos tratar de disfrutarlo mucho, porque la alegría de un acto de otorgamiento da importancia a la acción, ya que cada cosa que una persona desea hacer y que es importante para ella, le da prioridad para hacerlo en primer lugar. Y el medidor para elegir qué es lo más importante para la persona es aquello que más disfruta.
Por lo tanto, resulta que si uno quiere apreciar el trabajo que está haciendo para el Creador, solo podrá apreciarlo si recibe un gran placer, es decir, si puede tratar de obtener gran placer, entonces podrá saber que ahora está brindando una gran satisfacción al Creador al otorgar al Creador cuando observa Sus preceptos.
Es decir, un hombre desea dar contento al Creador pero no sabe lo que le puede dar a Él para deleitarse. Por esta razón, cuando se nos revela que Él nos ha dado la Torá y las Mitzvot y que si las observamos Se regocijará, ciertamente nos sentimos felices porque ahora sabemos qué hacer por Él. Por lo tanto, vemos que se nos dio la bendición de llevarlo a cabo cuando observamos la Torá y las Mitzvot, ya que decimos: «Bendito seas Tú Creador, dador de la Torá».
Está escrito en las Mitzvot que le agradecemos por darnos, por ejemplo, la Mitzvá de la Sucá. Por ejemplo, todos estamos felices de que Él nos instruya lo que debemos hacer para darle deleite y no tener que buscar cosas que deleiten al Creador. Pero la pregunta es: ¿Cómo podemos incrementar nuestro placer mientras realizamos las Mitzvot?
Respuesta, hay solo un consejo: Tratar de alcanzar la grandeza del Creador, es decir, en todo lo que hacemos en la Torá y las Mitzvot, queremos que nuestra recompensa sea sentir la grandeza del Creador, y todas nuestras plegarias deben ser para «Elevar la Shejiná (divinidad) del polvo», ya que el Creador está oculto de nosotros debido al Tzimtzum que hubo y no podemos apreciar Su importancia y grandeza.
Por lo tanto, oramos al Creador que elimine Su ocultamiento de nosotros y que eleve la gloria de la Torá. Como decimos en la plegaria dieciocho de Rosh HaShaná: «Verdaderamente, da gloria a Tu pueblo», es decir, «Da la gloria del Creador a Tu pueblo», para que sientan la gloria del Rey.
Por esta razón, uno debe tratar de recordar y no olvidar la meta mientras estudia la Torá y tener siempre en cuenta qué es lo quiere recibir con el estudio, que el estudio le imparta la grandeza y la importancia del Creador. Además, mientras observa las Mitzvot, no hay que olvidarse de la intención, que gracias a la observación de las Mitzvot, el Creador retirará la ocultación sobre la espiritualidad y recibirá la sensación de la grandeza del Creador.
Sin embargo, es difícil observar la Torá y las Mitzvot con la intención de ser recompensados con acercarse al Creador para obtener Su grandeza y poder darle contento gracias a la importancia del Creador, que esta será su recompensa y no desea ninguna otra recompensa por su trabajo. El cuerpo no acepta trabajar con esta intención.
El Zóhar sagrado (Naso, punto 102-104) dice: «Hombres poderosos deambulan de ciudad en ciudad y no son perdonados. La multitud mixta los rechaza entre ellos, y en muchos lugares solamente reciben raciones. Por lo tanto, no se levantarán de su caída, ni siquiera momentáneamente. Y todos los sabios y hombres poderosos que temen el pecado están afligidos, presionados y abatidos. Son considerados como perros, como niños cuando se les mide con el oro fino, como son consideradas las vasijas de barro en cada calle, etc. Estas multitudes mixtas son ricas, pacíficas, alegres, sin ninguna tristeza ni aflicción, usurpadores y sobornadores, ellos son los jueces, los líderes de las personas».
En estas palabras vemos que El Zóhar distingue entre sabios y hombres poderosos que temen el pecado, y los jueces y los líderes del pueblo que son considerados la multitud mixta. Dice que los sabios y los hombres poderosos que temen al pecado están afligidos y angustiados; mientras que los jueces y los líderes del pueblo son ricos, tranquilos y felices. ¿Por qué? Porque ellos son una multitud mixta.
Debemos entender el significado de la multitud mixta, y que debido a que son la multitud mixta tienen alegría y paz. Vemos que en la discusión que tuvo Yaacov con Esav, este le dijo a Yaacov: «Yo tengo mucho»; y Yaacov respondió: «Yo tengo todo». Necesitamos entender la diferencia entre mucho y todo.
Es sabido que la Sefirá Yesod se llama «Todo», que se la considera Yesod Tzadik (Justo), como decimos en la plegaria: «Tuyo, Creador, es la grandeza, el poder, la magnificencia, la eternidad y el esplendor». Es así porque «Todo» es Yesod, y el justo, llamado Yesod, solamente da. La Sefirá Yesod le da a Maljut, como es sabido y como está escrito en El Zóhar sagrado. Esto significa que el grado de Yesod es Tzadik, que no recobe recompensa para sí mismo; sino que todas sus obras son para otorgar.
Ciertamente, cuando el hombre comienza a trabajar para ser justo, es decir, no recibir ninguna recompensa para sí mismo y trabajar solo para dar satisfacción a su Hacedor, el cuerpo no está de acuerdo y le da impedimentos. Hace todo lo posible para interferir en su trabajo. En ese momento, ese hombre está constantemente afligido y no halla paz en la situación en la que se encuentra porque ve que todavía no ha llegado a ser otorgante al Creador. Por el contrario, todo lo que hace todavía es sin la capacidad de dirigirlo con el fin de otorgar.
Siempre tiene pesar por la aflicción de la Shejiná, lo cual recibe el nombre de «Shejiná en el exilio». Le duele porque tiene fuerza para trabajar por el amor propio, pero cuando ve que su deseo de recibir no obtendrá nada, es negligente con el trabajo.
Resulta que después de un tiempo esforzándose en el trabajo y deseando ver cierta cercanía con el Creador, siente cada vez más su verdad: Que realmente se encuentra lejos de la Dvekut (adhesión) con el Creador, es decir, con respecto a la equivalencia de forma, tal como en: «Del mismo modo que Él es misericordioso, sé tú también misericordioso», él es todo lo contrario. Antes pensaba que quería brindar satisfacción al Creador y que habría cierto placer en eso. Esperaba recibir por su trabajo la recompensa de este mundo y también la recompensa del mundo venidero. Pero ahora ve que no tiene fuerza para trabajar en beneficio del Creador; sino que todo es con la intención de recibir para sí mismo y no otorgar nada en absoluto.
Él ve ahora que es peor que cuando comenzó el trabajo. Cuando comenzó a trabajar en el tercer tipo, tenía alegría y paz porque sabía y creía que cada día sus posesiones se estaban acumulando en una gran cuantía, ya que cada día que realiza buenas obras, y la recompensa de cada Mitzvá queda registrada en su cuenta. Esa creencia, ciertamente, le trajo alegría y paz porque veía que estaba avanzando en el trabajo, es decir, que sus posesiones se multiplicaban día a día.
Pero ahora que se ha retirado del tercer tipo y ha empezado con el trabajo del cuarto tipo, que es un trabajo no para recibir recompensa, está afligido y angustiado porque está examinando con vasijas de otorgamiento cuánto ha adquirido ya de este Kli.
En ese momento, ve lo contrario: Que cada día, a medida que se esfuerza y quiere acercarse al Creador, es decir, tener un deseo de otorgar, ve la verdad, que cada día está más alejado. Según lo que dijo Baal HaSulam, ¿Por qué uno ve que se está alejando si cada día está haciendo buenas obras y, en consecuencia, estas obras deberían haberlo acercado?
Nuestros sabios dijeron: «Creé la inclinación al mal, creé la Torá como condimento». Entonces, ¿Por qué aquel que comienza a trabajar en el otorgamiento ve que cada día empeora? Él dice que esto no es así, que lo cierto es que no retrocede cada día como uno puede pensar. Por el contrario, cada día avanza. La razón por la que ve que ha empeorado es que primero necesita ver la falsedad y el mal, y después será posible corregirlos.
Pero cuando una persona quiere tapar un agujero o una grieta en un edificio, y piensa que el agujero y la grieta tienen veinte centímetros de longitud, y trabaja y se esfuerza, y finalmente ve que hay veinte centímetros más que tapar, resulta que, mientras no vea la verdadera carencia, estará trabajando en vano, es decir, que no está corrigiendo nada.
La moraleja es que uno piensa que tiene, por ejemplo, un kilogramo de maldad y quiere arreglarlo. Comienza a corregir, pero luego ve que hay otro kilogramo de maldad, y resulta que no ha corregido nada. Pero si viera la medida completa del mal que hay en él y luego lo corrige, esto es considerado «Corrección completa».
Por eso, Baal HaSulam dijo que cada día, cuando uno se dedica a trabajar con la intención de otorgar, se acerca más a la verdad, es decir, a ver la cantidad de maldad que hay en él. En una casa oscura es imposible ver que allí hay suciedad y escombros; pero si ponemos una luz ahí dentro, se puede ver que hay suciedad y escombros.
De manera similar, cuando uno comienza a dedicarse a la Torá y las Mitzvot en el camino del otorgamiento, la Torá y las Mitzvot le iluminan más cada vez para ver la verdad sobre la medida del mal en él. Por lo tanto, resulta que cada día avanza hasta que alcanza todo el mal dentro de él. Luego, cuando empieza a corregir, tiene lugar una corrección completa para poder poner después en sus Kelim (vasijas) el deleite y placer que el Creador contempló dar a las criaturas, como está escrito, que el propósito de la creación es hacer el bien a Sus seres creados.
Encontramos este asunto en el éxodo de Egipto. El sagrado Arí dijo que, en el momento del éxodo de Egipto, el pueblo de Israel estaba en las 49 puertas de Tumá (impureza), hasta que el Rey de Reyes se les reveló y los redimió. Todo el mundo pregunta acerca de esto: Pudiera ser que el pueblo de Israel, que escucharon acerca de la misión del Creador de la boca de Moshé y Aarón, a quienes envió para liberar del exilio en Egipto, como interpreta el sagrado Arí, que el exilio en Egipto significa que la razón de la Kedushá (santidad) estaba en el exilio. Moshé y Aarón prometieron al pueblo de Israel que saldrían del exilio y entrarían en la Kedushá. Es como decimos en la lectura de Shemá (escucha): «Yo soy el Señor tu Dios, que los sacó de la tierra de Egipto para ser Dios para ustedes».
En consecuencia, es razonable pensar que cada día deberían haberse elevado de grado en grado en la Kedushá, especialmente cuando vieron las diez plagas que ocurrieron en Egipto. Aun así, el sagrado Arí dice que, en el momento del éxodo de Egipto, el pueblo de Israel estaba en 49 puertas de Tumá.
Sin embargo, cada día iban ascendiendo en el grado de la verdad y se acercaron a ver la medida del mal que tenían en las vasijas de recepción. Es decir, antes de que Moshé y Aarón vinieran a decirles que tenían que salir del exilio en Egipto, que es la Klipá (cáscara) que succiona de la Kedushá, como dice el sagrado Arí, el pueblo de Israel comenzó a alejarse de ellos. En ese momento, la Klipá de Egipto comenzó a luchar contra ellos con poderosas fuerzas.
Es decir, la Klipá de Egipto hizo entender al pueblo de Israel que no valía la pena salir de la recepción para uno mismo. Y con respecto al trabajo de otorgamiento, les hicieron entender que es difícil y que no vale la pena trabajar en vano, que de ningún modo serían recompensados, ya que eso requiere de fuerzas especiales. Y cuanto más recibía el pueblo de Israel el fortalecimiento de Moshé y Aarón, más venía la Klipá de Egipto y los debilitaba.
Tanto es así que, cada vez que vencían el argumento de los egipcios que les llegaba a la mente, entendían que no era el argumento de Egipto, sino que el pueblo de Israel piense que estos pensamientos eran suyos. Esto se llama «Todo aquel que es más grande que su amigo, su propio instinto es mayor que él».
Significa que, en la medida que ellos se fortalecen en la Kedushá, las Klipot se fortalecen contra ellos. Según fuera la fuerza del deseo de escapar, en esa misma medida, el otro lado debía mostrar más fuerza para mantenerlos bajo su dominio y que no escapen.
Resulta que, de hecho, el pueblo de Israel cada día se acercaba más a la Kedushá y la evidencia de esto es que, si se dice que estaban en 49 puertas de Tumá, es porque ya habían ascendido las 49 puertas de la Kedushá, por lo tanto, tenía que haber lo opuesto de la Kedushá: las 49 puertas de Tumá.
Sin embargo, antes de que uno complete el trabajo y salga del dominio de las Klipot (cáscaras), no ve en qué medida ha entrado en la Kedushá. Lo único que ve es que cada vez está más lejos porque lo opuesto a la Kedushá revela el mal que hay dentro de él. Antes de que haya luz de la Kedushá, uno no puede ver la verdadera forma del mal que hay en él. Como dijimos anteriormente, precisamente cuando hay luz podemos ver la suciedad que hay en la casa.
Resulta que, uno no puede saber qué es lo que puede considerar como un buen estado. Es decir, podría ser que una persona sienta que está en un descenso, esto es, que ve que no desea la Torá y las Mitzvot. Ahora ve que tiene más pasión por el amor propio que, por ejemplo, ayer. Por lo tanto, la persona probablemente debería decir que ayer estaba en un estado en el que veía a las personas preocupadas por las necesidades corporales, por satisfacer su deseo de recibir, y se mantenía alejado de ellos y no soportaba ver a adultos inteligentes degradarse hasta un estado de tal bajeza.
Pero ahora ve que él es uno de ellos y que no tiene vergüenza de sentir su bajeza. Por el contrario, es algo normal para él, como si nunca hubiera pensado en la espiritualidad. Para entenderlo mejor, pongamos por ejemplo cuando una persona tiene que levantarse antes del amanecer. Cuando es despertado por el reloj despertador o por una persona, siente que debe levantarse para servir al Creador. Comienza a sentir la importancia del asunto, y por lo tanto se levanta rápidamente ya que la sensación de importancia de servir al Creador le da fuerza para levantarse rápidamente.
Sin lugar a dudas, en ese momento está en un estado de ascenso. Es decir, no es la corporalidad lo que le da fuerza para trabajar, sino que para él, la espiritualidad, su sensación de que ahora tendrá contacto con el Creador, es suficiente para tener fuerza para trabajar, y no piensa en otra cosa que no sea el Creador. Siente que ahora se le considera vivo y que sin la espiritualidad se le consideraría muerto. Naturalmente, siente que se encuentra en un estado de ascenso.
Lo cierto es que uno no puede determinar cuál es su estado, cuando siente que está alejado. Es decir, si es alguien que desea recorrer el camino del otorgamiento, debe entender que desde el cielo se le da un tratamiento especial, que fue bajado del estado anterior para que comience a realmente contemplar la meta, es decir, lo que se requiere del hombre y lo que el hombre quiere que el Creador le dé. Pero cuando se encuentra en un estado de ascenso, cuando tiene un deseo por la Torá y las Mitzvot, no necesita preocuparse por la espiritualidad. En cambio, quiere permanecer así toda su vida porque está feliz de este modo.
Por lo tanto, resulta que el descenso que ha recibido es para su propio bien, es decir, que está recibiendo un trato especial, que se le hizo descender de su estado en el que creía que tenía algo de completitud. Esto es evidente cuando acepta permanecer en el estado actual durante todos los días de su vida.
Pero ahora, cuando ve que está lejos de la espiritualidad, comienza a pensar: «¿Qué se requiere realmente de mí? ¿Qué debería hacer? ¿Cuál es el propósito que debería alcanzar?». Ve que no tiene fuerza para trabajar, y se encuentra en un estado de «Entre el cielo y la tierra». Entonces, para que el hombre sea fortalecido, únicamente el Creador puede ayudar; pero por sí solo, está perdido.
Acerca de esto está escrito (Isaías, 4:31): «Pero los que esperan en el Creador obtendrán nuevas fuerzas», es decir, aquellas personas que tienen esperanza en el Creador. Esto significa que aquellos que ven que no hay nadie más en el mundo que pueda ayudarlos, obtendrán nuevas fuerzas a cada momento. Resulta que este descenso es en realidad un ascenso, es decir, que este descenso que sienten les permite elevarse en grado, ya que «No hay luz sin un Kli».
Resulta que cuando pensó que estaba en un estado de ascenso, no tenía ninguna carencia en la cual el Creador pudiera colocar nada, ya que su Kli estaba lleno y no había espacio para poner nada dentro. Pero ahora que siente que está en un estado de descenso, comienza a ver sus carencias y las principales razones que le impiden alcanzar Dvekut con el Creador, y en ese momento sabe qué pedirle al Creador para que lo ayude, porque ve el verdadero impedimento.
De acuerdo con lo anterior, uno no puede decir que el Creador lo ha alejado del trabajo del Creador, y que la prueba de esto es que está en un estado de descenso, es decir, que el Creador lo ha expulsado del trabajo y no quiere que trabaje para Él. Esto no es así. Al contrario, debido a que el Creador quiere acercarlo más, cuando sentía que estaba en un ascenso, Él no pudo acercarse porque carecía de Kelim.
Y para darle Kelim, el Creador tuvo que sacarlo de su estado y ponerlo en una situación en la que se sienta carente para que el Creador pueda darle ayuda desde arriba, como dijeron nuestros sabios: «Aquel que viene a ser purificado, es ayudado». El Zóhar sagrado pregunta: «¿Con qué? Y contesta “Con un alma sagrada”». Es decir, se le hace sentir que el alma es parte Divina de arriba, y entonces entra en la Kedushá. En ese momento puede ir de grado en grado hasta que complete su alma respecto a lo que le falte corregir.
Por lo tanto, resulta que, en el primer tipo, la razón y la causa para observar la Torá y las Mitzvot son personas del exterior.
En el segundo tipo, el Creador junto con personas del exterior le hacen comprometerse con la Torá y las Mitzvot.
En el tercer tipo, solo el Creador le hace comprometerse a observar la Torá y las Mitzvot. La gente en el exterior no lo obligan, sino que él mismo se obliga también en la Torá y las Mitzvot.
En el cuarto tipo, solamente el Creador es la causa para observar la Torá y las Mitzvot, y no hay ningún otro socio involucrado en su compromiso con la Torá y las Mitzvot. Esto es llamado «Solo para el Creador», y esto es llamado «Multitud mixta dentro de la Kedushá».