<- Biblioteca de Cabalá
Seguir leyendo ->
Inicio de la Biblioteca de Cabalá /

Rabash / La diferencia entre caridad y obsequio

Baruj Shalom HaLevi Ashlag (Rabash)

La diferencia entre caridad y obsequio

Artículo 24, 1986

Está escrito (Proverbios 15:27): «El que odie los obsequios, vivirá». Esto significa que está prohibido recibir obsequios, de lo contrario, esto causa lo opuesto a la vida. Por lo tanto, ¿cómo es que las personas reciben obsequios unos de otros? También deberíamos preguntar acerca de lo que el Creador le dijo a Moshé: «Tengo un buen obsequio en Mi tesoro y su nombre es Shabat. Deseo dárselo a Israel, ve y anúnciales». (Beitzá, Pág.16).

Vemos que es habitual pedir a otra persona que le dé caridad, pero nunca hemos visto a alguien que le pida a otra persona un obsequio. Por ejemplo, a veces vemos que antes de Pésaj, cuando uno debe preparar Matzot (pan ácimo), vino y demás para Pésaj, se dirige al recolector de donativos o a una persona adinerada y le pide que lo ayude a preparar provisiones para Pésaj. Le cuenta acerca de sus grandes dificultades y recibe lo que está pidiendo.

Pero nunca hemos visto a nadie acercarse a su amigo y pedirle un obsequio. Por ejemplo ahora, antes de Pésaj, su esposa le pide que le compre un anillo de diamantes que vale no menos de doscientos dólares. Y le cuenta a su amigo que, dado que tiene dificultades financieras y no puede comprar el anillo que ella quiere, quiere que su amigo le dé el dinero como obsequio para comprarle a su esposa ese anillo para Pésaj.

Tampoco hemos escuchado que en ninguna ciudad exista un recolector de obsequios, es decir, que haya un recolector de obsequios tal como hay un recolector de donativos en la ciudad. Es más bien al contrario, lo habitual es que los obsequios se den y no que se soliciten. Es decir, cuando uno ama a otra persona, se despierta en él un deseo de complacerla y por eso le da un obsequio. No se puede decir que haya donde pedir obsequios o un lugar especial en la ciudad donde se entreguen obsequios.

Sin embargo, debemos entender la verdadera razón por la cual no pedimos obsequios, y sí pedimos caridad. Hay un acuerdo en cada ciudad para ayudar a los necesitados de modo que tengan un sustento y puedan subsistir en el mundo. Hoy en día también en todos los países hay establecida una oficina que atiende a los necesitados.

La razón es muy simple: Hay una diferencia entre necesidad y lujo. Necesidad es aquello que uno debe recibir para poder subsistir en el mundo, de lo contrario, si no recibiera la asistencia necesaria, no podría existir en el mundo. Nuestros sabios dijeron acerca de esto (Sanedrín 37): «Quien sustenta a un alma de Israel, es como si hubiera sustentado a un mundo entero». Esto hace referencia a lo necesario, sin lo cual uno no podría existir. Una persona no puede renunciar a esto y dejar de pedir ayuda, porque «El hombre dará todo lo que tenga por su vida».

Esta es la razón por la cual las personas no se avergüenzan de pedir caridad ya que es en mayor o menor medida, una cuestión de vida o muerte. El otro, esto es, el dador, también entiende que conviene darle lo que solicita. Cuanto más se trata de una cuestión de vida o muerte, más abiertamente demanda el receptor y más se interesa el dador por la situación del receptor. Del mismo modo, cuanto menos se trate de una cuestión de vida o muerte, más fríamente se identificará el dador con el estado del receptor. Sin embargo, todo sigue el sendero de la necesidad.

No ocurre así con los lujos. Quien pide lujos se avergüenza de pedir. Y el dador tampoco escucha a alguien que está pidiendo lujos. Por esta razón, debemos discernir entre caridad y obsequio. Con la caridad, llega respuesta a la demanda del receptor, es decir, si el receptor de la caridad pide entonces se le dará.

Resulta que la caridad proviene de un despertar del inferior, porque siente su carencia. Es decir, cuando ve que no puede subsistir en el mundo sin la ayuda del dador, el receptor no se avergüenza, sino que va y se humilla ante el dador, pues no tiene otra opción.

Pero un obsequio proviene enteramente por parte del Dador, es decir, si el Dador se despierta, porque hay que hacer algo para mostrar amor hacia su ser querido, Él le envía un obsequio. Por lo tanto, resulta que un obsequio llega por parte del despertar del superior que otorga, pero la caridad llega por parte del despertar del receptor.

Aquel que recibe la caridad debe ir al Dador y hacerle ver la necesidad de la caridad que le está demandando. En la medida en que el receptor pueda aclarar la necesidad de que acuda en su ayuda, y en la medida en que pueda hacerle ver que se trata de una necesidad muy grande, entonces, recibirá lo que pide del Dador.

Sin embargo, la razón principal es como hemos estudiado, que cuando tenemos que utilizar algo que no está en la raíz, sentimos desagrado al respecto, como dice (El estudio de las diez Sefirot, primera parte, Histaklut Pnimit (Reflexión Interna, Punto 19)): «Es sabido que la naturaleza de cada rama es igual a la de su raíz. Por lo tanto, cada conducta en la raíz es deseada, amada y anhelada por la rama también; y cualquier asunto que no esté en la raíz, también la rama, se aleja de eso, no lo tolera y lo aborrece».

Resulta que no existe la recepción en nuestra raíz. Por lo tanto, cuando uno tiene que ser el receptor, siente vergüenza y es desagradable porque no existe en nuestra raíz. Por esta razón, cuando uno necesita la ayuda de un amigo, si es necesario, decimos que no hay otra opción, porque nada es más importante que salvar la propia vida.

No obstante, hay muchos discernimientos sobre el riesgo de vida. Por lo tanto, cualquier cosa que sea necesaria nos hace soportar la vergüenza y pedir ayuda. Pero una necesidad no es igual para todos. Cada persona tiene una medida diferente. Es decir, lo que una persona puede considerar un lujo, otra lo puede considerar una necesidad.

Por lo tanto, es difícil determinar el límite entre lo que se considera lujo y lo que se considera necesidad. Aunque podemos decir que algo que uno quiere pero puede vivir sin eso es un lujo, y si la persona no puede vivir sin eso es una necesidad. Pero esto tampoco puede ser un indicador al cien por cien preciso.

Por ejemplo, nuestros sabios escribieron (Ketubot, pág. 67 b): «Un hombre vino a Rabí Nehemía y le dijo: “¿Qué estás comiendo?”. Él respondió: “Carne, aceite y vino añejo”. “¿Quieres comer lentejas conmigo?”. Tomó las lentejas y murió». En esta historia vemos que, aunque todos están de acuerdo en que la carne, aceite, y el vino añejo ciertamente son lujos, para este hombre eran tan necesarios que por eso murió.

También vemos ahí, en las palabras de nuestros sabios: «Nuestros sabios enseñaron: “Lo suficiente para su necesidad, lo que sea que le haga falta” (Deuteronomio 15). “Suficiente para su necesidad”, me ordenas que lo sustente pero no me ordenas que lo enriquezca. “Lo que sea que le haga falta”, incluso un caballo para montar y un esclavo para que corra delante de él. Se dice sobre el viejo Hilel que en cierta ocasión adquirió para un hombre pobre hijo de ricos un caballo para montar y un esclavo para que corriera delante de él. Una vez, no pudo encontrar a un esclavo que corriera delante de él, así que él mismo corrió tres millas delante de él».

Por lo tanto, podemos ver según las palabras de nuestros sabios sobre el versículo: «Todo lo que necesite», que incluso un caballo para montar y un esclavo que corra delante de él entran en la categoría de necesidad y no de lujo, ya que hablamos de un hombre pobre, como dice la Guemará, que Hilel tomó a un hombre pobre hijo de ricos. Y ciertamente, lo que damos a los pobres se llama «caridad», es decir, necesario, incluso cuando sea un caballo para montar y un esclavo que corra delante de él, aun así, se considera una necesidad. Por lo tanto, no podemos fijar el límite en donde termina la «necesidad» y comienza el «lujo».

Por consiguiente, resulta que el hombre pobre puede pedir que se le dé a modo de caridad lo que otros consideran como lujo. Esto significa que dijimos que el hombre pobre que pide caridad no siente tanta vergüenza porque para él la caridad es necesaria. Sin embargo, no podemos discernir entre la caridad y el obsequio, considerado lujo. Por el contrario, esto dependerá del carácter de la persona.

Cada persona tiene su indicador personal para determinar que se llama necesidad y que se llama lujo, porque puede vivir sin él. Cuando un hombre pobre no tiene el coraje de pedir a otro, cae bajo la definición de obsequio que le llega solamente como un despertar del dador.

Sin embargo, ¿quién puede determinar si lo que uno le pide a su amigo cae dentro de la categoría de caridad u obsequio? Solo el Creador conoce la medida de cada uno: Lo que hasta este punto se considera una necesidad y lo que de ahí en adelante se considera lujo.

Ahora hablaremos de estas cuestiones en asuntos de trabajo. Necesitamos discernir durante la plegaria, cuando una persona le pide al Creador que le ayude en el trabajo, si le pide caridad al Creador, esto es, una necesidad, y le dice al Creador que sin ella su vida no tiene sentido, es decir, que se siente desnudo y falto de todo, sin Torá y sin Mitzvot (preceptos). Siente que no hay ni una chispa de verdad en él y todas sus acciones se basan en la hipocresía y la mentira. Es decir, todo el cimiento sobre el cual construye su edificación de la Kedushá (Santidad) es un fundamento de amor propio.

Siente que cada día retrocede cuando debería haber avanzado. Pero él ve lo contrario, es decir, que cuando comenzó la labor de Santidad sentía más importancia en la Torá y el trabajo, y por eso asumió la Torá y el trabajo, valía la pena retirarse de las vanidades de este mundo y adherirse a la Torá y las Mitzvot porque le traería felicidad y un sentido a la vida, y estaba muy entusiasmado.

Pero ahora no entiende de dónde sacó esas fuerzas, porque si ahora alguien le dijera: «Déjalo todo, apártate de las vanidades de este mundo y comienza a trabajar en la Santidad», no cabe duda de que no podría escucharlo en su actual estado, tanto intelectual como emocionalmente.

Ciertamente debería decirse a sí mismo que entonces tenía fe y seguridad, pero ahora está lejos de todo eso. Resulta que todo el tiempo que estuvo ocupado en el trabajo fue para acercarse a la verdad, que es Dvekut (Adhesión) con el Creador, la cual anhelaba. Pero ahora ha retrocedido diez grados, lo que significa que ahora le falta entusiasmo por la Torá e importancia de la Torá.

Y es así aún más con la plegaria, no siente deseo por la plegaria porque el cuerpo le dice: «¿Qué te dará la plegaria? Puedes ver por ti mismo que cuanto más quieres trabajar, desciendes más, así que ¿por qué necesitas este trabajo?». Entonces, ¿Cómo puede esforzarse cuando ve que no puede avanzar ni un paso hacia delante?

Dado que, el hombre aprecia el reposo y es incapaz de renunciar al reposo a menos que sepa que obtendrá un placer mayor o algo más necesario. En ese momento tiene un motivo para renunciar al reposo, aunque no simplemente sin una recompensa. Por lo tanto, cuando ve que el esfuerzo que invirtió no le proporcionó nada de lo que pensaba que obtendría, se queda sin fuerzas para trabajar y queda muy debilitado.

Se mira a sí mismo y dice que si alguien viniera y le dijera: «Debes saber que en un tiempo, en unos meses o años, llegarás a un estado de desesperación, es decir, que no tendrás ningún avance, sino todo lo contrario, cada año estarás en una mayor bajeza de la que sientes ahora, porque ahora estás en un estado de bajeza y, por lo tanto, deseas comenzar el auténtico trabajo para alcanzar la verdadera meta para la que fuiste creado. Entonces, te digo que estás desperdiciando tus esfuerzos, pues conozco a muchas personas que pensaban como tú, que haciendo un pequeño esfuerzo verías resultados inmediatos, es decir, algún avance en el trabajo verdadero».

Yo le respondería: «Tú formas parte de los espías que difamaron la Tierra de Israel. Es exactamente como interpreta El Zóhar sagrado (Shelaj, Artículo 63): “Y retornaron de recorrer la tierra”. “‘Retornaron” significa que retornaron al lado del mal, retornaron del camino de la verdad. Dijeron: “¿Qué obtuvimos hasta hoy? Aún no vimos el bien en el mundo. Hemos trabajado en la Torá pero la casa está vacía, ¿quién será premiado con ese mundo y entrará en él? Mejor sería si no nos hubiéramos esforzado tanto”. Le dijeron y él dijo: “Hemos trabajado y hemos estudiado para conocer la parte de ese mundo, como se nos aconsejó. Y también fluyen allí la leche y la miel. Ese mundo superior es bueno, como sabemos por la Torá, pero, ¿quién puede ser recompensado con él?”».

Entonces, ahora dice que tras un tiempo trabajando, si le hubieran venido esos pensamientos al comienzo del trabajo cuando asumió que debía salir de la situación ordinaria llamada «hacer Mitzvot que enseñan las personas», y ser un auténtico siervo del Creador, le diría a estos pensamientos: «Ustedes son enviados de los espías. Por eso vienen a mí, para impedirme entrar en la tierra de Kedushá, llamada “Trabajo sagrado”». Él no solía escucharlos, pero ahora ve que él mismo está sintiendo el reclamo de los espías, y ahora le parece que esos no son los argumentos de los espías, sino sus propios argumentos, es decir, que nota que todo lo que siente es verdad.

Como hemos dicho anteriormente, la pregunta que surge es: «¿Cuál es la verdad?» ¿Acaso estaba en un grado más elevado al comienzo del trabajo que ahora después de varios años de trabajo y esfuerzo? Si es así, ¿Qué se puede decir sobre tal estado? Todo su trabajo fue en vano. Y no solo en vano, porque en vano significa que no ganó nada, y se encuentra en el mismo estado que antes de entrar en el trabajo sagrado con el fin de otorgar.

Pero aquí no es así, sino que más bien ha caído y ha perdido su estado anterior porque le falta la importancia y el entusiasmo por la Torá y las Mitzvot, le faltan la energía y la confianza que tenía. Cuando se ve a sí mismo hoy, está en un estado de «No me importa nada en absoluto». Parece como si debiera decir que ha descendido de su estado anterior, cuando comenzó su trabajo.

Pero lo cierto es que no es así. Hay una regla: No hay luz sin Kli (vasija). Esto significa que el Creador no satisface la necesidad del inferior si él no tiene una verdadera carencia.

Carencia no significa que le falta algo, es decir que uno no tenga algo. Como escribí en la alegoría (Artículo N° 6, 1986), acerca de unas elecciones que hubo en el país para elegir presidente. Había dos candidatos a la presidencia y varios grupos de presión que trabajaron en las elecciones, y cada uno de estos deseaba que el presidente al que apoyaba fuese el elegido. Finalmente, uno fue elegido y entonces hubo un cálculo con respecto a la carencia. Quién sintió que no era el presidente, pues al final solo puede haber un presidente.

Deberíamos decir que toda la gente en el país tiene una carencia, ya que debemos decir que no son presidentes. Sin embargo, hay que hacer una distinción en la carencia según la cantidad de dolor que sienten por no ser presidentes. Entonces, podemos decir que, aunque los ciudadanos comunes no son presidentes, no sienten ninguna carencia al respecto.

Aquellos que se dedicaron a convertir a alguien en presidente pero fue otro quien salió elegido como presidente, sienten dolor debido a esta carencia de que aquel para quien trabajaron no se convirtió en presidente. Sin embargo, quien realmente sufre es esa persona que pensó que sería elegido presidente, que se esforzó para ganar las elecciones, para conseguir que sus conciudadanos lo elijan y, al final, su rival fue el elegido. Siente verdaderos sufrimientos. Podemos decir de él que tenía una auténtica carencia de ser presidente porque había invertido esfuerzos en ello, y en consonancia con los esfuerzos que ha invertido, en esa misma medida, siente los sufrimientos.

Por lo tanto resulta que aquí, en el trabajo del Creador, al comenzar su trabajo tenía energía, confianza y gran importancia de la Torá y la plegaria porque en ese momento tenía la gracia de la santidad y sentía que el trabajo del Creador es importante. Sin embargo, esto todavía no era considerado una «carencia» que el Creador satisfaría –una carencia se llama Dvekut (adhesión) con el Creador– ya que la falta y el dolor de no tener Dvekut con el Creador aún no se sentía en él porque todavía no había invertido esfuerzos en ello, pues acababa de comenzar el trabajo.

Pero cuando no ve resultados después de un largo período de tiempo haciendo esfuerzos y no ve una satisfacción a su carencia, empiezan a entretejerse en él tormentos y dolor, porque ha hecho esfuerzos pero no ve progreso en su trabajo. En ese momento, los pensamientos empiezan a llegar de uno tras otro. A veces es con chispas de desesperación, y a veces se fortalece, pero luego ve una vez más que ha caído de su estado, y así sucesivamente. Finalmente, se forma una verdadera carencia en él, la cual ha obtenido mediante el esfuerzo en ascensos y descensos. Estos ascensos y descensos lo dejan con dolor cada vez que no se le ha concedido Dvekut con el Creador. Finalmente, cuando la copa de esfuerzo se ha llenado en su totalidad, se llama Kli. Y entonces el llenado viene por parte del Creador, ya que ahora posee un verdadero Kli.

Resulta que, al ver que, ahora, después de varios años de trabajo, ha retrocedido, esto ocurre deliberadamente para que le duela el no tener Dvekut con el Creador. Resulta que debe ver que cada vez se está acercando más a la construcción del Kli, llamado «Verdadera carencia». Es decir, su medida de Katnut (pequeñez) y Gadlut (grandeza) de la carencia es en la medida de sufrimientos que siente por no tener el llenado, que aquí se denomina «Dvekut con el Creador», donde lo único que quiere y anhela es dar contento al Creador. Antes de que se complete la carencia, es imposible que el llenado llegue completamente. Sabemos que lo que viene desde arriba siempre es completo. Por lo tanto, la carencia también debe ser completa, lo que significa que sentirá dolor y carencia por no tener nada, es decir, deberá sentir que no tiene Torá, ni trabajo ni temor al cielo.

Aunque en práctica se dedica a las Mitzvot, aprende Torá, se levanta antes del amanecer y es cuidadoso tanto con las cosas levee como con las severas, y si otros hicieran lo que él hace, se verían a sí mismos como justos completos, sin embargo, él siente que está completamente vacío. Esto es así porque quiere ser recompensado con Dvekut con el Creador, y para eso debe tener un solo pensamiento, es decir, que todas sus acciones sean con el fin de otorgar, y ve que se encuentra muy lejos de eso.

Por lo tanto, se dice a sí mismo: «¿Qué estoy ganando al dedicarme a la Torá y Mitzvot? Todo mi cálculo fue que por medio de ello alcanzaría Dvekut con el Creador. Sin embargo, no veo que me haya movido un poco más cerca, ¡sino más bien al contrario!». Por lo tanto, esta persona no está pidiendo lujos, sino solo por una necesidad, para tener algo con lo que revivir su alma con un poco de espiritualidad y no hundirse en el amor propio.

Resulta que él siente que está completamente desprovisto de espiritualidad. Sin embargo, otros no tienen esta sensación de estar lejos de la espiritualidad. Por el contrario, vemos que el resto de las personas, si pueden rezar todos los días en un Minyán (un mínimo de diez participantes en la plegaria), se sienten completos. Y es así aún más con las personas que vienen a estudiar su página diaria después del trabajo, ciertamente se sienten completos, y no tienen demandas al Creador para que los ayude a tener la fuerza de caminar por el sendero del Creador, sino que oran para que el Creador los ayude a seguir con su rutina. Por consiguiente, ya están satisfechos con la vida.

Es más, aquellos «Cuya Torá es su oficio» ciertamente se sienten completos y alaban siempre al Creador por haberles dado la mente y el deseo de no sentarse entre los ociosos. Aunque le rezan al Creador para que los ayude con el asunto de Lishmá (en Su nombre) que han escuchado que existe, pero esto lo consideran un lujo. Ellos observan lo principal de la Torá y Mitzvot, pero les falta ese asunto de trabajar Lishmá. Es cierto que uno debe dedicarse a Lishmá, pero esto le corresponde a unos pocos elegidos.

Por lo tanto, incluso cuando piden para que el Creador les conceda el aprendizaje de la Torá Lishmá, lo consideran un lujo y no una necesidad, porque gracias al Creador sienten que están entre los elegidos de la nación, que están en la «Luz de las vanidades de la Torá» y para ellos, «Su Torá es su oficio».

Por lo tanto, a fin de cuentas es lo mismo que dos personas pidan al Creador que les conceda sus peticiones. Debemos discernir entre ellos no por su plegaria, sino por la razón de la plegaria: uno lo quiere porque su alma desea lujos, resulta que está pidiendo un obsequio. Pero es de mala educación pedir obsequios. Por lo tanto, no se le puede conceder su petición ya que uno no pide obsequios, sino que estos solo provienen del Dador, es decir, el Dador se despierta para dar el obsequio al receptor. Por esta razón, resulta que el inferior está lleno de reclamos hacia el Creador por no escuchar su plegaria, ya que reza por los obsequios cada día, pero no está siendo escuchado. Por lo tanto, sostiene que hay algo que está mal con el superior.

Pero el superior sostiene que el inferior está equivocado, pues está llorando para recibir regalos. Eso que cree que necesita es meramente un lujo para él. Por lo tanto, si se corrigiese y viera la verdad, es decir, si demandara una necesidad, lo cual es caridad, entonces la caridad viene dada gracias al despertar del inferior, pues lo habitual es que los pobres pidan. Y cuanto más necesaria sea la petición, en mayor medida será aceptada.

Esto es lo que se explicó anteriormente (Ketubot, pág. 67b), que la carne y el vino pueden ser lujos para todo el mundo, pero para aquel que vino hasta Rabí Nehemia eran una necesidad. La evidencia es que le dio lentejas para comer y murió.

Con esto entenderemos por qué vemos que después de haber invertido muchos esfuerzos para lograr Dvekut con el Creador, al final, la persona ve que se ha vuelto peor que antes de comenzar a hacer el trabajo sagrado para corregirse. Es decir, es como si las correcciones que ha hecho fueran en vano, inútiles, pero es todo lo contrario.

La respuesta es que, en realidad, ha hecho un gran avance, pero debemos discernir entre el progreso hacia la luz y el progreso hacia el Kli. La naturaleza humana es considerar el progreso hacia la luz, ya que la luz es todo lo que el hombre anhela. Resulta que las cosas que no iluminan, no le interesan en absoluto porque ¿qué le dará si tiene una gran carencia? Existe una regla según la cual el hombre quiere las cosas que le dan placer, así que cuando quiere saber si ha avanzado, examina cuánto se ha acercado a la luz.

Pero, lo cierto es que no hay luz sin un Kli. Por lo tanto, primero debe avanzar hacia el Kli. Es decir, existe un avanzar en la carencia. Al comienzo de su trabajo, su carencia no le fue revelada y anhelaba la luz, aunque también entonces tenía una carencia: Que no tenía luz.

Pero esto es similar a lo que hace la gente, a veces una persona pierde un objeto importante que vale una hora de su trabajo según lo que gana al día. Si, por ejemplo, gana ocho dólares al día, no trabajará por menos de un dólar por hora. Más bien, el descanso será más importante para él. Pero si pierde un objeto que vale un dólar, lo buscará durante dos horas hasta que lo encuentre. Esto suscita una pregunta: «¿Por qué trabaja una hora para ganar medio dólar?».

La respuesta es que hay una diferencia entre renunciar a una ganancia y perder patrimonio. Lo que posee y luego lo pierde, aunque sea algo pequeño, es importante para él porque estuvo en su poder pero después lo perdió. No sucede así con algo que nunca obtuvo. Vale la pena hacer grandes esfuerzos por algo grande, pero si no, el reposo será más importante para él.

Lo mismo ocurre con nosotros. Cuando se tiene un deseo de alcanzar Dvekut con el Creador, esa carencia es llamada «renunciar a una ganancia». Es decir, siente la carencia de que tal vez no se beneficie, y por eso se va a trabajar. Pero no se considera una verdadera carencia apta para revestir la abundancia superior.

Pero si ya ha invertido varios años de trabajo, es como perder parte de su patrimonio. Es decir, ha perdido varios años de esfuerzo sin ganar nada. Entonces esta carencia se considera como tal, porque produce en él tormentos y dolores.

Por lo tanto, vemos que los grandes esfuerzos que invertido pensando que pronto el Creador lo ayudará y será recompensado con Dvekut con Él, y cuanto más avanza con respecto al deseo de Dvekut por los grandes esfuerzos invertidos y más siente que se esfuerza, tanto más ve lo contrario: Que el cuerpo se resiste completamente al asunto del otorgamiento.

En ese momento, aparece en él un entendimiento de que necesita Su ayuda. Y entonces, no estará pidiendo lujos, sino que quiere ser un simple judío que cree en el Creador, que Él, Bendito sea Su nombre, es el «Bueno y hace el bien». Quiere alabar al Creador y decirle: «Bendito es Aquel que dijo: “Que exista el mundo”», simplemente, sin grandes alcances en la Torá y Mitzvot con intenciones, sino sencillamente ser capaz de alabar al Creador y agradecerle por haberlo creado.

Dado que ahora ve que ni siquiera tiene el deseo ni la pasión por la Torá y el trabajo que tenía cuando comenzó a trabajar, esto es por dos razones, que son una:

1) La razón por la que comenzó a aceptar el yugo de la Torá y Mitzvot fue construida sobre vasijas de recepción. Al principio el cuerpo anhelaba recibir el deleite y el placer porque sentía que podía recibir de la espiritualidad más satisfacción en la vida, es decir, que el deseo de recibir tendría algo que recibir, ya que los placeres corporales no le daban satisfacción en la vida. Pero ahora que ha comenzado a trabajar con el fin de otorgar, su cuerpo se resiste.

El cuerpo acepta esforzarse si puede obtener ganancia. Pero ahora que le ha dicho al cuerpo: «Guarda la Torá y Mitzvot y con eso, es decir, con el poder de guardar la Torá y Mitzvot, serás capaz de no dar al cuerpo ningún placer o recompensa en retribución por tu trabajo». Por lo tanto, cuando el cuerpo escucha que tendrá recompensa, pero que esta será tener la fuerza para no darle al cuerpo ninguna retribución por su trabajo, ese es el motivo por el que ahora no tiene fuerzas para trabajar como hacía antes de comenzar a trabajar con el fin de otorgar, cuando el cuerpo esperaba placeres mayores de los que recibía de los placeres corporales. Por lo tanto, para esto sí tenía combustible y no hallaba ninguna objeción del cuerpo, ya que el cuerpo esperaba que el deseo de recibir obtuviera más placeres ahora.

Sin embargo, debemos saber que el cuerpo no tiene otro idioma, con el cual podría querer realizar el trabajo sagrado. Nuestros sabios dijeron acerca de esto: «Uno siempre debe dedicarse a la Torá y Mitzvot Lo Lishmá (no en Su nombre) porque con ello llegará a Lishmá (en Su nombre)». Resulta que el comienzo de su entrada al trabajo fue bueno. Es decir, debemos prometer al cuerpo que, Dios no quiera, no dañaremos su deseo de recibir. Por el contrario, al observar la Torá y Mitzvot, el deseo de recibir tendrá una verdadera satisfacción en la vida, y su deseo de recibir notará que, precisamente al observar la Torá y Mitzvot, sentirá que es el hombre más feliz del mundo en toda su generación.

Pero después de haber empezado el trabajo y saber que lo principal es lograr Dvekut con el Creador, lo cual recibe el nombre de «Hacerlo todo con el fin de otorgar», el cuerpo comienza a oponerse a ese trabajo. Sin embargo, hay un gran beneficio en esta resistencia del cuerpo, ya que con esto la persona desarrolla una gran carencia, es decir, que sufre por estar lejos de la Dvekut con el Creador. En ese momento, cuanto más lo lamenta, más necesitado se vuelve de la ayuda del Creador, ya que entonces ve que el hombre no puede salir por sí solo del amor propio, sino que únicamente el Creador mismo puede ayudarlo. Esta no es una cuestión de comprensión, sino de sensación. Es como está escrito (Salmos, 127): «Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la construyen».

Como resultado, uno debe creer que todas las vicisitudes que lo llevaron hasta su actual estado fueron para que tenga la capacidad de entregar una verdadera plegaria desde lo más profundo del corazón. Sin embargo, la inclinación al mal le trae al hombre puntos de vista opuestos, porque cuando uno tiene la oportunidad de pedir al Creador desde lo más profundo de su corazón, es decir, cuando mente y corazón han llegado a la decisión de que ahora solo el Creador puede ayudarlo puesto que ahora puede dar una plegaria verdadera, viene la inclinación al mal y lo lleva a la desesperación, como argumentan los espías. Podemos decir al respecto: «Los caminos del Creador son rectos, los justos andarán por ellos y los malhechores tropezarán en ellos».

Con lo dicho anteriormente, entenderemos lo que preguntamos acerca del versículo: «El que odie los obsequios, vivirá». No significa que no deba recibir obsequios. Ahora bien, si él odia los obsequios porque quiere trabajar con el fin de otorgar, odiará por ende ser receptor, pero recibirá los obsequios porque el Creador así lo quiere. Esto se llama «Recibir con el fin de otorgar», ya que él no despertará al Creador para que le dé lujos, sino al contrario, le estará pidiendo al Creador por una necesidad. Y no importa si otros lo consideran un lujo, pues cada uno trabaja de acuerdo a sus propias sensaciones y es irrelevante lo que su amigo tenga. Si más adelante el Creador le da un obsequio, lo recibe con el fin de otorgar.

De esto resulta que, si uno le pide al Creador que le dé vasijas de otorgamiento, dependerá del carácter de cada persona. Es decir, podremos decir que para uno se trata de un lujo pero para otro es una necesidad.