<- Biblioteca de Cabalá
Seguir leyendo ->
Inicio de la Biblioteca de Cabalá /

Rabash / Debemos distinguir siempre entre Torá y trabajo

Baruj Shalom HaLevi Ashlag (Rabash)

Debemos distinguir siempre entre Torá y trabajo

Artículo 21, 1985

Debemos distinguir siempre entre la Torá y el trabajo. La «Torá» es un discernimiento por sí mismo. Entonces no podemos hablar acerca de la persona, sino más bien como si el hombre no apareciera allí en absoluto. En cambio, hablamos de la Torá por sí misma, considerada como los nombres del Creador, y observamos su importancia, es decir, de quién hablamos.

En otras palabras, siempre debemos recordar que estamos hablando del Rey, de cómo Él ha establecido el orden y la conducción, de cómo Sus sagrados nombres otorgan a las almas que recibirán y podrán existir tal como las revelan, como está escrito: «¿Quién subirá al monte del Creador y se levantará en Su lugar sagrado?».

Cuando uno presta atención y siente de quién habla, que está hablando del Creador, aun así no tiene el entendimiento para tener alguna conexión y de ese modo entender que está hablando del Creador; y solo debe creer que toda la Torá son los nombres del Creador. Sin embargo, Él está revestido de leyes y conductas que uno debe guardar en las Mitzvot entre el hombre y el Creador o entre el hombre y el hombre, o en historias y relatos, o bien se reviste del lenguaje de la Cabalá y los nombres sagrados. En ese momento debemos recordar que la interioridad vestida con esas vestiduras es solo Divinidad. Esto se llama «Toda la Torá son los nombres del Creador».

Por lo tanto, cuando estudiamos la Torá, debemos aprenderla con el camino de la tierra. Es decir, debemos recordar de quién estamos hablando y de este modo poder atraer la luz de la Torá y sentir que «Ellos son nuestras vidas y la duración de nuestros días». Por supuesto, cuando estudiamos con la intención anteriormente mencionada, uno puede ser feliz porque está adherido a la vida de las vidas, llamada «Pues ellos son nuestras vidas y la duración de nuestros días». Esto es así porque uno comienza a sentir el discernimiento de «Hacer el bien a Sus creaciones», que fue la razón de la creación de los mundos.

Debemos extraer este bien de la Torá, y esto se considera decir solamente alabanzas sobre la Torá y no pensar en absoluto en el hombre. Por lo tanto, al aprender la Torá, una persona está en plenitud de acuerdo con la regla: «Uno está donde están sus pensamientos». Uno debe recibir vitalidad en ese momento para el resto del día, ya que esto se llama «Un tiempo separado para la Torá y un tiempo separado para la plegaria” pues lo uno contradice a lo otro».

El tiempo del trabajo es algo totalmente diferente. El trabajo se relaciona específicamente al hombre, mientras que la Torá se relaciona específicamente al Creador, que se llama «La Torá del Creador». Sin embargo, el trabajo se relaciona específicamente con el hombre porque el hombre debe trabajar, como está escrito: «Porque el hombre nace para el trabajo».

Dado que el hombre es la creación y la creación es carencia, existencia a partir de la ausencia, y esa existencia llamada «Deseo de recibir» debe ser llenada porque ese es el propósito de la creación. Y puesto que hubo un Tzimtzum (restricción) sobre ese deseo para poder estar en equivalencia de forma, es necesario corregir y eliminar el Tzimtzum sobre ese deseo para que pueda alcanzar la meta llamada «Su deseo de hacer el bien».

Para eliminar el Tzimtzum se nos dio el remedio: la Torá y las Mitzvot (preceptos). Esto se llama: «Creé la inclinación al mal; y creé la Torá como condimento». Y aquí, en el asunto del trabajo, debemos discernir si uno está avanzando hacia la meta de eliminar el Tzimtzum, lo que significa que si hay chispas de otorgamiento, es decir, que ya ha recibido algo del remedio de la Torá y las Mitzvot bajo la forma de purificar el pensamiento y el deseo, ya se encuentra en un estado de autocrítica en la cuestión del trabajo.

Pero uno no debe criticarse a sí mismo en absoluto con la Torá, sino que debe estudiar la Torá tal como es. Todo lo que tenemos que hacer es buscar consejo sobre cómo apreciar la Torá, porque la Torá en sí misma es una realidad llamada «Los nombres del Creador». De esto se deduce que cuando aprendemos algunas leyes o principios morales de la Torá, o incluso solo historias, o la forma de trabajar, todo esto todavía no se considera como la Torá. Solo aprendemos esto de la Torá, pero la Torá misma no tiene relación con la criatura, sino solo con el Creador, ya que son los nombres del Creador.

Es decir, la Torá se llama «La revelación de la Divinidad», y esto se llama la «Interioridad de la Torá». Lo que se revela fuera, las leyes y la moral, y las formas de trabajo, y las historias, todas ellas se llaman «Vestidos en la Torá», es por eso que se les llama la «Exterioridad de la Torá». Pero los nombres del Creador se llaman «Interioridad de la Torá».

De acuerdo con lo anterior debemos preguntar: «Si la Torá en sí misma se refiere al Creador que es la Divinidad, entonces esto se asemeja a la interpretación solamente. ¿Qué se puede deducir del estudio de la Torá si no comprende nada en relación a sí mismo?» Nuestros sabios dijeron acerca de esto: «Grande es el aprendizaje que conduce a la acción» (Kidushín, Pág. 40, y Baba Kama 207). En otras palabras, la luz de la Torá, que es la interioridad, ilumina al hombre para que pueda tener fuerzas y realizar buenas acciones. Esto se logra con la fuerza de la Torá, que proporciona al hombre fortaleza para poder hacerlo, como está escrito: «Lo que el Creador ha creado para hacer».

Este es el significado de las palabras de nuestros sabios: «Un tiempo por separado para la Torá y otro tiempo por separado para la plegaria» pues lo uno contradice a lo otro. Porque mientras estudiamos la Torá uno debe pensar únicamente sobre la importancia de la Torá y no sobre sí mismo. Sin embargo, durante la plegaria, uno debe en primer lugar revelar todas sus carencias para poder pedir que sean llenadas, porque no hay carencia si no se busca.

Las carencias únicamente están reveladas en la corporalidad porque provienen del deseo de recibir, y el deseo de recibir es revelado. No ocurre así en la espiritualidad, donde toda la estructura de la Kedushá (Santidad) se construye sobre la base del deseo de otorgar y porque atribuimos el deseo de otorgar a la criatura.

Hemos explicado que Maljut llamada «Deseo de recibir», quiere la equivalencia de forma llamada «Otorgar». Por lo tanto, cuando este asunto se extiende a los seres creados que llegaron después del rompimiento que tuvo lugar y después del pecado del árbol del conocimiento, entonces, esa carencia en la que uno siente que le falta el Kli (vasija) llamado «Deseo de otorgar», ya no está presente.

En vez de eso, uno debe esforzarse hasta que sienta la falta de deseo de otorgar. En la medida que uno sienta esa carencia podrá rezar al Creador para que lo ayude, para que le dé ese Kli y que todas sus preocupaciones sean solamente porque carece de esta fuerza llamada «Deseo de otorgar». En la medida que se encuentre alejado de ese Kli, debe lamentarse y pedir la misericordia del Creador para que Él lo salve y le conceda ese deseo.

Es más, podemos decir que uno debe pedir al Creador que le dé esa carencia, es decir, sentir que está desprovisto del deseo de otorgar y que eso es lo único que le impide alcanzar la espiritualidad, ya que esa carencia no llega por sí sola.

Por lo tanto, según lo anterior, el Creador debe dar al hombre ambas cosas: el Kli y la luz. Con esto podemos interpretar el versículo: «Tú me has formado por detrás y por delante». «Por detrás» quiere decir el Kli; «Por delante» quiere decir la parte anterior, que es el llenado. Y resulta que tanto la luz como el Kli ambos provienen de Él.

Este es el significado de lo que dijeron nuestros sabios (Kidushín, 30): «Nuestros sabios dijeron: “Vesamtem (Y pondrán) que significa Sam Tam (poción completa), la Torá es una poción de vida”». Esto es lo que el Creador dijo a Israel: «Hijos míos, creé la inclinación al mal; y le creé la Torá como condimento. Si se dedican a la Torá, no caerán en sus manos». El asunto es que la luz en la Torá, que es la interioridad de la Torá, nos reforma. No obstante, debemos aspirar a recibir la luz de la Torá durante el estudio, tal como se explica en la «Introducción al Estudio de las Diez Sefirot”, Punto 17.