Baruj Shalom Ha-Levi Ashlag (Rabash)
Ven al Faraón – 1
Artículo 19, 1985
«Ven al Faraón». Esto resulta desconcertante. ¿No debería haber dicho: «Ve al Faraón?». El Zóhar lo explica (Bo, punto 36): «Pero Él metió a Moshé al interior de habitaciones dentro de habitaciones, a un fuerte lagarto superior. Cuando el Creador vio que Moshé temió, el Creador dijo: «He aquí que Yo estoy contra ti, Faraón rey de Egipto, el gran lagarto que yace dentro de sus ríos». El Creador tuvo que librar una guerra contra él y no otro, como tú dices: «Yo el Señor» y ellos explicaron: «Yo y no un enviado». Resulta que «Ven» significa nosotros dos juntos.
Para interpretarlo en el trabajo del Creador, primero tenemos que saber cuál es nuestra demanda por dedicarnos a la Torá y Mitzvot (preceptos). Es decir, qué recompensa pedimos a cambio de ello. La recompensa debe ser clara, para poder entender que nos conviene renunciar a los placeres corporales, si comprendemos que esto interfiere para alcanzar la meta, la cual es nuestra recompensa– que por medio de ocuparnos de la Torá y las Mitzvot, recibiremos este objetivo sublime, el cual es la recompensa por haber renunciado a los placeres corporales.
Por lo tanto, es preciso saber que la principal recompensa que deseamos por cumplir con la Torá y Mitzvot es Dvekut (adhesión) con el Creador, que es la equivalencia de forma, como en «Y adherirnos a Él». Así lo dijeron nuestros sabios (Baba Batra, 16): «El Creador creó la tendencia al mal, y para ello creó la Torá como condimento». Porque este es el Kli (vasija) en el que podemos recibir el propósito de la creación: llamado «Hacer el bien a sus creaciones», que recibe el nombre de «La revelación de su Divinidad a sus criaturas en este mundo», como está escrito en el ensayo Matán Torá (La entrega de la Torá).
Se sabe que la esencia del trabajo es formar el Kli. Pero el llenado, es decir, la abundancia que se vierte en el Kli; proviene del superior y es su deseo de beneficiar sus creaciones. Ciertamente, desde su perspectiva; nada le impide darnos y todas las carencias que experimentamos se deben a que no tenemos los Kelim (vasijas) para recibir la abundancia, ya que nuestros Kelim provienen de la ruptura. Esto es así porque debido a la ruptura de las vasijas que tuvo lugar en el mundo de Nekudim, surgieron las Klipot (cáscaras), que reciben con el fin de recibir porque, en la espiritualidad, una ruptura es algo parecido a romper una vasija en la corporalidad. Con una vasija física, cuando está rota y vertemos en ella un líquido; este se derrama. Del mismo modo, en la espiritualidad, si un pensamiento con deseo de recibir para sí mismo entra en el Kli; la abundancia se derrama hacia los externos, es decir; fuera de la Kedushá (Santidad).
Kedushá significa «Para el Creador». Cualquier cosa que esté fuera de «Para el Creador» se llama: Sitra Ajra (arameo: el otro lado), es decir; el otro lado de la Kedushá. Por eso decimos que, Kedushá significa otorgar y Tumá (impureza) significa recibir. Por tal razón, nosotros, que nacimos después de la ruptura, y nuestro deseo es solamente recibir. Por lo tanto, no se nos puede dar abundancia ya que, sin duda; todo iría al lado de Sitra Ajra.
Esta es la única razón por la que estamos lejos de recibir el deleite y el placer que el Creador preparó para nosotros; porque todo lo que Él nos pueda dar no permanecería en nosotros, sino que se perdería; como dijeron nuestros sabios: «¿Quién es un necio? Aquel que pierde lo que se le ha dado». Esto significa que la razón esencial por la que pierde es por ser un necio.
Pero, ¿por qué un necio debe perder y un sabio mantiene aquello que se le da y no lo pierde? Debemos interpretar que un tonto es llamado aquel que permanece en su naturaleza, que es el amor propio y no se afana en artimañas para poder salir del deseo de recibir. Aunque hay numerosas formas y artificios para salir de la naturaleza propia, él permanece tan desnudo como el día que nació, sin ninguna otra vestidura, una vestidura llamada: «El deseo de otorgar», porque con una vestidura de otorgamiento puede vestir el deleite y placer que debe recibir.
Sin embargo, a veces una persona comienza el trabajo de otorgamiento y le explica al cuerpo que este es todo el propósito del trabajo: Recibir vasijas de otorgamiento. Pero después de todas sus discusiones con el cuerpo, este le dice: «No puedes cambiar la naturaleza que el Creador ha creado. Y puesto que la creación es considerada como: “Existencia a partir de la ausencia”, es solo en forma de deseo de recibir: Entonces ¿Cómo te atreves a decir que puedes cambiar la naturaleza que el Creador ha creado?».
Por eso se dijo: «Ven al Faraón», es decir; que iremos juntos. Yo también iré contigo para cambiar la naturaleza y lo único que quiero es que me pidas que te ayude a cambiar tu naturaleza, desde un deseo de recibir a un deseo de otorgar; como dijeron nuestros sabios (Sucá, 52): «La tendencia del hombre se sobrepone todos los días y si no fuera por la ayuda del Creador, no la puede vencer».
Sin embargo, debemos entender por qué el Creador necesita que se le pida Su ayuda. Esto es comprensible con alguien de carne y hueso, que desea el honor de ser requerido, para que se sepa que él lo ha ayudado. Pero ¿Cómo puede decirse algo semejante acerca del Creador? Sin embargo, la ley «No hay luz sin un Kli» significa que es imposible dar llenado a alguien si no tiene carencia. Mientras no haya una carencia por algo, aunque sea concedido, la persona no lo disfrutará. Por lo tanto, no será capaz de apreciarlo y no se cuidará de que no se lo roben.
En otras palabras, hay gente que sí entiende la importancia del asunto y se la arrebatarán. Por eso la persona debe pedir ayuda al Creador para que, si se le da una iluminación desde arriba sepa cómo protegerla y que los externos no se la quiten, ya que ellos conocen muy bien el valor de toda iluminación de Kedushá.
Por esta razón, cuando una persona pide ayuda al Creador -y la verdadera petición comienza precisamente cuando uno ve que es incapaz de ayudarse a sí mismo- entonces sabe con toda certeza que no hay más opción salvo pedir al Creador que lo ayude. De lo contrario, permanecerá separado de la Kedushá y no tendrá forma de salir del estado de amor propio. Por lo tanto, cuando el Creador lo ayuda, él ya sabe que esta es una posesión valiosa que debe guardar cuidadosamente para que los externos no se la arrebaten.
Asimismo, dijo el Arí (El Estudio de las Diez Sefirot, parte 7, p.495): «Este es el significado de la persecución de la tendencia al mal y la Sitra Ajra para hacer que los justos pequen y aferrarse a la Kedushá. Esto es así porque solamente obtienen vitalidad a través de ellos. Cuando el bien y la Kedushá aumentan, sus vidas se extienden. Por lo tanto, de ahora en adelante no debemos sorprendernos que la tendencia al mal persigue al hombre para que peque».
De ese modo, para evitar perder lo que le ha sido otorgado, uno debe hacer en primer lugar grandes esfuerzos, ya que cuando algo llega a la persona a través del esfuerzo tiene cuidado de guardarlo y no perderlo. Pero durante el esfuerzo, cuando la persona ve que aún queda mucho para terminar el trabajo, a veces huye de la batalla y cae en la desesperación. En ese momento necesita hacerse más fuerte, creer en el Creador, que Él le ayudará.
El hecho que la ayuda no haya llegado todavía es porque él no ha aportado suficiente cantidad y calidad en el trabajo para preparar la carencia y recibir el llenado, como está escrito (Introducción al Estudio de las Diez Sefirot, punto 18): «Si alguien practica la Torá y no tuvo éxito en remover la mala tendencia de sí mismo, es o porque fue negligente en dar el esfuerzo y trabajo obligatorio para la práctica de la Torá, como está dicho, “no me esforcé y encontré, no lo creas”, o puede ser que hayan completado la “cantidad” de esfuerzo necesaria, pero han sido negligentes en la “calidad”».
Por lo tanto, es preciso prestar atención a «Ven al Faraón» y creer en medio de los peores estados posibles y no huir de la batalla, sino confiar siempre que el Creador puede ayudar y dar a la persona, ya sea que necesite una ayuda pequeña o una gran ayuda.
En realidad, aquel que comprende que necesita una gran ayuda del Creador porque es peor que los demás, es más capaz de que su plegaria sea aceptada, como está escrito: «Cercano está el Señor a los quebrantados de corazón y salva a los abatidos de espíritu».
Por lo tanto, uno no debe decir que no es digno que el Creador lo acerque, el motivo es ciertamente que está siendo perezoso en su trabajo. En cambio, uno siempre debe sobreponerse y no permitir que los pensamientos de desesperación invadan su mente, como dijeron nuestros sabios (Berajot, 10): «Aunque una espada afilada esté sobre su cuello, no debe renunciar a que haya misericordia con él», como está escrito (Job, 13): «Aunque el Señor me mate, yo en Él confío».
Debemos interpretar que «Una espada sobre su cuello» significa que incluso si el mal en la persona, llamado «Amor propio», se coloca en su cuello y quiere separarla de la Kedushá mostrándole que es imposible salir de su dominio, debe afirmar que eso que ve es verdad.
Sin embargo, «No debe renunciar a que haya misericordia con él», porque en ese momento debe creer que el Creador puede darle misericordia, es decir; la cualidad de otorgamiento. Es decir, es cierto que por sí solo uno no puede salir del dominio de la recepción para sí mismo. Pero desde la perspectiva del Creador, cuando Él lo ayuda, por supuesto que puede sacarlo. Esto es lo que significa lo que está escrito: «Yo soy el Señor tu Dios, que los sacó de la tierra de Egipto para ser su Dios».
Esto es lo que decimos cuando leemos Shemá –la cual es la aceptación del yugo del reino de los cielos– que debemos saber que el Creador es quien saca a la persona del dominio de la recepción, que recibe el nombre de «Separación» y lo admite en la Kedushá. Entonces, «Para ser vuestro Dios» se cumple, pues en ese momento uno es considerado «Pueblo de Israel» y no un «Pueblo de la tierra».
Nuestros sabios dijeron acerca de esto (Pesajim, 118): «Rabí Yoshua Ben Levi dijo: «Cuando el Creador le dijo a Adam HaRishón: “Espinos y cardos crecerán para ti”, sus ojos se llenaron de lágrimas». Y le dijo a Él: «Señor del mundo, ¿Acaso yo y mi asno comeremos del mismo comedero?» Al decirle: «Ganarás (comerás) el pan con el sudor de tu frente» su mente se serenó de inmediato.
No obstante, debemos comprender el argumento de Adam HaRishón, que indagó acerca del acto del Creador, esto es, por qué merecía alimentarse del mismo comedero que el asno. Que es una queja valedera. Y la prueba es que el Creador le aconsejó que comiera pan. Si no fuera una queja válida el Creador no hubiera aceptado su argumento, es decir: «¿Acaso yo y mi asno comeremos del mismo comedero?» es difícil de comprender. ¿Cuál es la ventaja? Al fin y al cabo, nuestros sabios dijeron (Sanedrín, 38): «El hombre nació en la víspera de Shabat para que, en caso de que cayera en la soberbia, se le dijera: “El mosquito fue creado antes que tú”».
Por consiguiente, si el mosquito fue su precursor, ¿A qué viene esa queja de alimentarse del mismo comedero que el asno? Pero debemos interpretar que después del pecado cayó en el amor propio. Y resulta que se volvió parecido al asno, que lo único que entiende es el amor propio. Eso es lo que significa: «Sus ojos se llenaron de lágrimas y dijo: “¿Acaso yo y mi asno comeremos del mismo comedero?” es decir, del mismo discernimiento que es el amor propio».
Por eso se le dio este consejo: «Ganarás el pan con el sudor de tu frente». El pan es considerado el alimento del hombre. Es decir, a través del trabajo en «Ganarás el pan con el sudor de tu frente», que es el alimento del hombre, él deja de ser «Pueblo de la tierra» y recibe el nombre de «Pueblo de Israel», que es Yashar-El (directo al Creador).
Pero la condición de Egipto, que era el pueblo de Israel en el exilio, ya que Egipto recibe el nombre de «nación semejante al asno», quiere decir que la intención es exclusivamente para el amor propio. Por tal motivo, en aquel entonces la salvación de Israel fue que el Creador los sacara de Egipto. Y por eso la necesidad de intentar aceptar el yugo del reino de los cielos, «Yo soy el Señor tu Dios, que te sacó de la tierra de Egipto para ser tu Dios», pues gracias precisamente a la fuerza de Dios podemos salir de Egipto y ser recompensados con «Para ser tu Dios».