Acerca de los difamadores
Artículo 18, 1985
Está escrito en El Zóhar (Bo, Punto 1): «Rabí Yehuda empezó y dijo: “Bienaventurados aquellos que conocen la aclamación”. Vean cuanto las personas deben seguir el camino del Creador y guardar las Mitzvot (preceptos) de la Torá para que, a través de eso, sean recompensados con el mundo por venir y se salven de todos los difamadores arriba y abajo. Esto es así porque del mismo modo que hay difamadores en el mundo abajo, también los hay arriba, dispuestos a difamar sobre las personas».
Debemos entender qué son los difamadores abajo. Solo podemos comprenderlo en relación a arriba, que cuando queremos dar algo a una persona, los difamadores llegan y se quejan de esa persona diciendo que no deberíamos darle aquello que se le va a conceder. Pero abajo, surge la pregunta: «¿Ante quién se están quejando de esta persona?».
Debemos interpretar que los difamadores llegan ante la propia persona. Si el hombre quiere ir por el camino que sube hasta el otorgamiento al Creador, los difamadores vienen y le dicen: «El camino del otorgamiento no es para ti; este camino solo es apto para unos pocos elegidos con cualidades y talentos especiales, con corazones valientes, fuertes y heroicos, y que tienen fuerzas para sobreponerse, etc. Pero no es para ti porque careces de las cualidades de aquellos que son sobresalientes. Por lo tanto, es mejor para ti que “yo resido dentro de mi pueblo”, y que sigas el camino de toda la gente en vez de tener el deseo de ser excepcional».
Rabí Yehuda nos dice al respecto: «Bienaventurados aquellos que conocen la aclamación». Rashi interpreta que ellos saben cómo complacer a Su Creador. ¿Con qué lo complacen? Que Él les otorgue abundancia. Rabí Yehuda interpreta acerca de esto que ellos deben ir por el camino del Creador y observar las Mitzvot (preceptos) de la Torá. Debemos entender qué son los «Caminos del Creador». Y sobre esto llega el versículo que nos dice: «Porque no son Mis pensamientos como son vuestros pensamientos; ni vuestros caminos como Mis caminos».
Es decir, que solo por encima de la razón se puede ir por el camino del Creador; pero dentro de la razón, el propio cuerpo es el difamador y el acusador que da a entender que el camino del otorgamiento al Creador no es para uno.
Con esto podemos comprender el versículo (Shemot 23): «No aceptarás el soborno, porque el soborno ciega a los que ven con claridad y tergiversa las palabras de los justos». Por lo tanto, vemos que cuando uno llega a analizar el orden de su trabajo y ve las condiciones que se le exigen, llega a la decisión que no puede asumir este camino, que es el trabajo de otorgamiento, por dos razones:
1) No está seguro al cien por ciento de la recompensa por el trabajo, porque no ve a nadie que ya haya recibido la recompensa por la cual dio el esfuerzo. Es decir, cuando va a criticar a las personas, que él ve que sí se han esforzado en tolerar las condiciones del trabajo, se da cuenta de que realmente invirtieron grandes fuerzas. No obstante, no ve que hayan recibido recompensa a cambio de su trabajo. Y si él se cuestiona sobre por qué de verdad no recibieron recompensa, encuentra una excusa muy grande: Aquel que cumple todas las condiciones del trabajo ciertamente recibe recompensa. Aunque ellos hayan hecho grandes esfuerzos, pero no el cien por ciento que se requería de ellos. Por eso están en un estado, en el que piensan que Él los expulsa (del trabajo, ya que piensan que tienen razón, y que el trabajo de otorgar no es para ellos).
2) Entonces surge una segunda pregunta: «¿Quién sabe si él será más capaz que ellos y que sí podrá dar todo ese cien por ciento de las condiciones requeridas para llegar a la Dvekut (adhesión) con el Creador?».
Tras esos dos argumentos, llega a la decisión que tiene razón en un cien por ciento al no querer aceptar este camino, el cual se construye sobre la fe por encima de la razón y sobre la base del otorgamiento. Está tan convencido de estar en lo cierto que se siente seguro de que nadie podrá criticarlo por su reticencia a tomar este camino.
En consecuencia surge una pregunta: «Aquellos que sí emprendieron este camino, que han aceptado recorrer el camino del otorgamiento, ¿Cómo lograron sobreponerse a todas esas preguntas?». Porque seguro que cuando a uno le dicen: «Ve y esfuérzate, pero no con el fin de recibir una recompensa» de inmediato le surgen todas las preguntas anteriores, porque esas preguntas no dan descanso a la persona. Entonces, ¿con qué fuerza se puede emerger de este estado de preguntas llamadas «Aguas maliciosas»?
La única manera es ir por encima de la razón y decir: «Eso que veo, que tengo razón y debo tomar el camino que todos toman, tal como yo lo veo, no es la verdad». Porque solo aquellos cuyos ojos están abiertos pueden ver la verdad, pero si uno no tiene los ojos abiertos no podrá ver la verdad. Cuando la persona se hace estas preguntas está siendo sobornado por la fuerza de su deseo de recibir, puesto que solo observa el beneficio que puede obtener. Por lo tanto, ya no es capaz de ver la verdad. Y aquí llega el versículo que nos dice acerca de esto: «No aceptarás el soborno, porque el soborno ciega a los que ven con claridad».
Por lo tanto, no puede decirse que tiene razón según su visión, porque recibe soborno del deseo de recibir y ya no tiene los ojos abiertos para poder ver la verdad. En cambio, debe decir: «Aunque he escuchado todas tus preguntas legítimas, ahora no soy capaz de contestarte. Pero en cuanto sea recompensado con el deseo de otorgar, y tendré los ojos abiertos, entonces, cuando vengas a mí con todas tus preguntas, sin duda podré darte las respuestas correctas».
«Pero ahora no tengo más opción que ir por encima de la razón, porque toda la razón que veo proviene solo del soborno. Y aunque crea que todos mis cálculos son correctos, debemos decir sobre ellos lo que dice el versículo “Tergiversa las palabras de los justos”, que no soy capaz de ver quién tiene razón, en otras palabras, decir que todo lo que debe hacerse para el Creador no se dijo sobre mí, y “Yo moro entre mi pueblo” como todos y que les alcanza con cumplir la Torá y las Mitzvot diciendo: “Hago lo que debo hacer”». «Y el asunto de las intenciones pertenece a aquel que siente que eso le hace falta. Yo, no siento que deba ser más sabio que los demás y yo también me contento con poco». Acerca de esto se dice: «Tergiversa las palabras de los justos», pero yo voy por encima de la razón.
Este es el significado de la gran importancia de la «Limpieza» que está presente en todos los libros, que uno debe estar limpio antes de cada Mitzvá (precepto) que se dispone a realizar. Acerca de la limpieza, Baal HaSulam dijo que uno debe tener cuidado de que todo esté en el lado de la verdad, y que no se debe involucrar allí ninguna cosa falsa. También dijo que, del mismo modo, hay una diferencia entre una persona y otra acerca de cuidar la limpieza en la corporalidad, hay personas que se cuidan para que no haya ninguna suciedad en sus ropas, y hay personas que no son tan meticulosas y cuando la suciedad es visible, entonces la quitan. Es decir, que depende de la medida de repugnancia, que la persona se harta de la suciedad.
Así sucede también en la espiritualidad, ninguno es como los demás, y todo depende de la medida en que se harte de la falsedad. En la misma medida que no pueda tolerar la falsedad se acercará al camino de la verdad.
Él también dijo que debemos saber que esta suciedad en los asuntos del alma es lo que verdaderamente hace daño. Y dado que el alma es eterna, uno debe tener mucho cuidado con la falsedad y mantener limpia su verdad de todo tipo de suciedad de la falsedad.
Con esto comprendemos lo que dijeron nuestros sabios (Shabat 114): Rabí Jiya Bar Aba dijo: «Rabí Yojanán dijo: “Todo discípulo sabio que se encuentra con una mancha en sus ropas debe morir, como está escrito: ‘Todos los que Me odian, aman la muerte’. Pero no digan ‘Me odian’ sino ‘Causan que Me odien’”». Rashi interpreta que «Causan que Me odien» significa que ellos se vuelven odiosos para los demás, y los demás dicen: «Ay de los discípulos de la Torá, pues ellos son repugnantes y detestables. Resulta que ellos hacen que la Torá se vuelva odiosa».
Parece que literalmente es difícil entender, que si tiene una mancha en sus ropas, merece la muerte, y trae una prueba en el dicho «Todos los que Me odian, aman la muerte». También esto hay que entender si esta condición «Causan que Me odien», quiere decir que aman la muerte.
Según lo que hemos explicado anteriormente, el asunto de la «limpieza» está relacionado con que hace falta estar limpio, para que no haya mezcla de falsedad allí cuando él desee recorrer el camino de la verdad. Porque la verdad es llamada Lishmá (en nombre de la Torá), como dijo Maimónides (Hiljot Teshuvá, Capítulo 10): «Aquel que trabaja por amor, se dedica a la Torá y las Mitzvot y sigue los caminos de la sabiduría no por nada que provenga de este mundo, ni por temor a cosas malas, ni para heredar cosas buenas. Sino que él se dedica a la verdad porque es la verdad, y al final por eso, llegará el bien».
Por lo tanto, significa que en lo que respecta a encontrar una mancha en sus ropas, que son las vestimentas en las que se recibe el bien y la vida, deben estar limpias de toda mezcla de amor propio, y que sea por completo para el Creador. Según esto podemos interpretar «Todos los que Me odian, aman la muerte». Hemos preguntado: «¿Por qué dice el verso “Todos los que Me odian”, es decir, la razón por la que Me odian es que ama la muerte?».
De acuerdo con lo anterior, es sencillo, el significado de muerte queda claro, ya que precisamente aquel que está adherido a la vida de vidas, tiene vida. Pero aquel que está separado de Él, está separado de la vida.
Por eso se ha dicho: «Todos los que Me odian», es decir, que no ama al Creador, como para trabajar solo para el Creador, sino que mezcla en ello un poco de amor propio, y el amor propio es la muerte porque causa separación de la vida de vidas. Por eso, que ama la muerte, es decir el amor propio, llega a odiar al Creador a causa de eso.
Las palabras de Rashi, que interpreta que «Causan que Me odien» significa que ellos se vuelven odiosos para los demás, y los demás dicen: «Ay de los discípulos de la Torá, pues ellos son repugnantes y detestables. Resulta que ellos hacen que la Torá se vuelva odiosa». Esto resulta difícil de entender. Si hay una mancha en sus ropas, ¿él ya resulta odioso a las personas? Además, ¿acaso la Torá hace que la gente odie tanto la Torá que por ello él merece como castigo la muerte?, como dijeron nuestros sabios: «Cada discípulo sabio que halle una mancha en sus ropas debe morir».
En el trabajo debemos interpretar que «Ellos se vuelven odiosos para los demás», esto significa los propios órganos de la persona, sus deseos y pensamientos. Siendo que el cuerpo del hombre es llamado «Un mundo en sí mismo». Los órganos del cuerpo dicen: «Ay de aquellos que estudian la Torá, pues son odiosos». Pero está escrito: «Pues ellos son nuestras vidas y la duración de nuestros días», y ellos son «Más deseables que el oro, que el oro fino, y más dulces que la miel y las gotas que destila el panal»; pero no vemos esto con nuestros discípulos de la Torá.
La razón por la que no vemos todas estas cosas preciosas en los discípulos de la Torá es porque hay una mancha en sus ropas. Es decir, hay amor propio mezclado en nuestros discípulos de la Torá durante el trabajo. Sucede que esta mancha provoca que el bien y la vida que hay en la Torá no puedan vestirse en esas ropas ya que no están limpias, que sean completamente para el Creador. Entonces, las «personas en su cuerpo» caen en la desesperanza. Resulta que ellos están causando que odien la Torá.
Es decir, allí donde los discípulos de la Torá deberían haber revelado lo preciado de la Torá, como está escrito: «Pues es tu sabiduría y entendimiento a los ojos de las naciones», aquí ellos ven lo contrario. ¿Y quién causó todo esto? Todo esto es porque no tuvieron cuidado con la limpieza, lo cual es llamado «Mancha».
Con esto podemos comprender por qué debe morir si hay una mancha en sus ropas. Esto nos indica que esa mancha que él provoca en sus ropas lo separa de la vida de vidas. Por eso se considera que se condena a sí mismo a llegar a un estado de muerte. Y todo porque no fue cuidadoso con la limpieza, sino que la falsedad, llamada Lo Lishmá (no en Su nombre) se mezcló en su trabajo. Y en vez de eso, todo debe ser para el Creador.