Rabí Yehudá Leib HaLevi Ashlag (Baal HaSulam)
La garantía mutua (El Arvut)
(Continuación del artículo «Matan Torá» - La entrega de la Torá)
«Todo Israel son garantes los unos por los otros» (Sanhedrín, 27:72)
17) Esto es el asunto de la garantía mutua (Arvut), cuando todo Israel se hizo garante los unos por los otros, ya que no se les entregó la Torá sin antes preguntarles a cada miembro de Israel, si estaba de acuerdo en asumir el precepto de amor al prójimo, en el grado del escrito «Ama a tu prójimo como a ti mismo», en toda su extensión, así como está explicado en el artículo Matán Torá punto 2 y 3, palabra por palabra. Es decir, que cada miembro de Israel asumirá la responsabilidad de preocuparse y trabajar por cada miembro de la nación y satisfacer todas sus necesidades, no menos de lo que el hombre se preocuparía, naturalmente, por sus propias necesidades.
Después de que toda la nación estuvo unánimemente de acuerdo, dijeron «haremos y escucharemos», entonces cada miembro de Israel se hizo garante de que no le faltara nada a los demás miembros de la nación. Porque entonces, se hicieron merecedores de recibir la Torá, y no otros. Ya que, con esta garantía mutua general, cada miembro de la nación se desprende de toda preocupación personal, y entonces, puede cumplir el precepto de «Ama a tu prójimo como a ti mismo», en toda su potencia y dar todo lo que tiene al que lo necesite, ya que no se preocupa por la subsistencia de su propio cuerpo, puesto que está completamente seguro que seiscientos mil hombres que lo aman y le son leales, se encuentran a su alrededor y están dispuestos a preocuparse por él. Como está escrito en el artículo Matán Torá ítem 16.
Por lo dicho anteriormente, no estaban preparados en absoluto para recibir la Torá en la época de Abraham, Itzjak y Yaakov, sino después de haber salido de Egipto y de haberse convertido en una nación completa por sí mismos. Porque entonces se hizo realidad el hecho de que cada uno tenía garantizadas todas sus necesidades y dejó de preocuparse por completo y pensar acerca de sus necesidades personales.
Lo que sí sucede, es que al estar aún mezclados entre los egipcios,necesariamente, una parte de sus necesidades estaban en manos de estos extranjeros salvajes, llenos de amor propio, por lo tanto esa parte de las necesidades, que estaba en manos de extranjeros, no estaban aseguradas para cada miembro de Israel, ya que sus amigos no las podían satisfacer, pues no estaban en sus manos. Y ya fue aclarado, que mientras el individuo esté inquieto, en algo, por sus propias preocupaciones, no es capaz ni siquiera de comenzar a cumplir con el precepto de «Ama a tu prójimo como a ti mismo».
Por lo tanto, queda claro que la entrega de la Torá tuvo que demorarse hasta el tiempo de su salida de Egipto y se convirtieran en una nación por sí mismos, es decir, hasta que la satisfacción de todas sus necesidades estuviera en sus propias manos sin depender de los demás. Fue entonces, cuando fueron aptos de recibir la garantía (Arvut) mencionada, y entonces se les entregó la Torá. Resulta que aun después de recibir la Torá, si algunos de Israel los traicionaran y volvieran al impuro amor propio, sin tener en consideración a los demás, esas necesidades que son puestas en manos de unos pocos, se convertirán en la preocupación de cada uno de Israel.
Porque esos pocos individuos no se compadecerán de él de modo alguno y de por sí se impedirá el cumplimiento del precepto del amor al prójimo a todo Israel.
De manera que estos que se quitan el yugo, provocan que los que cumplen con la Torá, permanezcan en su impureza del amor propio, ya que no se podrán ocupar del cumplimiento del precepto de «Ama a tu prójimo como a ti mismo» ni completar su amor por el prójimo sin la ayuda de estos.
Puedes ver que todo Israel son garantes los unos por los otros, tanto si cumplen o si no cumplen. Por el lado positivo, si cumplen con la garantía mutua, de tal forma que cada uno se preocupa y satisface todas las necesidades de su amigo, entonces pueden cumplir con la Torá y las Mitzvot en su totalidad, es decir, darle contento a su Hacedor (Punto 13). Y por el lado negativo, es decir, si una parte de la nación no quiere cumplir con la garantía mutua, sino que prefieren sumirse en el amor propio, entonces ellos causan que el resto de la nación permanezca sumida en la suciedad y la bajeza, sin poder salir jamás de la impureza.
18) Por eso el Taná (Rabí Shimón Bar Yojai) nos explica el asunto de la garantía mutua diciéndonos que se asemeja a dos hombres que se encontraban en un bote, cuando uno de ellos comenzó a hacer un agujero en el bote, su amigo le preguntó: «¿Por qué haces ese agujero?» Su amigo le respondió: «¿Qué te importa?, yo estoy agujereando debajo mío, no debajo de ti», a lo que el otro replicó: «¡Tonto!, los dos nos hundiremos juntos en el bote». Hasta aquí sus palabras.
Por lo tanto, comprendemos que debido a que los que se quitan el yugo, están sumidos en el amor propio, con sus actos construyen una cerca de hierro que evita que los que observan la Torá comiencen siquiera a observar la Torá y la Mitzvá como es debido, es decir, en la medida del escrito, «Ama a tu prójimo como a ti mismo», que es la escalera para alcanzar la adhesión al Creador. Cuánta razón tenía la alegoría que dice: «¡Tonto! Los dos nos hundiremos juntos en el bote».
19) Rabí Elazar, hijo de Rabí Shimón, se extiende aún más en la explicación de la garantía mutua, diciendo que no es suficiente que todo Israel es garante unos de otros, sino que todo el mundo entra bajo la garantía mutua. Nadie discute esto, ya que todos admiten que para comenzar es suficiente una nación que observe la Torá, es decir, que comience con la corrección del mundo, ya que es imposible empezar con todas las naciones al mismo tiempo, como lo dijeron los sabios, acerca de que el Creador recorrió todas las naciones con la Torá y no la quisieron recibir, es decir, estaban sumidos en la suciedad del amor propio hasta por encima de su nariz, algunos ocupados en el adulterio, otros robos, asesinatos etc. A tal punto que era imposible en esa época ni siquiera pensar en hablar con ellos acerca de si estaban dispuestos a retirarse del amor propio.
Por lo tanto, el Creador no encontró ninguna lengua ni nación que estuvieran capacitadas para recibir la Torá, excepto los hijos de Abraham, Itzjak y Yaakov, que tuvieron el mérito de los patriarcas y como dijeron los sabios: «Los patriarcas observaban la Torá aun antes de recibirla», refiriéndose a que, por lo elevado de sus almas, podían ir por todos los caminos del Creador, en lo que se refiere a la espiritualidad de la Torá, todo esto proviene de su adhesión al Creador, sin necesitar anticipadamente la escalera del lado práctico de la Torá, lo cual no tenían posibilidad de cumplir en absoluto, como está escrito en «Matán Torá», Punto 16.
Sin lugar a dudas, tanto la pureza física como la elevación del alma de nuestros sagrados patriarcas, influyeron enormemente en sus hijos y en los hijos de sus hijos y fueron así dignos de ese derecho, de esa generación en la que cada uno de los miembros de la nación asumió ese altísimo trabajo y cada uno dijo con entera convicción: «Haremos y escucharemos». Por esto fuimos elegidos, necesariamente, para ser un pueblo con una virtud especial (Segulá), entre todos los pueblos.
Y resulta que sólo los hijos del pueblo de Israel asumieron la garantía mutua necesaria y no los otros pueblos del mundo pues no participaron y es simple porque esa es la realidad.
¿Cómo podría estar en desacuerdo Rabí Elazar con él?
20) Sin embargo, el final de la corrección del mundo, no puede llevarse a cabo, salvo por medio de que todas las personas del mundo participen en la labor del Creador, así como está escrito: «Y el Señor será Rey sobre toda la tierra: en aquel día el Señor será uno solo y Su nombre uno» (Zacarías, 14:9). Y precisó escribiendo: «En ese día» y no antes. Y también dice: «Porque la Tierra estará llena de conocimiento del Señor…y afluirán a Él todas las naciones».
Sin embargo, el rol de Israel con respecto a todo el mundo se asemeja al rol de nuestros santos patriarcas hacia la nación israelita, es decir, así como el mérito ancestral de nuestros patriarcas nos ayudó a desarrollarnos y a purificarnos hasta que fuimos merecedores de recibir la Torá, que si no hubiera sido porque nuestros patriarcas cumplieron la Torá antes de que fuera dada, entonces no seríamos más virtuosos que el resto de las naciones (Punto 12).
Por lo tanto, la nación de Israel tiene el deber, a través de la Torá y las Mitzvot Lishmá, de capacitarse y capacitar a las personas de todo el mundo, hasta que se desarrollen para asumir el elevado trabajo de amor al prójimo, que es la escalera para llegar al propósito de la creación, que es la adhesión (Dvekut) con el Creador.
De tal modo que todos y cada uno de los preceptos que el individuo de Israel cumpla, para dar contento a su Hacedor y no para obtener algún beneficio o por amor propio. Esto tendrá como resultado ayudar al desarrollo de todas las personas del mundo, pues esto no se hace de una sola vez, sino por un desarrollo gradual y lentamente hasta aumentar de tal manera, que pueda llevar a todos los seres humanos a la purificación deseada. Y esto es lo que los sabios denominan: «Sentenciar hacia el platillo de méritos (de la balanza)», es decir, que ha concluido el peso de la purificación deseada y han comparado esto con el peso de la balanza, donde sentenciar el platillo es llegar al peso deseado.
21) Estas son las palabras que Rabí Elazar hijo Rabí Shimón dijo: que el mundo es juzgado de acuerdo a su mayoría, refiriéndose al rol de la nación de Israel, de capacitar al mundo para una cierta purificación hasta que sean dignos de asumir el trabajo del Creador, no menos de lo que fueron Israel mismos, merecedores cuando recibieron la Torá. Esto es lo que los sabios denominan haber conseguido la mayoría de los méritos, y si inclinan la balanza hacia el platillo de faltas, que es el amor propio impuro.
Se entiende que, si el platillo de la balanza de méritos, que es el sublime entendimiento del amor al prójimo, es mayor que el platillo de las impuras deudas, serán entonces capaces de llegar a un resultado final y estar de acuerdo y decir «Haremos y escucharemos», así como dijo Israel, pero si antes de esto, es decir, antes de lograr la mayoría de los méritos, vence el platillo del amor propio, entonces se negarán a aceptar Su yugo.
Los sabios dijeron: «Dichoso el que hace una Mitzvá, feliz porque se sentencia así mismo y a todo el mundo favorablemente», es decir, que finalmente el individuo de Israel que agrega su parte al peso final es como aquel que pesa los granos de sésamo y va agregando uno a uno a la balanza hasta que la balanza se inclina por completo. Ciertamente, cada uno toma parte en el acto de determinar y sin la parte de cada uno no se podría llegar a un resultado determinante. Lo mismo decimos acerca del acto del individuo de Israel, que sentencia al mundo entero al platillo de méritos. Esto es porque, cuando todo esto termina y se inclina el platillo a favor del mérito del mundo entero, entonces, cada uno tiene parte en esa sentencia final, ya que, si no fuera por su acto, la sentencia no sería completa.
De esto se desprende que Rabí Elazar, hijo de Rabí Shimón, no discrepa con el artículo de los sabios, acerca de que todo Israel son garantes los unos por los otros, sin embargo, Rabí Elazar, hijo de Rabí Shimón habla acerca de la corrección de todo el mundo en el futuro y los sabios hablan acerca del presente, donde solo Israel asumieron la Torá.
22) Y Rabí Elazar, hijo de Rabí Shimón, se basa en la Mikrá: «Un pecador hará perder mucho bien» porque ya ha sido demostrado (ítem 20), que el sentimiento de inspiración que siente el hombre al ocuparse de las Mitzvot entre el hombre y el Creador es completamente equivalente al sentimiento de inspiración que siente al ocuparse de las Mitzvot entre el hombre y su amigo.
Porque debe realizar todas las Mitzvot en Lishmá sin ninguna esperanza de amor propio, es decir, que no tiene ninguna iluminación ni la esperanza de que por su esfuerzo eso le vuelva a él como una retribución u honor etc. Aquí, en este punto elevado, el amor al Creador y el amor a su amigo se unen y se conectan realmente en uno sólo, como ya fue escrito en el artículo «La entrega de la Torá» ítem 15. Resulta que él logra de esta manera progresar en un cierto grado en la escalera del amor al prójimo, entre todas las personas del mundo en general.
Esto es porque ese grado, que ese individuo provocó con sus actos, ya sea en menor o mayor medida, finalmente se suma al futuro, al sentenciar al mundo a una balanza de méritos, ya que también su parte ingresó y se suma allí al resultado final. Ver el ítem 20 en la alegoría del peso del sésamo. Acerca de aquel que comete una falta, lo cual significa que no puede sobreponerse y conquistar el sucio amor propio, por eso va y roba, etc.
Entendemos así que este hombre se sentencia a sí mismo y al mundo entero al platillo de faltas. Porque al revelar la suciedad del amor a sí mismo, la naturaleza baja de la creación vuelve y se refuerza; es como si redujera la cantidad de la balanza que se inclina a favor, como aquel que vuelve y sustrae de la balanza el único grano de sésamo que su amigo dejó allí; es como si en ese grado elevara un poco el platillo de la deuda y así hace retroceder al mundo; es por esto que dijeron que un pecador puede hacer perder mucho bien, ya que por no poder contener sus pequeñas pasiones, hace retroceder la espiritualidad del mundo entero.
23) Con lo dicho se aclara a fondo lo que se dijo anteriormente (ítem 5), acerca de que la Torá le fue entregada únicamente a la raza de la nación de Israel, en cuanto a esto no hay discrepancia, dado que el propósito de la Creación es obligatorio a todo el género humano: tanto negro como blanco o amarillo, sin ninguna diferencia esencial.
Sin embargo, al haber llegado la naturaleza de las criaturas a las profundidades más bajas, como hemos explicado anteriormente, que es el amor propio, que gobierna por completo a toda la humanidad, no había forma de negociar con ellos y hacerles entender que asuman, aunque solo sea como promesa, salir de su estrecho marco al amplio mundo del amor al prójimo.
Salvo la nación de Israel, porque ellos habían estado bajo la esclavitud del salvaje reino de Egipto cuatrocientos años, con grandes y terribles sufrimientos. Nuestros sabios dijeron: «Así como la sal dulcifica la carne, los sufrimientos purifican las transgresiones del hombre». Es decir, que le traen al cuerpo gran purificación; además tenían a su haber el mérito ancestral de la pureza de sus sagrados patriarcas (ver Punto 16); esto es lo importante, así como lo atestiguan varios versículos de la Torá.
Los dos prólogos anteriores, nos permiten comprender por qué estaban capacitados para ello, y por eso fueron denominados en singular, como está escrito: «Y acampó Israel ante la montaña» y según nuestros sabios significa, como un solo hombre con un solo corazón, pues cada uno de los miembros de la nación se desprendió por completo del amor propio y su único interés fue el de beneficiar a su amigo, como hemos visto anteriormente (Punto 16) sobre el significado de la Mitzvá: «Ama a tu prójimo como a ti mismo». Resulta que todos los individuos en la nación se unieron como un corazón y un hombre, pues sólo entonces fueron capacitados para recibir la Torá.
24) Por lo tanto, de acuerdo con lo mencionado, es necesario que le fuera entregada la Torá únicamente a la nación de Israel, raza de Abraham, Itzjak y Yaakov solamente, ya que era inconcebible que algún extraño participe junto a ella. Debido a lo cual la nación de Israel fue construida como una especie de pasaje, que por medio de ellos fluirán las chispas de purificación hacia todo el género humano del mundo entero.
De tal forma, que esas chispas de purificación irán en aumento día a día, como aquel que deposita en un tesoro, hasta que se llena y alcanza la cantidad deseada, es decir, que se desarrollen a tal punto, que sean capaces de comprender la tranquilidad y la paz que hay en la semilla del amor al prójimo, ya que entonces comprenderán cómo inclinar el platillo de méritos, y ponerse bajo Su yugo y el platillo de faltas desaparecerá de la faz de la tierra.
25) Ahora sólo nos queda completar lo que aclaramos en el artículo anterior, Matán Torá - La entrega de la Torá (Ítem 16), acerca de que la Torá no les fue entregada a los patriarcas, porque el precepto de «Ama a tu prójimo como a ti mismo» que es el polo de toda la Torá, alrededor del cual giran todas las Mitzvot para esclarecerla e interpretarla, esto debemos comprender que no es merecedora de ser observada individualmente, sino solo con la aceptación previa de una nación entera.
Es por esto que todo continuó hasta que salieron de Egipto, que entonces se volvieron merecedores de observarla, y de antemano, se les preguntó si cada uno de los miembros de la nación estaba de acuerdo en cumplir con esa Mitzvá y sólo después de haberlo aceptado, les fue entregada la Torá.
Aunque aún es necesario aclarar: ¿Dónde encontramos, en la Torá, que les fue hecha esta pregunta a los hijos de Israel y que ellos lo aceptaron, antes de recibir la Torá?
26) Debes saber, que todo esto le es revelado a todo entendido, en esa invitación que envió el Creador a Israel, a través de Moshé, nuestro maestro, antes de recibir la Torá, como está escrito (Éxodo, 19:5): «“Ahora, si escucháis Mi voz y guardáis Mi pacto, vosotros seréis Mi Segulá (virtud, remedio, tesoro) entre todos los pueblos, porque Mía es toda la tierra; y seréis para Mí un reino de Cohanim (sacerdotes) y una nación santa. Estas son las palabras que has de hablar a los hijos de Israel”. Y vino Moshé y convocó a los ancianos del pueblo y les expuso todas estas palabras que el Señor le había mandado. Entonces, todo el pueblo en su conjunto respondió, diciendo: “Nosotros haremos todo cuanto ha hablado el Señor”. Y Moshé llevó al Señor las palabras del pueblo».
De acuerdo a esto, aparentemente, las palabras no concuerdan con su función, ya que la mente nos dice que si una persona le pide a su amigo que le haga un trabajo y espera que su amigo acepte, debe explicarle con un ejemplo en qué consiste el trabajo y también su recompensa, sólo entonces podrá su amigo evaluar si rechaza o acepta el trabajo.
Pero, en el caso de estos dos versos, aparentemente no encontramos ningún ejemplo del trabajo ni la recompensa a cambio del mismo, ya que dice: «Ahora, pues, si de veras escuchan Mi voz y guardan Mi pacto», y no nos explica nada acerca de la voz ni en qué consiste el pacto, y sobre qué rigen. Y luego añade: «Vosotros seréis Mi Segulá (virtud, remedio, tesoro) entre todos los pueblos, porque Mía es toda la tierra». De lo dicho no podemos saber si Él nos ordena que nos esforcemos en ser el pueblo Segulá (virtuoso) entre todos los pueblos o es una promesa en nuestro beneficio.
También debemos comprender lo relacionado con el final del verso: «Porque Mía es toda la tierra». Las tres traducciones: la de Unkelos, la de Yonatan Ben Uziel y la de Yerushalmi, se ven obligadas a corregir este escrito, y también todos los intérpretes, Rashi, Rambán y los demás.
Y el Ibn Ezra dice, en nombre de Rabí Marinos, que este «porque» significa «aunque» y lo interpreta de la siguiente manera: «Serán Mi Segulá entre todos los pueblos, aunque Mía es toda la tierra». Ibn Ezra se inclina a estar de acuerdo con esto.
Pero esa interpretación no coincide con la de nuestros sabios, que dijeron que «porque» es utilizable de cuatro formas: «o», «no sea que», «sino», «pero». Él aún agrega otra quinta forma «aunque». Luego el verso finaliza con: «Y seréis para Mí un reino de sacerdotes y una nación santa». Sin embargo, tampoco de este contexto se puede probar si es un mandato y una obligación forzada, y si debe esforzarse en esto, o es una buena promesa.
Tampoco las palabras «reino de sacerdotes» no tienen explicación ni se repiten en todo el Tanaj (biblia hebrea). Debemos enfocarnos, principalmente, en discernir las palabras «reino de sacerdotes» y «nación santa» pues el significado común de sacerdocio y santidad significan lo mismo y se sobreentiende que un reino donde todos son sacerdotes es una nación santa, es decir, que las palabras «nación santa» están de más.
27) Sin embargo, según todas las aclaraciones que hemos hecho desde el comienzo del ensayo hasta aquí, aprendemos que el verdadero significado de los escritos, que su función debería ser como una negociación, de propuesta y consentimiento. Es decir, que Él realmente les ofrece, en estas palabras, toda la forma y el contenido que se encuentra en el trabajo en la Torá y Mitzvot y toda la recompensa que tiene para dar, que es merecedora de ser escuchada.
Ya que la forma de trabajo en la Torá y Mitzvot está expresada en las palabras, «Y seréis para Mí un reino de sacerdotes», ya que reino de sacerdotes significa, que todos ustedes, desde el más pequeño al más grande sean como sacerdotes. De la misma manera en que los sacerdotes no tienen parte, ni terreno, ni posesiones materiales en la tierra, ya que el Creador es su terruño, así toda la nación se organizará de manera tal que toda la tierra estará consagrada por completo al Creador.
Y ningún individuo tendrá que ocuparse de ella (de la tierra) más que para cumplir las Mitzvot del Creador y de satisfacer las necesidades del prójimo, para que no le falte a su amigo ninguno de sus deseos, de manera tal que ningún individuo necesitará preocuparse por sus propias necesidades. De esta manera, hasta los trabajos cotidianos como la siembra y la cosecha etc., se consideran realmente como los trabajos de los sacrificios que los sacerdotes realizaban en el Templo.
Porque, ¿de qué me sirve cumplir la Mitzvá de sacrificar una ofrenda para el Creador, que es una Mitzvá de «Harás»? ¿O si cumplo con el precepto de «Harás» de amar a tu prójimo como a ti mismo? Resulta que el que cosecha su campo con el fin de alimentar a su prójimo, se asemeja al que ofrenda un sacrificio al Creador.
Además parece que el precepto de «harás» de «Ama a tu prójimo como a ti mismo» es más importante que el que ofrenda un sacrificio, por lo que hemos demostrado antes (Puntos 14, 15).
Sin embargo, este no es el final del asunto, debido a que toda la Torá y las Mitzvot les fueron dadas con el único propósito de purificar a Israel, que es la purificación del cuerpo (ver punto 12) por lo cual se le concederán después, la verdadera recompensa, que es la adhesión a Él, lo cual es el propósito de la creación (punto 6).
Y esta recompensa se expresa en las palabras «una nación santa» y a través de la adhesión a Él nos volvemos sagrados, como está escrito «Serán santos para el Señor, porque yo, el Señor, tu Dios, soy sagrado que los santifico».
Y puedes ver que en las palabras «Reino de sacerdotes» se expresa toda la forma del trabajo que gira alrededor de «Ama al prójimo como a ti mismo», es decir, un reino formado solo por sacerdotes, que el Creador es su terruño y no tienen ninguna posesión material propia, de todas las posesiones materiales, y obligatoriamente debemos admitir que esta es la única definición a través de la cual podemos entender estas palabras de «Un reino de sacerdotes». Ya que no se puede interpretar en lo que se refiere a los sacrificios en el altar, porque no se puede decir esto de toda la nación, ya que, ¿quiénes son los que tienen que hacer los sacrificios? Además, con respecto a tomar regalos del sacerdocio, ¿quiénes los darían?
Y también, para interpretar la santidad de los sacerdotes, ya se ha dicho «Una nación santa»; lo que sucede es que obligatoriamente, todo el significado de esto es que, solo el Creador es su terruño, que carecen de toda posesión material para sí mismos, es decir, la extensión de «Ama a tu prójimo como a ti mismo», que incluye a toda la Torá.
Y en las palabras «Una nación santa» se expresa la recompensa completa, que es la adhesión (Dvekut).
28) Ahora comprendemos bien también las palabras anteriores en toda su extensión, porque dice: «Ahora, si escucháis Mi voz y guardáis Mi pacto», significa, hacer un pacto por lo que Yo les estoy diciendo aquí, es decir: «Vosotros seréis Mi Segulá entre todos los pueblos», lo que significa que ustedes serán mi Segulá y las chispas de pureza y la purificación del cuerpo pasarán a través de ustedes a todos los pueblos y naciones del mundo, ya que todas las naciones del mundo aún no están preparadas para ello, en absoluto, por lo tanto, necesito de una nación, a pesar de todo, por la cual empezar ahora, para que sea una Segulá (remedio) de todas las naciones.
Y por eso finaliza diciendo: «Porque Mía es toda la tierra», lo que significa que todos los pueblos de la tierra me pertenecen a Mí, como ustedes, y al final, están destinados a adherirse a Mí (Artículo 20). Pero, ahora, mientras todavía son incapaces de llevar a cabo esta función, es que necesito a un pueblo Segulá (virtuoso) y si ustedes aceptan esto, es decir, de ser Segulá (remedio) entre todos los pueblos, Yo les ordeno que sean para Mí un «Reino de sacerdotes» que es el asunto del amor al prójimo en todo su sentido, es decir, amar al prójimo como a ti mismo, que es el polo de toda la Torá y las Mitzvot. Y una «nación santa» es la recompensa en su forma final, de adhesión (Dvekut) a Él, que incluye toda la recompensa que pueda ser anunciada.
Estas son las palabras de nuestros sabios al esclarecer la parte final: «Estas son las palabras que has de hablar a los hijos de Israel», precisando «Estas son las palabras», ni más ni menos. Esto es difícil de entender, pues ¿cómo se puede decir que Moshé agregue o quite a las palabras del Creador, hasta el punto que el Creador tiene que advertirle al respecto? Y no encontramos algo semejante en toda la Torá, por el contrario, la Torá dice de él: «Él es leal en toda Su casa».
29) De lo dicho se comprende bien que, lo relativo a la descripción del trabajo, en su máximo carácter, como se explica en las palabras «un reino de sacerdotes», que es la definición final de «Amarás a tu prójimo como a ti mismo»; realmente esto es lo que llevó a Moshé a que se le ocurra contenerse y no revelarles de una sola vez la forma del trabajo en toda su extensión, por temor a que Israel no quisieran desprenderse de todos los bienes materiales y de ofrecer al Creador toda su fortuna y patrimonio, según lo escrito «un reino de sacerdotes».
Esto es parecido a lo escrito por el Rambam acerca de que, a las mujeres y a los pequeños niños no se les debe revelar el asunto de la esclavitud limpia, que se debe cumplir con el fin de no recibir recompensa alguna, y esperar hasta que crezcan y se vuelvan más sabios y tengan la valentía para llevarlo a cabo. Por lo tanto, el Creador se anticipó y les advirtió «ni menos» sino que les propuso la verdadera naturaleza del trabajo en toda la extensión de su sublimidad, expresada en las palabras «un reino de sacerdotes».
Y, con respecto a la entrega de la recompensa, definida en las palabras «una nación santa» podría habérsele ocurrido a Moshé interpretar y extenderse mucho, con respecto a lo agradable y de la sutil sublimidad, que hay en la adhesión a Él, para adaptarlo y acercarlos, para que acepten y estén de acuerdo con esta enorme embarcación, de desprenderse por completo de cualquier posesión de este mundo, como lo hacen los sacerdotes.
Por eso le llegó la advertencia «no más», solo callar y no explicar todo lo referente a la entrega de la recompensa incluida en las palabras: «una nación santa» solamente. La razón de ello es que, si les revelaba la magnitud de las cosas maravillosas que se encuentran en la esencia de la recompensa, necesariamente, ellos se distorsionarían y asumirían servirlo con el fin de obtener esta buena recompensa para ellos. Esto se consideraría trabajar para sí mismos y amor propio, que es como mutilar la intención (Punto 13).
Así vemos que, con respecto al grado de la forma del trabajo expresado en las palabras «un reino de sacerdotes» se le dijo «no menos» y acerca del grado oculto de la recompensa expresado en las palabras «una nación santa» se le dijo «no más» (Punto 13).