¿Puede algo negativo venir desde arriba?
Artículo 15, 1984
Una explicación acerca de lo que se dijo en el artículo 14 sobre las palabras en El Zóhar, Pinjás (punto 78): «Si Israel fuera recompensado, descendería como un león de fuego para devorar las ofrendas. Si no fueran recompensados, descendería allí como un perro de fuego». Y la pregunta al respecto es: «¿Cómo puede algo negativo venir desde arriba?». Entendemos que lo que viene desde arriba es para bien. Cuando llega algo que no es positivo, ¿Qué corrección sale de eso para que podamos decir que vino desde arriba como un perro de fuego? Al fin y al cabo, eso no es positivo.
Debemos entenderlo mediante una alegoría. Una persona que tenía a un hijo enfermo fue al médico y este le dio un medicamento. Sin embargo, esto no ayudó a su hijo. Sus amigos le aconsejaron que, dado que había un gran erudito, aunque cobraba una gran suma de dinero, valía la pena visitarlo porque era un gran experto. Cuando acudieron a él, examinó al niño y le dijo que su hijo estaba gravemente enfermo y le puso nombre a la enfermedad del niño.
El hombre le pagó el precio que acordaron por adelantado y cuando regresó a casa, les dijo a sus amigos: «Ustedes me aconsejaron que fuera a ver a este gran experto y que valía la pena pagarle una gran suma de dinero. Pero al final, ¿Qué hizo el gran experto? Dijo que mi hijo tiene una enfermedad peor que la que diagnosticó el médico que no es un experto. ¿Valía la pena pagar tanto dinero para que me dijera que mi hijo tiene una enfermedad tan terrible? Al fin y al cabo, ¿Para qué voy al médico? Para que sane al paciente, no para que me digan que mi hijo tiene una enfermedad terrible».
Los amigos le dijeron que, con el diagnóstico del gran experto sobre cuál era la verdadera enfermedad, ahora sabrían cómo curarlo. Curar una enfermedad no requiere de un gran médico, porque ya sabemos qué medicamento recetar con cada enfermedad. Lo importante es saber cuál es realmente la enfermedad. Resulta que la gran suma que uno le paga a un gran experto en comparación con un médico que no es un experto es para determinar con precisión cuál es la enfermedad.
Resulta que determinar el defecto, que se considera algo negativo, es en realidad positivo. Es decir, conocer la enfermedad es en realidad una corrección porque ahora él sabe qué corregir. Resulta que conocer la enfermedad es parte de la curación de la enfermedad, ya que es imposible curar la enfermedad si no se conoce la causa de la misma. Por lo tanto, cuando desciende un perro de fuego, la forma del perro indica que los inferiores están bajo el dominio del amor propio, que El Zóhar denomina ¡Hav!, ¡Hav! («Ladrar» pero también «Dame») como un perro y se considera positivo, porque ahora sabemos qué corregir y que lo único que necesitamos es corregir la vasija de recepción.
Resulta que la forma del perro de fuego que viene de arriba llega para corregir, no para corromper. Por lo tanto, también esto se considera positivo y no negativo. Todo lo que viene de arriba, aunque al inferior pueda parecerle un defecto, cuando los inferiores lo examinan, ven que todo es por su bien, para que puedan saber qué deben corregir en sí mismos.
Una explicación al artículo 14 (1984), acerca del deseo corpóreo de recibir, que es solamente medio grado del deseo de recibir, pero cuando recibe el deseo espiritual de recibir, se le termina de formar el deseo de recibir por completo. Por lo tanto, se deduce que cuando tiene un deseo corpóreo de recibir, él no es tan malo; entonces, ¿Para qué necesita recibir el deseo recibir espiritual? ¿Para ser peor? En consecuencia, yo diría que es mejor permanecer en el deseo de recibir corpóreo. ¿Por qué debería esforzarme en obtener el deseo de recibir espiritual y ser peor? ¿Y por qué debería uno adentrarse en un área peligrosa que quizás no pueda corregir? Por lo tanto, ciertamente es mejor permanecer con el deseo de recibir corpóreo, es decir, que todas sus pasiones sean solo por cosas corpóreas, sin ningún anhelo por la espiritualidad.
Está escrito en La Introducción al Libro de El Zóhar (punto 29): «El primer segmento es obtener un excesivo deseo de recibir sin restricciones, en toda su medida corrupta, de manos de los cuatro mundos ABYA impuros. Si no tuviésemos ese deseo de recibir corrupto, no podríamos corregirlo, porque nadie puede corregir lo que no está en él».
Por lo tanto, nuestra única opción es hacer cosas que nos lleven a la obtención del deseo de recibir espiritual. Pero eso tampoco es fácil. Una persona puede obtener el deseo de recibir espiritual puesto que depende de la medida de la fe. Es decir, una persona debe primero creer que hay espiritualidad y que es más importante que cualquier placer corporal, hasta el punto que conviene renunciar a los placeres corporales para obtener los placeres espirituales. Por consiguiente, esto supone mucho trabajo y no todos pueden obtenerlo.
Sin embargo, esto todavía se considera «malo», es decir; que ha obtenido un deseo de recibir corrupto. Esto es lo que significa que «desde Lo Lishmá (no en Su nombre) uno llega a Lishmá (en nombre de la Torá)». Es decir, primero uno debe alcanzar el grado de «Lo Lishmá» y después será posible corregirlo «con el fin de Lishmá», ya que es imposible tener una intención donde no hay acción. Pero luego que ha hecho un acto, ya se puede intentar que ese acto siga la dirección correcta llamada «Para el Creador».
Según lo anteriormente mencionado, resulta que tenemos cuatro discernimientos generales en el trabajo del hombre, los cuales necesita para alcanzar la plenitud para la cual fue creado:
1) Recibir con el fin de recibir;
2) Otorgar con el fin de recibir;
3) Otorgar con el fin de otorgar;
4) Recibir con el fin de otorgar.
El primer discernimiento: «recibir con el fin de recibir», es el primer grado, y las criaturas nacieron con este discernimiento. Es decir, no entienden nada más que el amor propio. No tienen ningún interés en hacer nada bueno a nadie y están totalmente inmersos (en consonancia con la naturaleza con la que nacieron) en el deseo de recibir solo para sí mismos. El mundo entero está en ese estado y no hay diferencia entre unos y otros.
El segundo discernimiento es «otorgar con el fin de recibir». Este es un grado que excede a la mayoría de las personas, que están acostumbradas a hacer cosas solo para recibir, mientras que él realiza un acto de otorgamiento. Sin embargo, debe explicar por qué quiere ser diferente del resto del mundo, es decir, hacer cosas contrarias a la naturaleza con la cual nacimos. Es entonces cuando le dice a su cuerpo: «Debes saber que, por medio de que yo realizo un acto de otorgamiento, luego recibirás mayor placer». Da a entender a su cuerpo que le conviene, que debe creer que le será provechoso. Si el cuerpo cree en eso, le permitirá trabajar en la medida en que crea que le pagará una recompensa por anular actos de recepción en beneficio propio y realizar actos de otorgamiento. Esto se llama Lo Lishmá, acerca de lo cual dijeron nuestros sabios: «Desde Lo Lishmá llegamos a Lishmá».
Este es un trampolín para pasar de un estado a otro, desde un estado de Lo Lishmá a un estado de Lishmá, ya que con respecto al acto mismo son iguales. Es decir, no se puede discernir y decir que haya algo que agregar a un acto de Lishmá. Por lo tanto, dado que en lo que respecta al acto son iguales, no existe trabajo aquí en cuanto a la acción. Sino que todo su trabajo está únicamente en la intención. Esto significa que únicamente necesitan pensar si el acto que están realizando se debe realmente al mandamiento del Creador, pues Él nos ordenó realizar Mitzvot (preceptos) y queremos observar sus Mitzvot porque servir al Creador es una gran recompensa para nosotros y Él también nos ha hecho saber cómo podemos servirlo.
En ese momento, llega el trabajo de esclarecer si esto realmente es así: Si su única intención en la Torá y las Mitzvot es para otorgar o si tiene otras consideraciones en cuenta, es decir, consideraciones de amor propio y esos son los motivos por los que observa la Torá y las Mitzvot.
Cuando ve cuán lejos está de que sus acciones sean verdaderamente para el Creador, entonces precisa un esclarecimiento de verdad. Hay muchas personas que no tienen esa clarificación de la verdad, que piensan que realmente están trabajando para el Creador. Aunque todavía no son cien por ciento Lishmá, igualmente sienten que eso es Lishmá, pero todavía hay que añadir más en relación a Lishmá. Sin embargo, la verdad es que no tienen una sensación verdadera, ya sea por su naturaleza o porque no tuvieron un buen maestro que les muestre el camino, de cómo no engañarse a sí mismos.
Por lo tanto, no pueden alcanzar Lishmá porque Lishmá se llama «verdad» y Lo Lishmá se llama «mentira». Sin embargo, debe haber un intermedio entre la verdad y la mentira para poder hacer de trampolín desde la mentira hacia la verdad. El intermedio entre la verdad y la mentira es la mentira de verdad. En otras palabras, hay una mentira, pero realmente no es una mentira porque la persona está pensando que esa mentira es la verdad. Es decir, él va por el camino de la mentira, y piensa que es la verdad. Resulta que eso no es una verdadera mentira. Sin embargo, si él sabe que de verdad está yendo en la mentira, entonces va por el camino de la verdad, porque sabe que en realidad es una mentira. Y en ese momento tiene un trampolín, porque solo entonces puede realmente entrar en la auténtica verdad, es decir; desde la verdad de mentira a la verdad de verdad.
Porque mientras el hombre no sepa que está yendo por el camino de la mentira, ¿Por qué habría de cambiar su camino y seguir por otro si no comprende que está en la mentira? Solo cuando llegue a saber que realmente se encuentra en la mentira, podrá cambiar su camino e ir por el camino de la verdad.
Por lo tanto, resulta que, si una persona ya tiene el camino de la verdad, es decir que está yendo por el camino de Lishmá, pero todavía se encuentra a mitad de camino. Por ejemplo, un hombre que quiere ir a Jerusalén se sube a un automóvil y conduce siguiendo la señal que dice «Jerusalén». Sin embargo, incluso cuando ha hecho el ochenta o noventa por ciento del camino a Jerusalén, todavía no se encuentra en Jerusalén. Solo cuando realmente llega a Jerusalén se puede decir que está en Jerusalén.
Ocurre lo mismo en la espiritualidad. Si decimos que Jerusalén se llama «Verdad», es decir; Lishmá entonces, antes que la persona entre en Lishmá, que es la verdad, tenemos que decir que todavía se encuentra en la mentira, es decir; en Lo Lishmá, que se llama «mentira». Incluso cuando ya ha recorrido casi todo el camino y está parada ante la puerta llamada «Verdad», que es Lishmá, todavía se encuentra fuera. Así que resulta, que la persona no puede saber si ha alcanzado Lishmá antes de ser recompensada con la entrada a Lishmá.
Pero ¿Cuándo puede el hombre saber si ya ha entrado en el grado de Lishmá? ¿Cuál es la señal con la que uno sabe que está en el grado de la verdad?
Encontramos la respuesta a esto en la Introducción al Talmud Eser Sefirot (punto 56): «Ahora puede entenderse lo que dijeron nuestros sabios: “¿Cómo sabré cuál es el arrepentimiento? Hasta que el que conoce los misterios, testifique que no volverá más a la necedad”. Estas palabras son aparentemente desconcertantes porque si es así, ¿quién subiría al cielo para oír el testimonio del Creador? También, ¿ante quién debe atestiguar el Creador este testimonio? ¿Acaso no es suficiente que el Creador mismo sepa que la persona se arrepintió con todo su corazón, y que nunca más volverá a pecar? Por lo explicado, el asunto es bien sencillo. Porque en realidad, uno no puede estar completamente seguro que no pecará más antes que logre alcanzar la Providencia de recompensa y castigo, explicada anteriormente; es decir, la revelación del rostro. Esta revelación del rostro, por parte de la salvación del Creador es denominada “testimonio”. Es por ello que nos dieron una clara señal; es decir, “Hasta que el que conoce los misterios, testifique”».
Resulta que cuando una persona ha alcanzado el otorgamiento es recompensada con la revelación del rostro del Creador. Esto se llama “el que conoce los misterios, testifique” de que él ha alcanzado Lishmá. Esto recibe el nombre de «Tercer discernimiento», es decir, otorgar con el fin de otorgar; que se considera haber alcanzado Lishmá, lo cual significa que ha alcanzado el grado de la verdad. Y eso llega hasta él a través del trampolín que es que de Lo Lishmá se llega a Lishmá, pero por supuesto con todas las condiciones que tenemos que cumplir para no permanecer en Lo Lishmá.
Y una vez que ha completado el grado de otorgar con el fin de otorgar llega el cuarto discernimiento, que es recibir con el fin de otorgar. Este es el grado de plenitud. Significa que uno ha alcanzado un grado en que dice: «Quiero recibir deleite y placer porque, yo sé por mí mismo, que quiero cumplir el propósito de la creación, ya que el Creador creó la creación porque deseaba beneficiar a Sus criaturas». Por lo tanto, él quiere recibir placer y deleite del Creador, ya que esa es Su voluntad.
Pero no tiene deseo ni anhelo por ello a causa del amor propio, puesto que ya ha alcanzado el grado de equivalencia de forma llamado: «Otorgar con el fin de otorgar». Por lo tanto, ahora quiere cumplir la voluntad del Creador, que es Su deseo de beneficiar a Sus criaturas.
Debemos saber que existe el asunto del propósito de la creación y el asunto de la corrección de la creación. El propósito de la creación es beneficiar a Sus criaturas, es decir, que las criaturas reciban deleite y placer. Resulta que cuanto más placer reciben, más disfruta el Creador. Por lo tanto, el que está en un grado de plenitud siempre quiere recibir gran deleite y placer. Y ese es el propósito de la creación: beneficiar a Sus criaturas.
Pero aquel que ha alcanzado el grado de otorgar con el fin de otorgar, que es Dvekut (adhesión) y equivalencia de forma, es solo la corrección de la creación. Esto significa que la creación debe llegar a un estado en el que reciban deleite y placer y que después de recibir todos los placeres, aún permanezcan en otorgamiento. Esto se llama «recibir con el fin de otorgar».