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Baruj Shalom HaLevi Ashlag (Rabash)

Carta 59

8 de junio de 1962, Shavuot, Amberes

A mi amigo...

Con respecto a tu pregunta sobre las palabras de nuestros sabios: «Un hijo terco y rebelde no fue, ni está destinado a serlo. Por el contrario, demanda y recibe recompensa» (Sanhedrín, p 1). Y tu pregunta: La Torá es más extensa que la tierra, entonces, ¿por qué se le dieron cosas únicamente para «demandar y recibir recompensa» y no para cosas reales?

También preguntaste sobre la recompensa. En realidad, uno debe servir al Rav no para recibir premio, es decir, Lishmá (en nombre de Ella).

Y debemos entender, es sabido que, el propósito de la creación es hacer el bien a sus creaciones, es decir, que las criaturas reciban deleite y placer. Y la razón por la cual las criaturas deben dedicarse a la Torá y las Mitzvot (preceptos) no por una recompensa, es solo una corrección por parte de las criaturas, ya que las criaturas no pueden saborear el gusto de la recepción de placer sin vergüenza. El sagrado Zóhar lo llama: «Aquel que come lo que no es suyo, teme (se avergüenza) mirar a la cara».

Es decir, sentimos una carencia en la recepción del placer, por lo que se nos dio la Segulá (poder, virtud) de la Torá y las Mitzvot, por el cual uno se vuelve apto para recibir todos los placeres que el Creador ha contemplado a nuestro favor, y no habrá defecto de vergüenza. Porque es solo en nombre de los cielos. Por lo tanto, resulta que la demanda es una corrección por la cual podemos recibir la recompensa y no será para nosotros, sino en nombre de los cielos. De lo contrario, es imposible recibir recompensa, es decir, placeres, porque el placer se llama «recompensa».

Y con respecto a «no fue, ni está destinado a serlo», se explica que hay cosas que uno puede alcanzar durante los seis mil años. Ya que es posible alcanzar el secreto, esas cosas nos fueron dadas en la corporalidad como cosas para hacer. Esto se aplica al mundo de las acciones.

Sin embargo, hay cosas que se pueden lograr solo en el séptimo milenio. Por lo tanto, aunque están implícitas en el acto corpóreo de la Mitzvá (precepto), como un hijo rebelde y terco, pero no se practican durante los seis mil años. Por lo tanto, esto no se realiza de hecho, sino más bien «demanda y recibe recompensa», ya que solo la demanda se aplica a los seis mil años, y la recompensa, es decir, el alcance superior, será en el séptimo milenio. Esto se llama «no fue», al comienzo de los seis mil años, «ni está destinado a serlo», al final de los seis mil años. Más bien, aparecerá a principios del séptimo milenio.

En el camino de la ética, debemos interpretar que a veces uno llega a un estado de tal bajeza que no siente ningún sabor en la Torá y la plegaria. Aunque está aprendiendo, sabe y siente la verdad acerca de sí mismo: que la verdadera causa por la que continúa aprendiendo Torá no es por temor al cielo, sino por el hábito, y especialmente por lo que la gente podría decir. Es decir, cuando el entorno en el que se encuentra viera que es negligente en el estudio de la Torá, lo considerarán un recipiente vacío sin temor al cielo, y no lo respetarán tanto como acostumbraban hacerlo. Por lo tanto, cuando abandone el estudio de la Torá, sufrirá por su entorno y su familia lo humillará.

Lo mismo ocurre en la plegaria; reza solo por costumbre, pero sin ninguna obligación debido al temor del cielo. Él continúa con esto también debido a la misma causa con el estudio de la Torá. Y lo más importante, no ve ningún propósito en su vida y no puede continuar en ese estado por mucho más tiempo.

Para esto hay una corrección llamada «ministro del olvido». El olvida la meta, es decir, la razón que lo obliga a continuar dedicándose a la Torá y la plegaria. Cuando olvida la razón que lo obliga, continúa con la Torá y las Mitzvot, solo por hábito. Si tiene la oportunidad de salir de ese entorno, lo hará inmediatamente.

En tal estado, necesitamos gran misericordia para poder aguantar hasta que pase la ira, es decir, la bajeza. Y ya que los tormentos limpian las iniquidades del hombre, a través del sufrimiento se compadecen de él desde arriba y le dan una iluminación de temor al cielo, y vuelve a revivir. Así, la situación vuelve a ser como era antes de su caída en el estado de bajeza.

Ese tiempo de bajeza mencionado anteriormente se llama «no fue, ni está destinado a ser», lo que significa que no estaba en el propósito de la creación ni está destinado a ser. Ese estado se llama «estación intermedia», ya que hay un estado de Kedushá (santidad) y un estado de Tumá (impureza). El puede esperar arrepentirse desde el estado de Tumá, pero el estado mencionado anteriormente se llama estado de «muerte».

Es decir, todo lo que hace no tiene vitalidad y se le considera muerte. Esto no estaba en el propósito ni está destinado a serlo. En ese caso, ¿por qué es necesario? Porque, demanda y recibe recompensa, lo que significa que en ese estado uno debe demandar al Creador, como nuestros sabios dijeron: «Sión; nadie la demanda, lo que significa que una demanda es requerida». Es decir, tal estado se le da a la persona para tener espacio para una demanda, que él exigirá intensamente al Creador para que lo acerque a la Kedushá.

Pero cuando la persona hace Mitzvot, siente por sí mismo que el Creador lo acerca. Pero precisamente en ese momento, llamado «estación intermedia», es el lugar para demandar con plegaria y petición.

Que el Creador ilumine nuestros ojos en Su Torá

Baruj Shalom HaLevi Ashlag

Hijo de Baal HaSulam

PD

Con respecto a la cuenta del Ómer (la cuenta de siete semanas que comienza en la víspera de Pésaj y termina en Shavuot), se sabe que el trabajo principal del hombre es conectarse con el Creador.

Ómer proviene de la palabra (en hebreo) «recolectar gavillas». Rashi interpretó: «como se traduce, agrupando gavillas, recolectando». Significa que el hombre, al volverse mudo y no abrir la boca con quejas contra el Creador, sino que para esa persona «Todo lo que el Misericordioso hace, lo hace para bien» (Berajot 9), y dice que él, o sea su pensamiento y deseo, sea únicamente en nombre de los cielos, entonces él está recolectando (Ómer).

Es decir, al conectar todos sus pensamientos y deseos en una fuerte conexión de tener un solo objetivo: darle satisfacción a su Hacedor, la persona es considerada como «recolectando» (Ómer).

Los intérpretes dicen que la cuenta del Ómer proviene de las palabras: «y bajo sus pies parecía haber un ladrillo de zafiro, tan puro como los cuerpos del cielo». Esto significa que si la persona se conecta con el Creador, es recompensado con la revelación de la Luz del Creador sobre él. De esto resulta que si la persona recolecta, ata todos los deseos en un solo manojo, lo que significa para un solo propósito, en nombre de los cielos, entonces ese Ómer ilumina. Este es el significado de la cuenta del Ómer (recolectar) donde la persona ilumina con la Luz del Creador.

Y dado que un judío consta de siete cualidades que deben corregirse para que sean para el Creador, y hay una regla de que cada cualidad comprende a las demás, entonces tenemos siete veces siete, es decir, cuarenta y nueve días. Es por eso que contamos cuarenta y nueve días para los días de la recepción de la Torá.

Ómer es de Seorim (cebada / medidas). Esto significa que proviene de medidas, al estimar en el corazón la grandeza del Creador, como el sagrado Zóhar interpreta el verso: «Su marido es conocido en los portales». El sagrado Zóhar dice: «Cada uno según lo que asume en su corazón», hasta ese grado la Luz del Creador está en esa persona.

Esto es llamado «fe». Cuando la persona es recompensada con fe en el Creador, esto es considerado como «bestia». Este es el significado del Ómer era de cebada, que es alimento para bestias, lo cual significa que aún no ha sido recompensado con la razón de la Torá. Pero en Shavuot, cuando es recompensado con la recepción de la Torá, uno recibe la razón de la Torá. Por eso, sacrificamos la ofrenda de trigo, la cual es alimento para el hombre, quien es hablante. Pero antes de que uno sea recompensado con la Torá, que es el discernimiento del hablante, se considera una ofrenda de cebada, que es alimento para bestias. En ese momento se le llama «recolectar gavillas», que se considera como mudo, lo cual es solo animal y no hablante, porque solo por medio de la Torá somos recompensados ​​con el nivel de «hablante».