Rabí Yehudá Leib HaLevi Ashlag (Baal HaSulam)
152. Porque el soborno ciega los ojos de los sabios
Lo escuché el 24 de Tevet, 6 de enero de 1948
“Porque el soborno ciega los ojos de los sabios”. Cuando uno comienza a criticar el trabajo y sus condiciones, se encuentra frente a la posibilidad de que sea imposible recibir el trabajo por las siguientes dos razones:
1. La recompensa por el trabajo no está garantizada en un cien por ciento. Uno no ve a aquellos que ya han recibido la recompensa, y cuando visita a personas que ya han invertido sus esfuerzos en sufrir la pesada carga del trabajo, no puede ver si ya han recibido la recompensa a cambio de su trabajo. Y si se pregunta a sí mismo “¿por qué no la han recibido?”, si alcanzase a descubrir la respuesta más sublime, esta sería: “porque no cumplieron todas las condiciones del trabajo por completo”. Pero aquellos que cumplen los requisitos por completo, reciben su recompensa del todo. Y entonces surge una segunda pregunta: ¿Cómo puede saber si será más capaz que su amigo de cumplir con esas condiciones del trabajo y de obedecer todos sus términos por completo, y que no habrá nadie que pueda criticarlo por su trabajo, y que este sea correcto en un cien por ciento?
2. Esto suscita la siguiente pregunta: cuando alguien comienza el trabajo ciertamente ha repasado todos los cálculos, y aun así ha aceptado esta tarea, entonces ¿de qué manera ha contestado todas esas excusas? El asunto es que, para ver la verdad, debemos mirar con los ojos bien abiertos. De lo contrario, sólo pensaremos que estamos viendo quién tiene la razón, el justo o el mundo. Y en realidad no vemos quien tiene razón. Y para llegar a tener los ojos bien abiertos, debemos cuidarnos de los sobornos; “pues un soborno ciega los ojos de los sabios y distorsiona las palabras de los justos”.
Y el soborno principal es el deseo de recibir. Por lo tanto, uno no tiene otra alternativa que aceptar el trabajo en todas sus condiciones, sin razonamientos, sino sólo con fe por encima de la razón. Luego, cuando uno ya está limpio del deseo de recibir, cuando es capaz de realizar críticas, tiene la esperanza de poder ver la verdad de este asunto. Por eso, aquel que sólo busca garantías, ciertamente no puede preguntar nada. Esto se debe a que en verdad siempre tiene la razón, y siempre ganará la discusión, porque lo cierto es que no puede ver la verdad.