Rabí Yehudá HaLevi Ashlag - Baal HaSulam
108. Si me dejas por un día, te dejaré por dos
Lo escuché en 1943, en Jerusalén
Toda persona está alejada del Creador por la recepción que hay en ella.
Pero está alejada simplemente por su deseo de recibir. Pero debido a que tal persona no anhela la espiritualidad sino a las pasiones de este mundo, su alejamiento del Creador es de un día, es decir, la distancia de un día, lo cual significa que está alejado de Él en un solo aspecto, en que está inmerso en el deseo de recibir las pasiones de este mundo.
No obstante, cuando el hombre se aproxima al Creador, y anula su recepción en este mundo, entonces está cercano al Creador. Pero si después fracasa en la recepción del mundo por venir, entonces se encuentra lejos del Creador porque desea recibir los placeres del mundo por venir, pero además también cae en la recepción de los placeres de este mundo. Entonces resulta que ahora se ha alejado del Creador por dos días:
1. Al recibir placeres en este mundo, a lo cual volvió a caer.
2. Por tener ahora el deseo de recibir la riqueza del mundo por venir. Esto sucede porque al dedicarse a la Torá y las Mitzvot, obliga al Creador que le pague una retribución por su trabajo en la Torá y en las Mitzvot.
Resulta que al principio caminó un día y se acercó a los trabajos del Creador, y después retrocedió dos días. De este modo, ahora la persona necesita dos tipos de recepción:
1) De este mundo
2) Del mundo por venir.
Por lo tanto, resulta que ha estado caminando en sentido contrario.
El consejo para esto es caminar siempre por la senda de la Torá, que consiste en otorgar. Y el orden debería ser que primero hay que tener cuidado con los dos principios básicos:
1) La realización de la Mitzvá
2) La sensación de placer en la Mitzvá. El hombre debe creer que el Creador tiene placer cuando observamos Sus preceptos.
Por lo tanto, resulta que uno debe observar la Torá en forma práctica, y también creer que el Creador tiene placer porque el inferior observa Sus Mitzvot. Y aquí no hay diferencia entre una Mitzvá grande y una pequeña, es decir, el Creador obtiene placer incluso del acto más pequeño que realicemos por Él.
Luego, hay un resultado, el cual es el propósito principal que el hombre debe mirar. En otras palabras, la persona debe sentir deleite y placer por poder darle contento a su Hacedor. Este es el principal énfasis del trabajo, y se llama “servir al Señor con alegría”. Esa debería ser la recompensa por nuestro trabajo, es decir, que reciba deleite y placer por haber sido recompensado con alegrar al Creador.
Este es el significado de: “El extranjero que esté en medio de ti se elevará sobre ti cada vez más alto, etc., Él te prestará, y tú no le prestarás”.
El “extranjero” se le llama al deseo de recibir (cuando comienza a servir al Creador, al deseo de recibir se le llama “extranjero” [converso]. Y antes de eso, es un gentil completo).
“Él te prestará”. Cuando da la fuerza para trabajar, la da a modo de préstamo. Quiere decir que cuando pasa un día en Torá y Mitzvot, aunque no se haya recibido la recompensa inmediatamente, cree que más adelante le pagará por esa fuerza que le dio para trabajar. Por eso, después del día de trabajo, viene y reclama la deuda que le había prometido. Que le de una retribución a cambio de las fuerzas que el cuerpo le dio para observar la Torá y las Mitzvot. Pero él no le da, por lo que el extranjero clama: “¿Qué clase de trabajo es éste? ¿Trabajar sin recompensa?”. Por eso, luego el extranjero no quiere dar a Israel las fuerzas para trabajar.
“Y tú no le prestarás”. Si le das sustento y vienes a pedirle que te dé fuerza para trabajar, entonces te dice que no tiene que pagarte ninguna deuda a cambio del sustento que le estás dando. Esto se debe a que “Yo antes te he dado el vigor para el trabajo, y eso fue bajo la condición de que compraras posesiones para mi. Por lo tanto, lo que ahora me estás dando ahora corresponde a la condición anterior. Por eso ahora vienes a mí para que te dé más fuerzas para el trabajo, para que puedas traerme nuevas posesiones”.
Por lo tanto, el deseo de recibir se ha vuelto más astuto y utiliza su ingenio para calcular el provecho de esto. A veces dice que se conforma con poco y que las posesiones que ya tiene son suficientes, y por eso no desea darle más fuerzas para el trabajo. Y otras veces dice que el camino en el que está yendo ahora es peligroso, y que quizás sus esfuerzos sean en vano. Y en otras ocasiones le dice: “el esfuerzo es mayor que la recompensa, y por lo tanto no te daré fuerzas para trabajar”.
Entonces, cuando uno lo pide para tener fuerzas para andar por la senda del Creador con el fin de otorgar y que todo sea solo para mayor gloria del Cielo, dice: “¿Qué obtendré yo a cambio?”. Entonces viene con los conocidos argumentos tales como “Quién” y “Qué”. Es decir, “¿Quién es el Señor para que yo le obedezca?”, como el argumento de Faraón. O “¿Qué es este trabajo para ustedes?”, como el argumento del malvado. Todo esto se debe a que posee un argumento justo, que es lo que ya han acordado entre ellos. Y esto se llama: “...si no obedeces al Señor tu Dios...”, y entonces reclama porque no cumple las condiciones.
Pero cuando tú obedeces la voz del Señor, es decir, inmediatamente en la entrada (la entrada es algo constante, porque cada vez que sufre un descenso debe comenzar de nuevo; y esta es la razón por la cual se le llama “entrada”. Naturalmente, existen muchas salidas y muchas entradas), le dice a su cuerpo: “Debes saber que ahora deseo entrar en el trabajo del Creador. Mi intención consiste solo en otorgar y no recibir recompensa alguna. No debes esperar recibir nada a cambio de tus esfuerzos, sino que todo sea con el fin de otorgar”.
Y si el cuerpo pregunta “¿Qué beneficio obtendrás de este trabajo?”, esto es, “¿Quién recibe este trabajo en el cual quiero invertir fuerzas y esforzarme?”. O sencillamente pregunta: “¿Para quién estoy trabajando con tanto esfuerzo?”.
La respuesta debe ser que tengo fe en los sabios, que ellos dijeron que debo creer con fe abstracta, por encima de la razón, que el Creador nos ha ordenado esto, que asumamos la fe, qué Él nos ordenó observar la Torá y las Mitzvot. Y también debemos entender que el Creador obtiene placer cada vez que observamos la Torá y las Mitzvot con fe por encima de la razón. Y además el hombre debe alegrarse del placer que tiene el Creador de Su trabajo.
De este modo, hay aquí cuatro cosas:
1. Creer con fe en los sabios, y en la veracidad de sus palabras.
2. Creer que el Creador ordenó observar la Torá y las Mitzvot solamente por medio de la fe por encima de la razón.
3. Que hay alegría de ello que las criaturas guardan la Torá y las Mitzvot sobre la base de la fe.
4. Que el hombre debe obtener placer, deleite y alegría por haber sido recompensado con alegrar al Rey. Y el grado de grandeza e importancia del trabajo se mide según la alegría que el hombre obtiene del mismo. Y esto depende del grado de fe con el que la persona cree en lo mencionado más arriba.
Entonces resulta que cuando uno obedece al Creador, todas las fuerzas que recibe del cuerpo no se consideran un préstamo del cuerpo, que uno tenga que devolver a modo de: “si no obedeces la voz del Señor”. Y si el cuerpo pregunta: “¿Por qué debería darte fuerzas para el trabajo cuando tú no me prometes nada a cambio?”, uno debería contestar: “Porque para eso has sido creado. ¿Qué puedo hacer yo si el Creador te detesta? Como está escrito en el sagrado Zóhar, que el Creador detesta los cuerpos”.
Es más, cuando el sagrado Zóhar dice que el Creador detesta los cuerpos, se refiere específicamente a los cuerpos de los siervos del Creador, porque desean ser eternos receptores, ya que también desean recibir la riqueza del mundo por venir.
Y esto se considera: “tú no le prestarás”. Esto significa que no le tienes que dar nada a cambio de las fuerzas que el cuerpo le dio para trabajar. Pero si le prestas, si le concedes algún tipo de placer, será como un préstamo, y el cuerpo tendrá que proporcionar a cambio fuerzas para trabajar, pero no gratuitamente.
Y el cuerpo siempre debe proporcionar vigor, de forma gratuita. Uno no debe concederle ningún tipo de placer, y debe siempre exigirle fuerza para el trabajo, ya que “el que toma prestado se vuelve esclavo del prestamista”. En consecuencia, él será siempre el esclavo y tú serás el amo.