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Baal HaSulam / ¿Qué significa que el Creador detesta los cuerpos, en el trabajo?

Rabí Yehudá HaLevi Ashlag - Baal HaSulam

19. ¿Qué significa que el Creador detesta los cuerpos, en el trabajo?

Lo escuché en 1943, Jerusalén

El sagrado Zóhar dice que el Creador detesta los cuerpos. Dijo que debemos interpretar que esto se refiere al deseo de recibir, llamado cuerpo. El Creador creó Su mundo en Su gloria, según está escrito: “Todo aquel que es llamado por Mi Nombre, a quien Yo he creado para gloria Mía, Yo lo he formado, lo he hecho”.

Por lo tanto, esto se opone al argumento que esgrime el cuerpo y que dice que todo es para él, para su propio beneficio, mientras que el Creador dice lo contrario: que todo debe ser para beneficio de Él. Por eso, explicaron nuestros sabios que el Creador dice: “él y Yo no podemos habitar en la misma morada”.

De acuerdo con esto, resulta que el principal agente separador que nos impide estar adheridos al Creador, es el deseo de recibir. Esto se puede reconocer cuando llega el malvado, es decir, cuando viene el deseo de recibir y pregunta: ¿por qué deseas trabajar en beneficio del Creador? Nosotros creemos que habla como lo hacen los humanos, y que desea entender con el intelecto. Sin embargo, esto no es cierto, ya que no pregunta para quién está trabajando uno, que es, ciertamente, un argumento racional que se despierta en quien hace uso del intelecto.

En cambio, el argumento del malvado es un cuestionamiento físico, es decir, pregunta lo siguiente: “¿Qué pretendes con este trabajo?”. En otras palabras, ¿qué ganancia obtendrás a cambio del esfuerzo que estás realizando? Con esto quiere decir: Si no estás trabajando para ti mismo, ¿qué ganará con todo esto el cuerpo, llamado “deseo de recibir para sí mismo?”.

Dado que se trata de un argumento corporal, la única respuesta válida también debe ser corporal: “Desafila sus dientes, y de no haber estado allí, no habría sido redimido”. ¿Por qué? Porque el deseo de recibir para sí mismo no obtiene redención, ni siquiera en tiempo de redención. Eso se debe a que el asunto de la redención llegará cuando todas las ganancias entren a los Kelim (vasijas) de otorgamiento, y no a los Kelim de recepción.

El deseo de recibir para sí mismo debe permanecer siempre carente, ya que llenar el deseo de recibir es realmente la muerte. La razón de esto es que la creación fue principalmente para Su gloria, (y esto es una respuesta a lo que está escrito: que Su deseo es beneficiar a Sus creaciones, y no a Sí Mismo). Esto significa que lo principal de la creación es revelar a todos que el propósito de la creación es beneficiar a Sus creaciones. Concretamente, cuando uno declara que fue creado para honrar al Creador. En ese momento, en esas vasijas se revela el propósito de la creación: beneficiar a Sus creaciones.

Por eso, uno siempre debe examinarse a sí mismo y analizar el propósito de su trabajo, es decir, si el Creador recibirá contento de cada acción que uno ejecuta, porque desea alcanzar la equivalencia de forma, lo cual se llama: “Todas tus acciones serán en nombre del Creador”. Y quiere decir que desea que el Creador disfrute todo lo que uno haga, tal como está escrito: “Otorgar contento a su Hacedor”.

Además, uno necesita conducirse con el deseo de recibir, y decirle: “Ya he decidido que no quiero recibir más placer porque tú desees disfrutar. Porque con tu deseo me veo forzado a estar separado del Creador, pues la disparidad de forma provoca separación y distanciamiento de Él”.

Debido a que uno no puede liberarse de la dominación del deseo de recibir, y por eso está siempre en ascensos y descensos, la esperanza del hombre debe ser estar a la expectativa de que el Creador, le ilumine los ojos y pueda tener la fuerza de sobreponerse y trabajar únicamente en beneficio del Creador. Esto es lo que está escrito: “Una cosa he pedido al Señor, y esta pediré”. Cuando dice “esta” se refiere a la sagrada Shejiná (Divinidad). Y pide (Salmos 27:4) “que habite yo en la casa del Señor todos los días de mi vida”, pues la casa del Señor es la sagrada Shejiná.

Y ahora podemos comprender lo que nuestros sabios dijeron acerca del versículo “Y tomarán para ustedes en el primer día”, esto es, el primero en el cálculo de las transgresiones. Debemos entender cuál es la alegría si hay lugar a un cálculo de transgresiones. Dijo que debemos saber que hay una cuestión de importancia en el esfuerzo, porque entonces hay contacto entre el individuo y el Creador.

Esto quiere decir que el hombre siente que necesita al Creador, puesto que ve, que en el estado de esfuerzo que no hay nadie en el mundo que lo pueda salvar del estado en el que se encuentra sino solo el Creador. Entonces ve que “No hay nada más que Él” que pueda salvarlo del estado en el que se encuentra y del cual no puede escapar.

Esto se llama que tiene un contacto estrecho con el Creador. Y el hombre no sabe apreciar este contacto, es decir, debe creer que se encuentra en adhesión con Él, esto es, que todo su pensamiento esté concentrado en el Creador, es decir, que entonces Él le ayudará. De lo contrario, se sentiría perdido.

Sin embargo, quien logra la Providencia particular y ve que el Creador es quien hace todo, según está escrito “Él, y solo Él, es quien hace y hará todas las acciones”, y de por sí no tendrá nada para añadir, ni tampoco le queda lugar para la plegaria pidiendo ayuda al Creador. Porque ve que, incluso sin su plegaria, el Creador hace todo. Por lo tanto, no hay lugar para que pueda hacer buenas acciones, ya que ve que todo es realizado por parte del Creador, también sin su participación. Así, en ese estado no necesita al Creador para que le ayude en hacer algo. Por consiguiente, de por sí en ese momento, no tiene contacto con el Creador, como para que sienta que Lo necesita en tal grado, que si el Creador no lo ayuda, estaría perdido.

Resulta que no tiene el contacto que tenía con el Creador durante el esfuerzo. Dijo que esto es comparable a un hombre que se encuentra entre la vida y la muerte, y le pide a su amigo que lo salve de la muerte. ¿De qué forma se lo pide a su amigo? Ciertamente, con todas las fuerzas con las que cuenta, trata de pedirle a su amigo que se apiade de él y lo salve de la muerte. Y de seguro, no se olvida ni por un instante de rogar a su amigo, ya que, de lo contrario, el hombre ve que perdería su vida.

Sin embargo, cuando alguien le pide a su amigo cosas de lujo, que no son tan necesarias, el solicitante no está tanto en adhesión con su amigo para que este le dé lo que pide hasta el punto de que no distraerá su atención de pedir. Vemos, por lo tanto, que con aquellas cosas que no son de vida o muerte, el solicitante no se encuentra tan adherido al dador.

De este modo, cuando el hombre siente que debería pedir al Creador que lo salve de la muerte, del estado de “los malvados en sus vidas se consideran muertos”, el contacto entre el hombre y el Creador es estrecho. Por esta razón, para un hombre justo, un lugar para el trabajo es necesitar la ayuda del Creador; de lo contrario, se estaría perdido. Esto es lo que anhelan los justos: un lugar donde trabajar para tener un contacto estrecho con el Creador.

De esto resulta que, si el Creador da lugar para el trabajo, estos justos sienten gran regocijo. Por eso ellos dijeron: “primero para el cálculo de las transgresiones”. Para ellos es una alegría tener un lugar para trabajar, es decir, que ahora están necesitados del Creador y pueden entrar en estrecho contacto con Él. Esto es porque no se debe ir al Palacio del Rey a menos que tenga alguna necesidad.

Este es el significado de “Y tomarán para ustedes”. Precisamente “ustedes”, porque todo se encuentra en las manos de Dios, excepto el temor a Dios. Dicho de otra forma, el Creador puede dar Luz de abundancia, porque esto es lo que Él tiene. Pero la oscuridad y la carencia, no están en Su límite.

Debido a que hay una regla que dice que solo desde un lugar de carencia hay temor a Dios. Y un lugar de carencia se denomina “el deseo de recibir”, es decir que solo entonces tiene lugar para el esfuerzo en lo que se opone, que el cuerpo viene y pregunta: “¿Qué es este trabajo?”, y el hombre no tiene nada qué contestar a su pregunta. El hombre debe asumir el yugo del Reino de los Cielos por encima de la razón, “como un buey con su yugo y como un asno con su carga”, sin discusiones. En cambio, “Él dijo y se hizo Su voluntad”. A esto se le llama “para ustedes”, en otras palabras, que este trabajo les pertenece precisamente a ustedes, y no a Mí. Es decir, el trabajo que el deseo de recibir de ustedes lo obliga.

Por el contrario, si el Creador le proporciona una cierta iluminación desde Arriba, el deseo de recibir se rinde y se anula como una vela ante a una antorcha. Y de por sí, ya no hace esfuerzo, puesto que ya no necesita asumir el yugo del Reino de los Cielos de forma forzada, “como un buey con su yugo y un asno con su carga”, como está escrito en “quienes aman al Señor, aborrezcan el mal”. Esto significa que, solamente desde el lugar donde hay maldad, se extiende el amor al Creador.

En otras palabras, en la medida que tiene odio hacia el mal, es decir, que ve cómo el deseo de recibir lo estorba en su intento de alcanzar la totalidad de la meta, en esa misma medida, necesita ser recompensado con el amor al Creador. Sin embargo, si no siente que tiene maldad, no puede obtener el amor al Creador porque no siente necesidad de ello, pues ya tiene satisfacción en el trabajo.

Como ya hemos dicho, el hombre no debe enojarse cuando tiene trabajo con el deseo de recibir, en eso que lo estorba en su trabajo. Ciertamente, estaría más satisfecho si el deseo de recibir se ausentara del cuerpo, es decir, que no le traiga todos esos cuestionamientos al hombre, molestándolo en su trabajo de observar la Torá y las Mitzvot.

Pero el hombre debe creer que eso, que el deseo de recibir lo estorba en el trabajo, le viene desde Arriba. Porque desde el Cielo se le da la fuerza que le revela el deseo de recibir, porque hay lugar para trabajar precisamente cuando se despierta el deseo de recibir. Para que el hombre esté en contacto estrecho con el Creador para que lo ayude a transformar el deseo de recibir que sea con el fin de otorgar.

Y el hombre debe creer que esto proporciona contento al Creador, cuando el hombre eleva su plegaria al Creador, para que lo acerque mediante la adhesión, que se denomina equivalencia de forma, lo cual es la anulación del deseo de recibir para que sea con el fin de otorgar. Al respecto, dice el Creador: “Mis hijos me han vencido”. Es decir, Yo les di el deseo de recibir, y ustedes me piden que, en lugar de él, Yo les dé el deseo de otorgar.

Ahora podemos interpretar lo que se menciona en la Guemará (Julin p. 7): “Cuando Rabí Pinjas Ben Yair iba a redimir a los cautivos, se encontró con el río Guinaí [nombre del río] y le dijo a Guinaí: ‘Divide tus aguas y yo pasaré a través de ti’. Este le contestó: ‘Harás la voluntad de tu Hacedor, y yo haré la voluntad del mío. Tú quizás lo hagas, quizás no; mientras que yo ciertamente lo haré’”.

Él explicó que el significado de esto es que le dijo al río, que representa el deseo de recibir, que le permitiera atravesarlo y alcanzar el grado de hacer la voluntad del Creador, es decir, hacer todo con el fin de dar contento a su Hacedor. El río, el deseo de recibir, respondió que, puesto que el Creador lo había creado con esta naturaleza de recibir placer y deleite, no deseaba modificar esa naturaleza con la que Él lo había creado.

Rabí Pinjas Ben Yair le declaró la guerra, es decir, quiso convertirlo en el deseo de otorgar. A esto se le llama “declararle la guerra a la creación” que el Creador creó en la naturaleza, llamada deseo de recibir que creó el Creador, y que comprende la creación entera, llamada “existencia a partir de la ausencia”.

Se debe saber que, durante el trabajo, cuando el deseo de recibir se dirige a la persona con sus reclamos, no hay discusiones ni razonamientos alguno que puedan servir. A pesar de que uno piense que son argumentos justificados, esto no le ayudará a vencer su propio mal. Por el contrario, es como está escrito: “Desafila sus dientes”.

Esto significa avanzar solo por medio de acciones, y no de argumentos. Quiere decir que uno debe aumentar sus fuerzas por medio de la coerción. Este es el sentido de lo que escribieron nuestros sabios: “Se lo obliga hasta que dice ‘yo quiero’”. Dicho de otro modo, gracias a la persistencia, el hábito se torna en una segunda naturaleza. principalmente uno debe intentar tener un fuerte deseo de conseguir el deseo de otorgar y sobreponerse al deseo de recibir. Un fuerte deseo quiere decir que este es medido por la proliferación de las pausas y de los descansos intermedios, esto es, los intervalos entre una superación y otra. A veces, en el medio, uno recibe un intervalo, es decir, un descenso. Este descenso puede ser un intervalo de un momento, una hora, un día o un mes. Después, otra vez reanuda el trabajo de sobreponerse al deseo de recibir, e intenta alcanzar el deseo de otorgar. Un deseo se considera fuerte cuando el intervalo no le lleva un largo tiempo, sino que inmediatamente se despierta para continuar su trabajo.

Esto es similar a una persona que intenta romper una gran roca. Toma un gran mazo y golpea muchas veces durante el día entero. Pero los golpes son débiles. Es decir, no da cada golpe con gran impulso, sino que baja el gran mazo lentamente. Luego, se queja diciendo que esta tarea de romper la roca no es para él, y que hace falta ser un héroe para tener la habilidad de romper esta gran roca. Dice que no nació con tales capacidades como para poder romper la roca.

Sin embargo, aquel que levanta este gran mazo y golpea la roca con un gran impulso, y no lentamente, sino con un gran esfuerzo, logrará que la roca se rinda ante él y se rompa. A esto se refiere la frase: “así como un fuerte martillo que rompe la roca”.

De igual manera, en el trabajo sagrado, que consiste en llevar los Kelim de recepción a la Kedushá (Santidad), también tenemos un gran martillo. Es decir, las palabras de la Torá que nos proporcionan buenos consejos. Pero si no es constante, y hay largas pausas en medio, el hombre termina abandonando la campaña y diciendo que no nació para esto, sino que este trabajo requiere a alguien que haya nacido con alguna destreza especial. No obstante, el hombre debe creer que cualquiera puede alcanzar la meta, aunque siempre deba tratar de incrementar las fuerzas para sobreponerse y de ese modo, podrá romper la roca en poco tiempo.

También debemos saber que hay aquí una condición muy estricta con respecto al esfuerzo para entrar en contacto con el Creador: el esfuerzo debe estar bajo la forma de adorno. El adorno simboliza algo que es importante para la persona. Pero si el esfuerzo carece de importancia no puede trabajar con alegría. Por lo tanto, debe sentir regocijo por tener ahora contacto con el Creador.

Este asunto se encuentra representado en el Etrog (citrón), que es el fruto de un árbol de Hadar (cítricos y adorno). Está escrito que este debe estar limpio por encima de su nariz. Es sabido que aquí hay tres discernimientos:

a) adorno b) olor c) sabor.

El sabor significa que las Luces se vierten desde Arriba hacia abajo, es decir, por debajo del Pe (Boca), donde están el paladar y el gusto. Esto quiere decir que las Luces entran en las vasijas de recepción.

El olor significa que las Luces vienen desde abajo hacia Arriba; quiere decir que entran en las vasijas de otorgamiento, en forma de recepción y no de otorgamiento por debajo del paladar y la garganta. Esto se discierne como el dicho acerca del Mesías: “y él olerá en temor a Dios”. Se sabe que el olor se le atribuye a la nariz.

El adorno implica belleza, que se discierne por encima de su nariz, pues carece de fragancia. Esto significa que aquí ni el sabor ni olfato están involucrados. Por lo tanto, ¿qué hay allí gracias a lo cual uno pueda subsistir? Solo hay en ello nivel de adornamiento, a pesar de todo, y esto es lo que lo sostiene.

En el citrón vemos que la elegancia se manifiesta en él antes de estar apto para ser comido. Pero cuando está listo para ser comido, ya no hay elegancia en él.

Esto implica sobre el trabajo de “primero contar las transgresiones”. Significa que precisamente cuando uno trabaja en la forma de “tomarán para ustedes”, es decir, el trabajo durante la aceptación del yugo del Reino de los Cielos, cuando el cuerpo se resiste a este trabajo, justamente entonces hay lugar para la alegría de adornar. Esto quiere decir que durante este trabajo el adorno se hace visible, es decir, que si se alegra por su trabajo se debe a que considera al trabajo bello y no una deshonra.

En otras palabras, a veces uno desprecia este trabajo de asumir el yugo del Reino de los Cielos, que es un tiempo de sensación de oscuridad, en el que descubre que nadie puede salvarlo de su estado presente salvo el Creador. Entonces acepta el Reino de los Cielos por encima de la razón, “como un buey con el yugo y como un asno con la carga”.

Uno debe alegrarse ahora de tener algo que dar al Creador, y el Creador disfruta que uno tiene algo para darle. Pero uno no siempre tiene la fuerza para decir que este es un trabajo bonito, llamado adorno; y en lugar de ello, desprecia este trabajo. Se trata de una condición dura para que la persona pueda decir que elige este trabajo por sobre el trabajo de blancura, esto es, que no percibe el sabor de la oscuridad durante el trabajo, sino que luego siente el gusto de la labor. Significa que entonces ya no necesita trabajar para que el deseo de recibir acepte asumir el Reino de los Cielos por encima de la razón.

Si uno consigue sobreponerse y afirmar que este trabajo es placentero cuando cumple la Mitzvá (precepto) de la fe por encima de la razón, y acepta este trabajo como belleza y adorno, esto se llama “alegría de la Mitzvá”.

Esto quiere decir que la plegaria es más importante que la respuesta a la misma. Se debe a que en el rezo uno tiene lugar para trabajar, y necesita al Creador. Es decir, espera la misericordia del Cielo. En ese momento, está en verdadero contacto con el Creador, y entonces se encuentra en el Palacio del Rey. Pero cuando la plegaria recibe respuesta, él ya ha salido del Palacio del Rey, pues ya ha tomado lo que había pedido y ha partido.

De acuerdo con esto, debemos entender el versículo: “Tus aceites desprenden deliciosa fragancia; tu nombre es como aceite derramado”. El aceite recibe el nombre de “Luz Superior” cuando fluye. “Derramado” se refiere durante el cese de la abundancia cuando la fragancia del aceite permanece (“fragancia” quiere decir que ha quedado un Reshimó de lo que antes tenía). Mientras que el adorno, sin embargo, es en un sitio donde no hay aferramiento, es decir, donde ni siquiera ilumina el estado de Reshimó (registro)

Este es el asunto de Átik y AA (Árij Anpin). Durante la expansión de la abundancia, recibe el nombre de AA, que es Jojmá (sabiduría), es decir, la Providencia revelada. Átik viene de la palabra VaYeatek (se trasladó), en otras palabras, la partida de la Luz, que no ilumina. Y esto recibe el nombre de ocultamiento. Este es el momento de la oposición a las vestimentas, que es el tiempo de la recepción del Kéter (corona) del Rey, la cual recibe el nombre de Maljut (Reino) de Luces, considerada como Reino del Cielo.

En el sagrado Zóhar acerca de asunto está escrito: “La sagrada Shejiná dijo a Rabí Shimon ‘no hay donde esconderse de ti’”. Esto quiere decir que incluso en el mayor de los ocultamientos en la realidad, asumirá el yugo del Reino de los Cielos con gran alegría. La razón de esto es que sigue la línea del deseo de otorgar, y así otorga lo que está en sus manos. Si el Creador le da más, él otorga más. Y si no tiene nada para otorgar, se para como una grulla y clama ante el Creador para que Él le salve de las aguas maliciosas. Por ende, también de este modo, está en contacto con el Creador.

El motivo de que este discernimiento reciba el nombre de Átik porque Átik es el grado más alto es que cuanto más lejos de ser vestido se encuentra algo, más alto se encuentra. Uno puede ver esto en la cosa más abstracta, que es el cero absoluto, puesto que ahí la mano del hombre no llega.

Esto significa que el deseo de recibir puede aferrarse solamente allí donde haya cierto grado de expansión de la Luz. Antes de que el hombre purifique de sus Kelim (vasijas) con el fin de no mancillar la Luz, no está preparado para que la Luz llegue hasta él y entre en sus Kelim. Solamente cuando uno recorre el camino del otorgamiento, es decir, un lugar donde el deseo de recibir no está presente, ya sea en su mente o en su corazón, la Luz podrá llegar hasta allí en total perfección. En ese caso la Luz llega a uno bajo la sensación que puede sentir la excelsitud de la Luz Superior.

No obstante, cuando el hombre no ha corregido sus Kelim para que estén en la intención con el fin de otorgar, y cuando la Luz llega a la forma de expansión, la Luz debe restringirse e ilumina solo de acuerdo a la pureza de los Kelim. Por lo tanto, en ese momento la Luz aparenta estar en absoluta pequeñez. Por ende, cuando la Luz se quita la vestidura en los Kelim, puede iluminar en todo su esplendor y claridad, sin ningún tipo de restricción respecto al inferior.

De esto se desprende que la importancia del trabajo surge precisamente cuando llega a un estado de cero, es decir, cuando ve que anula toda su existencia y su ser, pues ahí el deseo de recibir no tiene ningún control. Solo entonces entra a la Kedushá.

Debemos saber que “Dios ha hecho a uno en oposición al otro”. Esto significa que en la misma medida de revelación que haya en la Kedushá, se despertará la Sitra Ajra. En otras palabras, cuando uno declara “es todo mío”, es decir, que el cuerpo entero pertenece a la Kedushá, también la Sitra Ajra argumenta sosteniendo que el cuerpo entero debería servir a la Sitra Ajra.

Por lo tanto, uno debe saber que cuando ve que el cuerpo afirma que pertenece a la Sitra Ajra, y grita con todas sus fuerzas las conocidas preguntas de “qué” y “quién”, es una señal de estar recorriendo el camino de la verdad, esto es, que su única intención consiste en dar contento a su Hacedor. Por ello, el principal trabajo se encuentra precisamente en ese estado.

El hombre debe saber que es una señal de que este trabajo está dirigido hacia el objetivo. La señal indica que está luchando y que envía sus flechas a la cabeza de la serpiente, pues esta chilla y argumenta reclamando “qué” y “quién”, es decir, “¿Qué significa para ustedes este trabajo?”. En otras palabras, ¿qué ganarán trabajando solamente para el Creador y no para ustedes mismos?”. Y el argumento de “quién” significa que es el argumento de Faraón, que dijo: “¿Quién es el Señor para que yo le obedezca?”.

Podría decirse que el argumento de “quién” es un argumento racional. Es normal que cuando a alguien se le dice que vaya a trabajar para alguien, el hombre pregunte “¿para quién?”. Por lo tanto, cuando el cuerpo reclama: “¿Quién es el Señor para que yo le obedezca?”, se trata de un argumento racional.

Sin embargo, de acuerdo con la máxima, que la razón no es un objeto en sí, sino más bien un espejo a través del cual lo que se encuentra en los sentidos también lo está en la mente. Y este es el sentido de “Y los hijos de Dan(1): Jushim (sentidos)”. Esto quiere decir que la mente juzga solamente de acuerdo con lo que los sentidos le permiten escrutar, y en la medida que le permitan idear todo tipo de invenciones y artilugios que encajen con las exigencias de los sentidos.

Dicho de otro modo: la mente trata de conceder a los sentidos lo que estos demandan. Sin embargo, la mente no tiene ninguna necesidad propia de algún tipo de demanda. Entonces, si los sentidos demandan el atributo de otorgamiento, la mente obra siguiendo las líneas del otorgamiento, sin plantear preguntas, porque la mente se encuentra exclusivamente al servicio de los sentidos.

La mente se parece a un hombre que se mira al espejo para ver si está sucio. Y todos los sitios que el espejo le muestra que están sucios, él va a lavarse y limpiarse, pues el espejo le muestra que en su rostro hay cosas feas que hace falta limpiar.

Sin embargo, lo más difícil es saber qué es lo que se llama fealdad. ¿Es acaso el deseo de recibir, es decir, la demanda del cuerpo de hacer todo en beneficio propio? ¿O en cambio es que el deseo de otorgar es una fealdad que el cuerpo no puede tolerar? La mente no consigue analizarlo, pues es como el espejo, que no puede determinar qué es fealdad y qué es belleza, porque todo depende de los sentidos, que solo los sentidos pueden determinar esto.

Por eso, cuando el hombre se habitúa a trabajar de forma forzada para llegar a trabajar en otorgamiento, la mente también funciona según los lineamientos del otorgamiento. Y entonces es imposible que la mente haga la pregunta “quién”, porque los sentidos ya se han acostumbrado a trabajar en otorgamiento, o sea, los sentidos no preguntan más, “¿qué es este trabajo para ustedes?”, pues ya se encuentran trabajando con el fin de otorgar y, naturalmente, la mente no plantea la pregunta “quién”.

Resulta que el trabajo principal radica en la pregunta, “¿qué es este trabajo para ustedes?”. Y lo que uno oye, cuando el cuerpo hace la pregunta de “quién”, se debe a que el cuerpo no desea degradarse de este modo. Por esta razón realiza la pregunta “quién”, que parecería que estuviera formulando un argumento racional, pero lo cierto es que, como ya hemos dicho antes, el trabajo principal radica en el “qué”.

(1) Nombre de uno de los hijos de Jacob, del verbo “juzgar”