Rabí Yehudá HaLevi Ashlag - Baal HaSulam
5. Lishmá es un despertar desde Arriba, y ¿por qué necesitamos un despertar desde abajo?
Lo escuché en 1945
La obtención de Lishmá (en nombre de la Torá) no es algo que esté al alcance de nuestro entendimiento, ya que para la mente humana es inconcebible que algo así pueda existir en este mundo. Esto se debe a que uno solo tiene permiso para entender que, si observa la Torá y las Mitzvot (preceptos), alcanzará algo. En eso debe haber un beneficio propio, de lo contrario, uno es incapaz de hacer nada. Esto es una iluminación que viene desde Arriba; y solo quien la prueba puede conocer y comprender. Acerca de eso está escrito: “Prueben y vean que el Señor es bueno”.
Por lo tanto, debemos entender por qué uno debe hacer artimañas y buscar consejos sobre cómo llegar a Lishmá. Después de todo, ningún consejo le ayudará, y si el Creador no le proporciona la segunda naturaleza, llamada “deseo de otorgar”, ningún esfuerzo podrá ayudarle a alcanzar el estado de Lishmá.
La respuesta es como dijeron nuestros sabios: “No estás obligado a completar la labor; y no eres libre de evadirla” (Avot 2:21). Esto quiere decir que uno debe proporcionar el despertar desde abajo, ya que esto se discierne como una plegaria. La plegaria se considera una carencia, y sin una carencia no puede haber llenado. Por ende, cuando uno siente necesidad por el estado de Lishmá, el llenado llega desde Arriba, y la respuesta a la plegaria viene desde Arriba, es decir, uno recibe llenado para su carencia. De esto se desprende que el trabajo de uno es necesario para recibir Lishmá del Creador solamente como carencia y Kli (vasija). No obstante, uno jamás puede alcanzar el llenado por sí solo, sino que es un obsequio del Creador.
No obstante, la plegaria debe ser completa, esto es, desde lo profundo del corazón. Esto significa que uno sabe con certeza al cien por ciento de que no hay nadie en el mundo que pueda ayudarlo sino el Creador mismo. Y, ¿cómo puede uno saber que nadie más puede ayudarlo, salvo el mismísimo Creador? Uno puede obtener esta noción precisamente si ya ha invertido todas las fuerzas que tiene a su alcance y no ha lo ha ayudado.
Por eso, uno debe hacer todas las acciones posibles que existen en el mundo para merecer el nivel de trabajo en nombre de los cielos. Entonces uno puede elevar la plegaria desde lo profundo de su corazón, y entonces el Creador escucha su plegaria.
Sin embargo, el hombre debe saber que, cuando está tratando de alcanzar el nivel de Lishmá, tiene que asumir el querer trabajar únicamente para otorgar de forma total, es decir, completamente para otorgar y sin recibir nada. Solamente entonces comienza a ver que sus órganos no están de acuerdo con esta idea.
A partir de ahí uno llega a saber con claridad que no le queda otra alternativa más que volcar su plegaria al Creador y pedirle ayuda para que su cuerpo consienta esclavizarse a Él incondicionalmente, ya que ve que no puede convencer a su cuerpo de anularse por completo. Resulta que, precisamente cuando ve que no hay razón para esperar que su cuerpo acceda a trabajar por sí mismo para el Creador, su plegaria puede ser desde el fondo de su corazón y entonces su plegaria es aceptada.
Debemos saber que, al alcanzar Lishmá, uno da muerte a la inclinación al mal, pues la inclinación al mal es el deseo de recibir. Por medio de adquirir el deseo de otorgar se anula al deseo de recibir, de modo que este no pueda hacer nada. Esto se considera “matarlo”. Porque ha sido retirado de su función, y no tiene nada más que hacer ya que no lo utilizan. Ya que cuando su accionar queda anulado, se considera que lo ha matado.
Cuando el hombre hace una introspección acerca de “qué obtiene por su esfuerzo en su trabajo bajo el sol”, verá que no es tan difícil esclavizarse a Su Nombre por dos razones:
1. De cualquier forma, ya sea si lo desea o no, uno debe esforzarse en este mundo. ¿Y qué es lo que le queda como resultado de todos esos esfuerzos que ha hecho?
2. Pero si uno trabaja Lishmá, obtiene placer también durante el trabajo.
Según la alegoría el predicador de Dubna: “no me has invocado a Mí, oh Yaakov; ni por mí te cansaste, oh Israel”, y dijo que esto es similar al caso de un hombre rico que salió del tren y que llevaba consigo una pequeña maleta. Él la puso donde todos los comerciantes colocaban su equipaje, luego los maleteros cargaban los paquetes y los traían al hotel en el que se alojaban los comerciantes. El maletero pensó que el comerciante cargaría él mismo el equipaje pequeño, por lo que no necesitaba un maletero, así que cargó uno de los paquetes grandes.
El comerciante quiso pagarle una suma pequeña de dinero, como solía hacer, pero el maletero no lo quiso tomar, y dijo: “He colocado en el guardaequipaje del hotel un gran equipaje que me ha dejado exhausto. Apenas pude cargar su paquete, ¿y usted quiere pagarme tan poco por esto?”.
La lección es que cuando uno viene y dice que ha trabajado de manera exhaustiva observando la Torá y las Mitzvot, el Creador le dice: “Tú no me has invocado a mí, oh Yaakov”. En otras palabras, la maleta que has tomado no ha sido la mía, sino la de otra persona. Has dicho que observar la Torá y las Mitzvot te ha costado gran esfuerzo, por lo tanto debes haber estado trabajando para otro patrón; así que ve hacia él, que él te pague.
Este es el significado de: “pues te esforzaste en Mí, Oh Israel”. Esto quiere decir que quien trabaja para el Creador, no siente esta labor como un esfuerzo. Por el contrario, le proporciona placer y exalta su espíritu.
No obstante, quien trabaja en favor de otros propósitos, no puede quejarse ante el Creador por qué Él no le proporciona vitalidad en el trabajo, ya que no trabajó para el Creador, y por ende, no puede esperar de Él un pago a cambio. En vez de esto, uno puede quejarse a aquellos para los cuales ha estado trabajando, para que le proporcionen placer y vitalidad.
Y debido a que existen muchos propósitos en Lo Lishmá (no en nombre de la Torá), uno debe exigirle a la meta para la cual había trabajado que le proporcione recompensa, es decir, placer y vitalidad. Al respecto se dice: “Semejantes a ellos son los que los hacen, y cualquiera que confía en ellos”. Sin embargo, esto sería difícil. Después de todo, vemos que incluso cuando uno asume el yugo del Reino de los Cielos sin ninguna otra intención, no recibe aún sensación de vitalidad para poder decir que esta vitalidad lo obliga a asumir el yugo del Reino de los Cielos. Y la razón por la que uno asume este yugo solo se debe a la fe por encima de la razón. Es decir, uno lo hace sobreponiéndose a la fuerza, y no en su propio beneficio. Entonces, podemos preguntar: ¿por qué uno siente esfuerzo en esta labor, con el cuerpo constantemente buscando el momento de librarse de ella, como quien no siente vitalidad alguna del trabajo? De acuerdo a esto, cuando uno trabaja humildemente y tiene como único propósito trabajar con el fin de otorgar, ¿por qué el Creador no le proporciona el gusto y la vitalidad en el trabajo?
La respuesta es que debemos saber que este asunto representa una gran corrección. Si no fuera por eso, es decir que si la Luz y la vitalidad hubieran brillado inmediatamente cuando el hombre comienza a asumir el yugo del Reino de los Cielos, tendríamos la vitalidad en el trabajo, o sea que el deseo de recibir también habría accedido a ejecutar este trabajo.
En ese estado, ciertamente, uno estaría de acuerdo, ya que desea saciar su pasión, es decir, estaría trabajando en beneficio propio. Si fuese así, no habría posibilidad alguna de llegar a Lishmá. Esto se debe a que uno estaría obligado a trabajar en beneficio propio, pues sentiría mayor placer en el trabajo del Creador que en las pasiones corporales. Así, uno tendría que permanecer en Lo Lishmá, ya que de este modo podría obtener satisfacción de su trabajo. Donde hay satisfacción no hay nada que el hombre pueda hacer, porque, sin una recompensa, uno no puede trabajar. Entonces, si uno recibiera satisfacción en esta labor de Lo Lishmá, estaría obligado a permanecer en ese estado.
Es parecido a lo que se dice cuando muchos están persiguiendo a un ladrón para atraparlo, el ladrón también corre y grita: “Atrapen al ladrón”. De esta forma, es imposible reconocer quién es realmente el ladrón, para atraparlo y quitarle de sus manos lo robado.
Pero cuando el ladrón, que representa el deseo de recibir, no siente el gusto ni la vitalidad en el trabajo de aceptar el yugo del Reino de los Cielos, si en ese mismo estado trabaja con fe por encima de la razón, en coerción, y su cuerpo se termina acostumbrando a este trabajo en contra del deseo de su deseo de recibir, entonces, posee los medios para llevar a cabo el trabajo que tendrá como propósito dar contento a su Creador. Puesto que lo principal que se le exige al hombre es alcanzar la adhesión con el Creador mediante su trabajo, que es la equivalencia de forma, donde todos sus actos serán con el fin de otorgar.
Tal como dice el texto: “Entonces habrás de deleitarte en el Señor”. El sentido de “entonces” es que primero, al comienzo del trabajo, uno no recibía placer. Por el contrario, el trabajo era forzado. Sin embargo, después, cuando uno ya se ha acostumbrado a trabajar con el fin de otorgar y a no examinarse a sí mismo –para comprobar si siente el buen gusto del trabajo, sino que cree que está trabajando para dar contento a su Hacedor al Creador, uno debe creer que el Creador acepta la labor de los inferiores sin importar cuánta o cómo sea esta labor. En absolutamente todo, el Creador examina la intención, y esto le produce contento. Luego, uno recibe lo que dice el texto: “Entonces te deleitarás en el Señor”. Incluso sentirá placer y deleite durante la labor de Dios, ya que ahora trabaja realmente para el Creador, pues el esfuerzo que realizó durante el trabajo forzado le da la capacidad de trabajar para Él de verdad. Uno descubre que también entonces, el placer que recibe es por el Creador, es decir, específicamente para el Creador.