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Yehudá Leib Ha-Levi Ashlag (Baal HaSulam)

Carta 6

1 del mes Av, 5 de agosto de 1921, víspera del sábado, Varsovia

A mi amigo del alma…. que tu vela arda eternamente.

He escrito ya dos cartas y no he tenido oportunidad de enviártelas. En realidad quisiera verte antes de viajar, con ayuda de Dios, el día 22 del mes Av. Ahora me gustaría ofrecerte saborear de la miel de mi panal.

Está escrito: “Destruirás a los que hablan mentira; Dios abomina al hombre sanguinario y engañador”.

Hay una alegoría sobre un rey que se encargó de enseñarle tácticas de reinado a su hijo. Le mostró toda la tierra, sus enemigos y sus amigos.

Así mismo le dio a su hijo una espada tomada de las arcas de sus tesoros. Esta espada poseía una maravillosa virtud, que al presentarla a los enemigos, estos caían de inmediato ante él como residuos.

Así ocurrió que el hijo del rey fue y conquistó muchas naciones, tomando botín y avanzando exitosamente.

Después de un tiempo dijo el rey a su hijo: ahora subiré a lo alto de la torre y me esconderé allí. Tú te sentarás en mi trono y conducirás a toda la nación con sabiduría y valentía. Toma aquí este escudo que estuvo hasta hoy guardado en las arcas del reino y ningún enemigo ni acosador podrá hacerte daño siempre que este escudo esté en tu posesión.

Tomó el rey la espada y la amarró al escudo y se la dio a su hijo. El rey subió a la torre y se escondió allí.

El hijo del rey no sabía que la espada estaba amarrada al escudo. Debido a que el escudo ni siquiera le parecía importante, no lo guardó y el escudo fue robado, y con él también la espada.

Cuando se difundieron las noticias por la tierra que el hijo del rey era el líder de la nación, y que su espada y su escudo fueron robados, de inmediato se atrevieron sus enemigos a hacerle la guerra hasta que hasta que lo tomaron cautivo, a él y a todas sus múltiples posesiones. Ahora, teniendo a su enemigo en sus manos, derramaron sobre él toda la ira de su venganza, por todo el abuso que tuvo con ellos en los días de liderazgo de su padre. Día a día lo golpeaban duramente.

El hijo del rey se avergonzó de su padre, pues la miseria de su padre le dolía más que su propio sufrimiento. Resolvió crear una espada y un escudo igual a los primeros para para apaciguar a su padre y mostrarle su sabiduría y poder.

Con artimañas hizo una espada similar a la primera, también hizo un escudo similar al primero. Y cuando tenía en sus manos las armas de guerra, clamó a su padre en lo alto de la torre: ¡siéntete orgulloso de mí!, pues un hijo sabio da contento a su hijo. Y mientras clamaba a su padre, sus enemigos golpeaban y lastimaban su cerebro y su hígado. Y mientras más lo golpeaban, más se sobreponía y se fortalecía para apaciguar a su padre. Y gritaba: Ahora no le temo a nada. ¿Quién podrá luchar contra mí mientras tengo mi espada y mi escudo en mis manos?

Y cuanto más se jactaba, más lo golpeaban y lo herían sus enemigos. Piedras y palos caían sobre su cabeza, y la sangre corría por su rostro. Y él se esforzaba por mantener su altura con orgullo, como los valientes, para demostrar a su padre que ahora no tiene temor a nada. A comparación de su valentía eran como el polvo que queda en la balanza, ya que la espada le ayudaba, o el escudo le ayudaba.

A esto se refirió el poeta al decir: ‘Destruirás a los que hablan mentira’, es decir aquellos que sus rostros son como el rostro del mono ante el rostro del hombre, que por sus propios medios hacen una espada como la que hizo el Creador. No solo eso, sino que desean jactarse de su trabajo como se jacta el Creador. Sobre ellos se dice: “Dios abomina al hombre sanguinario y engañador”; porque por medio de un acto humano hace un escudo y se jacta de no sentir dolor. También esto es abominado por el Creador, o sea, quien muestra una falsa pretensión diciendo que es sabio, fuerte y audaz, pero está lleno de engaños y busca artimañas astutas. Esto el Creador aborrece.

No obstante, toda la integridad se encuentra en Su nombre sagrado, Dios de mi justicia, que todos sus órganos y tendones sepan que en el sitio donde “mora la Shejiná (Divinidad)” es el sitio de la justicia, es decir que en el absoluto conocimiento, en el cual son justos todos Sus pensamientos, en el cual nunca ha dado hombre alguno un mal paso, así como nadie dará un buen paso por sí mismo.

Y si bien que todos así lo creen, aún necesitan conocerlo, de modo que se asiente en sus corazones como el primer concepto que al verter un verdadero corazón leal ante el Creador es capaz de revelar este concepto en el mundo, como todo asunto simple y aceptable que se asienta lo suficiente en el corazón.

Este es el significado de ‘y de allí buscarás al Señor, tu Dios, y lo encontrarás’. Este es el asunto de la bendición “bueno y benefactor” que es benefactor para otros, pues su alcance espiritual se encuentra realmente en la bondad, por lo que se denomina ‘bueno’, y este nombre es percibido por toda persona fácilmente. También el nombre ‘Dios de mi gracia’. Solo que es por la facilidad de aceptarlo es que el individuo no permanece sobre todos.

Por esto, el trabajo en el exilio y en el cumplimiento de la Torá en pobreza, está evidentemente a la vista de todos los órganos del servidor del Creador. El nombre sagrado: Dios de mi gracia, es decir, que no existió el mal ni siquiera un mínimo momento en el tiempo, lo cual es el significado de ‘bueno’, pero solamente en ‘benefactor para otros’, que implica que ‘esto también es para bien’. Este es un asunto muy profundo y entre los más importantes que hay, y esta unicidad no deja lugar siquiera… en este tiempo más que él mismo. Esto significa también ‘el Señor es uno y Su nombre es Uno’, que se concibe como algo simple para quienes son íntegros.

Yehudá Leib