Rabí Yehudá Leib HaLevi Ashlag (Baal HaSulam)
La Nación
Jerusalén, 4 de Siván 5700 (5 de junio de 1940)
Nuestra dirección
Este
periódico,
La
Nación,
es
una
nueva
creación
que
aparece
en
las
calles
judías:
un
periódico
cuyo
marco
es
«multipartidista».
Y
preguntarán
ustedes,
¿qué
quiere
decir
un
periódico
multipartidista?
¿Cómo
es
posible
que
un
periódico
pueda
servir
a
todos
los
partidos
en
conjunto,
a
pesar
de
la
oposición
y
los
contrastes
que
existen
entre
ellos?
Ciertamente,
es
una
creación
que
nació
en
medio
de
dificultades,
tras
duros
y
terribles
dolores
de
parto,
entre
el
veneno
del
odio
que
se
instauró
en
las
naciones
para
exterminarnos
de
la
faz
de
la
Tierra,
la
destrucción
de
millones
de
nuestros
hermanos;
y
aún
se
encuentran
preparados
para
continuar.
Su
sádica
inclinación
no
está
satisfecha
y
la
calamidad
se
duplica,
pues
no
podemos
engañarnos
pensando
que
todo
esto
es
tan
solo
un
fenómeno
pasajero,
transitorio.
Como
todas
nuestras
experiencias
pasadas
en
la
historia,
que,
si
una
nación
nos
expulsaba,
encontrábamos
otra
como
sustituta.
Sin
embargo
ahora
la
situación
es
completamente
diferente.
No
solamente
nos
rodearon
al
mismo
tiempo
de
todos
los
confines
de
la
tierra,
sino
que
hasta
las
naciones
más
virtuosas
nos
cerraron
las
puertas,
sin
ningún
sentimiento
de
compasión
o
misericordia
y
de
una
manera
tan
despiadada,
sin
precedentes
en
toda
la
historia
de
la
humanidad,
ni
siquiera
en
las
épocas
de
mayor
barbarie.
Está
claro,
a
menos
que
confiemos
en
los
milagros,
que
nuestra
existencia
como
individuos
o
como
nación
pende
entre
la
vida
y
la
muerte.
Y
la
salvación
es,
si
logramos
dar
con
la
táctica
requerida,
esa
gran
maniobra
que
se
encuentra
solo
cerca
del
peligro,
y
que
puede
inclinar
la
balanza
a
favor
nuestro:
darnos
refugio
seguro
aquí
a
todos
los
hermanos
de
la
diáspora,
y
que
a
decir
de
todos
es,
en
el
presente,
el
único
sitio
a
salvo.
Entonces,
el
camino
hacia
la
vida,
se
nos
abrirá
para
de
alguna
forma
continuar
con
nuestra
existencia
a
pesar
de
las
dificultades.
Y
si
no
aprovechamos
la
oportunidad
y
no
nos
alzamos
como
un
solo
hombre,
con
los
grandes
esfuerzos
que
se
requieren
en
tiempos
de
peligro,
para
garantizar
nuestra
permanencia
en
la
tierra,
dado
que
los
hechos
ante
nosotros
se
revelan
muy
amenazadores,
pues
las
cosas
evolucionan
favorablemente
para
nuestros
enemigos,
que
desean
eliminarnos
de
la
faz
de
la
Tierra.
También
está
claro
que,
para
el
gran
esfuerzo
requerido
en
nuestro
peligroso
camino,
necesitamos
una
unidad
sólida
como
el
acero
en
todas
partes
de
la
nación,
sin
excepción.
Si
no
salimos
como
sólidas
tropas
unidas
hacia
las
fuerzas
poderosas
que
se
interponen
en
nuestro
camino
para
herirnos,
descubriremos
que
nuestra
esperanza
está
perdida
de
antemano.
Y
a
pesar
de
todo
eso,
cada
persona
y
partido
se
sientan
y
meticulosamente
protegen
sus
posesiones
sin
concesión
alguna.
Y
bajo
ninguna
circunstancia
pueden,
o
para
decirlo
correctamente,
no
querrán
alcanzar
la
unidad
nacional,
tal
y
como
nos
exige
esta
peligrosa
época.
Así,
nos
sumergimos
en
la
indiferencia
como
si
nada
hubiera
sucedido.
Intenten
imaginar
si
alguna
nación
nos
mostrará
la
puerta,
como
ocurre
con
tanta
frecuencia
en
estos
días.
Es
seguro
que
ninguno
de
nosotros
pensaría
sobre
nuestras
preferencias
partidistas,
pues
los
problemas
nos
amasarían
en
una
sola
masa,
ya
fuera
para
defendernos
o
para
empacar
y
huir,
por
mar
o
por
tierra.
Si
hubiéramos
sentido
que
el
peligro
era
real,
sin
duda
estaríamos
unidos
correctamente
y
sin
ninguna
dificultad.
Bajo
estas
circunstancias
se
han
encontrado
aquí,
un
pequeño
grupo
de
todas
las
corrientes;
personas
que
sienten
el
espantoso
látigo
sobre
sus
espaldas,
como
si
ya
se
hubiera
materializado.
Ellos
han
asumido
la
responsabilidad
de
publicar
este
periódico,
del
cual
piensan
que
será
una
vía
fidedigna
de
transmisión
de
sus
sensaciones
a
toda
la
nación,
a
todas
sus
comunidades
y
facciones,
sin
excepción.
Al
hacerlo,
las
oposiciones
y
el
partidismo
intolerante
quedarían
anulados.
O,
mejor
dicho,
se
silenciarían
y
darían
paso
a
lo
que
los
precede,
pudiendo
todos
unirnos
en
un
solo
cuerpo,
firme
y
capaz
de
protegerse
en
estos
momentos
cruciales.
Y
aunque
este
peligro
es
conocido
por
todos,
por
nosotros
también,
tal
vez
no
ha
evolucionado
lo
suficiente
en
el
gran
público,
en
su
dimensión
real.
Si
ellos
lo
hubieran
percibido
ya,
desde
hace
mucho
tiempo
se
hubieran
sacudido
el
polvo
del
partidismo
que
está
obstruyendo
la
unidad
de
nuestras
filas.
Si
esto
no
es
así,
es
tan
solo
porque
esta
sensación
aún
no
es
compartida
por
muchos.
Por
consiguiente,
hemos
tomado
la
decisión
de
publicar
este
periódico
para
montar
guardia
y
prevenir
sobre
el
problema
explicándolo
al
público
hasta
que
todos
los
elementos
separatistas
sean
silenciados
y
podamos
enfrentarnos
a
nuestro
enemigo
cerrando
filas
y
dándoles
una
debida
respuesta,
anticipadamente.
Asimismo,
estamos
seguros
que
Israel
no
está
solo,
y
entre
nosotros
hay
investigadores
del
corazón
y
pueden
proporcionar
un
plan
efectivo
que
unirá
a
todas
las
facciones
en
la
nación.
Y
por
experiencia
nos
hemos
dado
cuenta
de
que
precisamente
esas
personas
se
sientan
en
una
esquina
sin
que
nadie
las
escuche.
En
este
periódico,
estamos
dispuestos
a
abrir
un
espacio
a
todo
aquel
que
guarde
en
su
corazón
una
solución
segura
que
consiga
unir
a
la
nación,
para
darle
publicidad
y
que
resuene
entre
el
público.
Además
de
todo
lo
anterior,
al
publicar
este
periódico,
aspiramos
a
defender
nuestra
antigua
cultura,
que
tiene
un
desarrollo
milenario,
existente
desde
antes
de
la
ruina
de
nuestro
país.
Deseamos
revelarla
y
limpiarla
de
todo
escombro
acumulado
sobre
ella
durante
los
años
de
nuestro
exilio
entre
las
naciones,
para
que
se
reconozca
la
naturaleza
judía
en
su
pureza
tal
y
como
era
en
aquel
entonces.
Esto
nos
proporcionaría
la
utilidad
más
importante,
pues
podríamos
encontrar
la
forma
de
conectar
nuestra
situación
de
Diáspora
con
esos
tiempos
de
gloria
y
redimirnos
del
sentimiento
de
estar
alimentándonos
de
viñedos
ajenos.
(La
edición)
El
individuo
y
la
nación
El
ser
humano
es
un
ser
social.
No
puede
cubrir
sus
necesidades
vitales
sin
la
ayuda
de
los
demás.
De
ahí
que
nuestra
asociación
con
otros
es
un
requisito
para
su
existencia.
Este
no
es
el
marco
para
estudiar
la
formación
de
las
naciones.
Resulta
suficiente
estudiar
la
realidad
tal
y
como
se
presenta
ante
nuestros
ojos.
Es
un
hecho
que
el
individuo
no
posee
recursos
para
cubrir
él
solo
sus
propias
necesidades.
Necesita
de
una
vida
social.
De
ahí
que
los
individuos
se
vieran
obligados
a
juntarse
en
una
unidad
denominada
«nación»
o
«estado»,
en
donde
cada
uno
lleva
a
cabo
su
oficio,
algunos
en
la
agricultura,
otros
como
artesanos,
etc.
Y
se
conectan
a
través
del
intercambio
de
sus
productos.
Así,
se
formaron
las
naciones,
cada
una
con
su
propio
carácter,
tanto
en
su
vida
material
como
en
su
vida
cultural.
Al
observar
estas
manifestaciones
de
vida,
comprobamos
que
el
desarrollo
de
una
nación
es
muy
similar
al
de
un
individuo.
La
función
de
cada
individuo
de
la
nación
es
equivalente
a
la
función
de
los
órganos
que
componen
un
cuerpo
individual.
Así
como
el
cuerpo
de
cada
individuo
debe
hallarse
en
armonía
en
su
interior,
entre
sus
órganos:
los
ojos
ven,
y
el
cerebro,
con
su
ayuda,
piensa
y
aconseja,
entonces
las
manos
podrán
trabajar
o
luchar
y
las
piernas
caminan,
etc.
Así,
cada
uno
permanece
en
guardia,
en
espera
de
llevar
a
cabo
su
función.
Del
mismo
modo,
los
órganos
que
componen
el
cuerpo
de
la
nación:
los
consejeros,
los
patrones,
los
asalariados,
los
distribuidores,
etc.,
deberían
actuar
entre
ellos,
en
completa
armonía.
Esto
es
necesario
para
el
desarrollo
de
una
vida
normal
en
la
nación
y
para
su
segura
existencia.
Al
igual
que
la
muerte
natural
del
individuo,
es
resultado
de
la
falta
de
armonía
entre
sus
órganos,
así
también
la
decadencia
natural
de
una
nación,
es
resultado
de
una
obstrucción
que
acontece
entre
sus
órganos,
tal
y
como
nuestros
sabios
atestiguaron,
(«Tosfot,
Baba
Metzía»,
capítulo
dos)
«Jerusalén
fue
destruida
solo
por
culpa
del
odio
infundado
de
esa
generación».
En
aquel
tiempo,
la
nación
enfermó
y
murió,
y
sus
órganos
fueron
esparcidos
en
todas
direcciones.
Por tanto, es una condición obligatoria para cada nación el estar fuertemente unida en su interioridad, y que todos los individuos que la componen tengan un fuerte vínculo de amor instintivo entre ellos. Es más, cada individuo debería sentir su felicidad personal en la felicidad de la nación, y su propia decadencia en la decadencia de la nación. Uno también debería estar dispuesto a dar todo su ser en beneficio de su nación, en tiempos de necesidad. De lo contrario, su derecho a existir como nación en el mundo está destinado al fracaso desde el principio.
Esto
no
quiere
decir
que
todos
los
individuos
de
la
nación
sin
excepción
deban
ser
así.
Lo
que
esto
significa
es
que
los
miembros
de
esa
nación,
que
sienten
esa
armonía,
son
los
que
conforman
la
nación;
y
según
la
calidad
de
ellos,
se
mide
tanto
la
felicidad
de
la
nación
como
todo
su
derecho
a
existir.
Cuando
se
ha
llegado
a
un
número
de
individuos
suficiente
para
la
existencia
de
la
nación,
puede
darse
una
cierta
cantidad
de
miembros
debilitados
que
no
se
encuentren
conectados
al
cuerpo
de
la
nación
en
toda
la
medida
anteriormente
mencionada,
pues
los
cimientos
ya
se
encuentran
asegurados
sin
necesidad
de
contar
con
dichos
miembros.
De
ahí,
que
en
tiempos
pasados
era
imposible
encontrar
una
agrupación
o
una
sociedad
sin
parentesco
entre
sus
miembros.
Esto
se
debe
a
que
este
amor
primitivo,
necesario
para
la
existencia
de
la
sociedad,
se
da
únicamente
en
familias
que
descienden
de
un
padre
en
común.
Sin
embargo,
a
medida
que
las
generaciones
fueron
evolucionando,
aparecieron
sociedades
conectadas
juntas
bajo
el
concepto
de
«estado»,
es
decir,
sin
la
existencia
de
parentesco
o
vínculos
raciales.
La
conexión
del
individuo
con
el
estado
ya
no
consiste
en
una
de
tipo
natural
y
primitivo,
sino
que
nace
de
una
necesidad
mutua
en
la
que
cada
individuo
se
une
a
todo
el
conjunto
en
un
solo
cuerpo:
el
estado.
Y
el
estado
protege,
con
todo
el
poder
de
un
cuerpo
estatal,
el
cuerpo
y
las
posesiones
de
cada
individuo.
De
hecho,
esa
transición
en
la
que
las
generaciones
fueron
pasando
de
la
nación
natural
a
la
artificial,
de
los
vínculos
originados
por
el
amor
primitivo
a
vínculos
que
tiene
su
origen
en
una
necesidad
mutua,
no
quita
nada
de
las
condiciones
necesarias
dentro
de
una
nación
natural,
racial.
La
norma
es
que,
así
como
todo
individuo
sano
tiene
un
control
completo
sobre
sus
propios
órganos,
basado
solo
en
sentimientos
de
amor,
dado
que
dichos
organismos
le
obedecen
con
gusto
y
sin
ningún
miedo
a
represalias,
el
estado,
en
relación
a
sus
necesidades
generales,
debería
dominar
a
todos
los
individuos
que
lo
componen,
con
un
gobierno
absoluto
basado
en
el
amor
y
la
devoción
instintiva
de
los
individuos
hacia
el
colectivo.
Esta
es
la
fuerza
más
cómoda,
suficiente
para
movilizar
a
todos
los
individuos
hacia
las
necesidades
públicas.
Sin
embargo,
una
dominación
basada
en
la
coerción
y
el
castigo
resulta
ser
una
fuerza
demasiado
débil
como
para
movilizar
a
cada
individuo
en
la
medida
necesaria
cuando
se
trate
de
salvaguardar
las
necesidades
públicas.
Y
el
público,
a
su
vez,
resultará
debilitado
y
no
podrá
llevar
a
cabo
su
compromiso
de
salvaguardar
y
proteger
la
integridad
física
y
las
posesiones
de
cada
individuo.
Y
no
nos
referimos
a
la
forma
de
gobierno,
ya
que
si
fuera
autocrático,
democrático
o
cooperativo:
estos
no
cambian
la
esencia
del
establecimiento
de
la
fuerza
de
cohesión
social.
No
podrá
establecerse,
ni
tampoco
podrá
continuar
su
existencia,
si
no
es
a
través
de
relaciones
de
amor
social.
Llena
de
vergüenza
admitir
que
uno
de
los
méritos
más
preciados
que
hemos
perdido
durante
nuestro
exilio,
el
más
importante
de
todos,
es
la
pérdida
de
conciencia
de
la
nacionalidad,
es
decir,
el
sentimiento
natural
que
conecta
y
mantiene
a
todas
y
cada
una
de
las
naciones.
Porque
los
hilos
de
amor
que
conectan
a
la
nación,
tan
naturales
y
primitivos
en
todas
las
naciones,
se
han
atrofiado
y
desconectado
de
nuestros
corazones:
han
pasado,
desaparecido
y
ya
no
están
más.
Y
lo
peor
de
todo
es
que,
lo
poco
que
hemos
conservado
del
amor
nacional
no
se
encuentra
inculcado
en
nosotros
de
manera
positiva,
como
ocurre
en
todas
las
naciones.
Más
bien
al
contrario,
se
encuentra
en
nosotros
basado
en
algo
negativo:
el
sufrimiento
común.
Cada
uno
de
nosotros
sufre
el
hecho
de
ser
hijo
de
la
nación,
lo
cual
nos
infunde
una
conciencia
nacional
y
de
proximidad.
Somos
hermanos
del
mismo
problema.
Se
trata
de
una
causa
externa.
Mientras
que
esta
causa
externa
se
unía
y
mezclaba
con
nuestra
conciencia
nacional
natural,
surgió
un
extraño
tipo
de
amor
nacional
que
desató
esta
mezcla
innatural
e
incomprensible.
Y
lo
más
importante
es
que
resulta
totalmente
inadecuado
para
su
función.
Su
calidez
únicamente
sirve
para
generar
un
entusiasmo
pasajero,
sin
fuerza
ni
potencia
con
la
que
podemos
volver
a
constituirnos
en
una
nación
que
pueda
sostenerse
a
sí
misma.
Esto
es
así
porque
una
unión
que
viene
dada
por
una
causa
externa
no
puede
ser
considerada
una
unión
nacional,
en
absoluto.
En
ese
sentido,
es
como
si
fuéramos
una
pila
de
nueces,
unidas
en
un
solo
cuerpo
desde
afuera,
gracias
a
la
bolsa
que
las
envuelve
y
las
conglomera.
Su
medida
de
unidad
no
las
convierte
en
un
cuerpo
cohesionado,
y
cada
leve
movimiento
efectuado
en
la
bolsa
produce
en
ellas
tumulto
y
separación.
Así,
forman
constantemente
nuevas
uniones
y
agrupaciones
incompletas.
Y
toda
la
deficiencia
es,
porque
carecen
de
unidad
natural
por
dentro,
toda
su
fuerza
proviene
de
un
incidente
externo.
A
nosotros,
esto
nos
resulta
extremadamente
doloroso
al
corazón.
De
hecho,
la
llama
del
espíritu
de
la
nación
se
encuentra
aún
guardada
dentro
nuestro,
en
toda
su
extensión,
pero
se
ha
debilitado
y
ahora
está
inactiva.
Asimismo,
ha
sido
enormemente
dañada
por
la
mezcla
que
ha
recibido
proveniente
del
exterior,
tal
y
como
hemos
mencionado.
Sin
embargo,
esto
no
nos
enriquece
y
la
realidad
es
muy
amarga.
La
única
esperanza
es
que
organicemos
para
nosotros,
una
educación
nacional,
de
forma
minuciosa
de
nuevo,
para
ser
así
descubrir
y
despertar
de
nuevo
este
amor
nacional
natural
que
se
ha
apagado
en
nosotros,
volver
a
revivir
esos
músculos
nacionales
que,
durante
dos
mil
años
han
estado
inactivos
en
nosotros,
empleando
todos
los
medios
aptos
para
esto.
Entonces
sabremos
que
tenemos
una
base
natural,
confiable
para
reconstruir
y
continuar
nuestra
existencia
como
nación,
capaz
de
sostenerse
a
sí
misma
como
todas
las
naciones
del
mundo.
Esta
es
una
condición
previa
a
cada
labor
y
cada
acto.
Porque
en
los
comienzos,
la
base
debe
construirse
de
forma
sana
y
suficiente
como
para
soportar
la
carga
que
se
quiere
sostener.
Y
después
comienzan
a
construir
el
edificio.
Ay
de
aquellos
que
edifican
sin
una
base
lo
suficientemente
sólida.
No
solo
no
están
construyendo
nada,
sino
que,
además,
están
poniendo
en
peligro
su
vida
y
la
de
aquellos
que
les
rodean,
pues
el
edificio
caerá
a
la
más
mínima
sacudida
y
sus
partes
irán
despedidas
en
todas
direcciones.
En
este
punto
debo
hacer
hincapié
en
la
ya
mencionada
educación
nacional:
aunque
intente
inculcar
una
gran
cantidad
de
amor
entre
los
individuos
de
la
nación
en
particular
y
por
toda
la
nación
en
general,
en
la
mayor
medida
posible,
sin
embargo,
no
se
trata
en
absoluto,
de
algo
que
se
identifique
con
el
chovinismo
o
al
fascismo,
tan
detestados
por
nosotros.
Y
mi
conciencia
está
completamente
libre
de
ellos.
A
pesar
de
la
aparente
similitud
de
las
palabras
en
su
superficialidad,
parecieran
que
son
cercanas
-pues
el
chovinismo
no
es
más
que
un
amor
excesivo
a
la
nación-
sin
embargo,
se
encuentran
muy
alejadas
en
su
esencia,
tanto
como
lo
blanco
de
lo
negro.
Para
poder
percibir
fácilmente
la
diferencia
entre
ellos,
debemos
compararlos
con
las
medidas
de
egoísmo
y
altruismo
en
un
individuo.
Como
hemos
dicho,
el
proceso
de
la
nación
es
muy
similar
al
proceso
del
individuo
en
todos
los
detalles
particulares
de
cada
uno.
Esta
es
una
clave
general
con
la
cual
entender
todas
las
leyes
nacionales
sin
desviarnos
en
lo
más
mínimo,
ni
a
la
derecha
ni
a
la
izquierda.
Claramente,
la
medida
del
egoísmo
inherente
a
cada
criatura
es
una
condición
necesaria
para
la
propia
existencia
de
la
misma.
Sin
ello,
no
podría
ser
un
individuo
diferenciado
e
independiente.
Sin
embargo,
esto
no
debería
contradecir
la
medida
de
altruismo
en
la
persona.
Únicamente
es
preciso
establecer
fuertes
límites
entre
ellos:
la
ley
del
egoísmo
debe
guardarse
en
toda
su
extensión,
solo
en
la
medida
que
vaya
dirigida
a
la
existencia
básica.
Y
para
todo
lo
que
sobrepase
esa
cantidad,
existe
la
libertad
de
renunciar
a
ello
en
favor
del
bienestar
de
su
prójimo.
Obviamente,
todo
aquel
que
actúe
de
esa
manera
debe
ser
considerado
un
altruista
excepcional.
Sin
embargo,
aquel
que
también
renuncia
a
su
parte
mínima
que
le
corresponde
en
beneficio
de
los
demás,
poniendo
en
riesgo
su
propia
existencia,
eso
ya
es
considerado
algo
absolutamente
antinatural
y
no
se
puede
cumplir,
salvo
una
vez
en
la
vida.
Sin
embargo,
detestamos
mucho
el
egoísta
en
exceso,
que
no
posee
ningún
tipo
de
consideración
por
los
demás.
Y
esta
es
la
sustancia
de
la
que
están
hechos
los
ladrones,
asesinos
y
todos
aquellos
de
baja
procedencia.
Ocurre
algo
parecido
con
el
egoísmo
y
el
altruismo
nacional:
el
amor
a
la
nación
debe
estar
presente
en
todos
los
individuos
de
la
nación,
no
menos
que
el
amor
egoísta
individual
para
sus
necesidades
personales,
es
decir,
en
la
justa
cantidad
para
poder
perpetuar
la
existencia
de
la
nación
como
tal,
para
que
pueda
sostenerse.
Y
el
excedente
de
esa
mínima
medida
pueda
dirigirse
al
bienestar
de
la
humanidad,
de
toda
ella,
sin
hacer
distinciones
entre
pueblos
o
razas.
Por
el
contrario,
sentimos
un
profundo
rechazo
por
el
egoísmo
nacional
desmedido
comenzando
con
las
naciones
que
no
sienten
ninguna
consideración
por
el
bienestar
de
otros,
y
hasta
aquellos
que
roban
y
asesinan
a
otras
naciones
para
complacerse
a
sí
mismos,
eso
lo
llamamos
«chovinismo».
Por
eso,
aquellos
que,
por
motivos
humanitarios
y
altruistas,
se
alejan
por
completo
del
nacionalismo
y
se
convierten
al
cosmopolitismo,
están
equivocados
en
su
fundamento,
porque
el
nacionalismo
y
el
humanitarismo
no
son
términos
contradictorios.
De
aquí
resulta
evidente
que,
el
amor
nacional
constituye
la
base
de
toda
nación,
así
como
el
egoísmo
es
la
base
para
todos
los
seres
vivientes
que
existen
de
manera
independiente.
Sin
egoísmo,
no
sería
posible
subsistir
en
el
mundo.
Así
también,
el
amor
nacional
en
los
individuos
de
la
nación
es
la
base
para
la
esencia
de
toda
nación.
Esta
es
la
razón
por
la
que
ésta
continúa
existiendo
o
deja
de
hacerlo.
Por
ello,
esta
debería
ser
la
primera
preocupación
en
el
camino
del
renacimiento
de
la
nación.
Este
amor
no
se
encuentra
actualmente
en
nuestro
interior,
porque
lo
hemos
perdido
en
nuestro
deambular
entre
las
naciones
del
mundo
durante
estos
dos
mil
años.
Aquí
solo
se
han
congregado
individuos
sin
ningún
vínculo
de
amor
nacional
puro.
Sino
que,
hay
quien
tiene
una
conexión
a
través
de
una
lengua
común,
otro
a
través
de
haber
nacido
en
la
misma
tierra,
un
tercero
a
través
de
una
religión
en
común
y
el
cuarto
a
través
de
la
historia
en
común.
Todos
quieren
vivir
de
acuerdo
a
cómo
vivían
en
su
nación
de
procedencia,
y
no
han
tomado
en
consideración
que
allí
ya
existía
una
nación
basada
en
unos
miembros
autóctonos
antes
de
que
él
se
uniera
a
esa
nación,
y
en
cuya
fundación
no
formó
parte
activa.
Sin
embargo,
cuando
una
persona
viene
a
la
tierra
de
Israel,
no
hay
una
organización
preparada,
suficiente
para
que
una
nación
funcione
por
sí
sola,
y
no
tenemos
aquí
otra
sustancia
nacional
de
cuya
estructura
podamos
depender,
algo
que,
por
otro
lado,
no
deseamos.
Más
bien
debemos
apoyarnos
en
nuestra
propia
estructura:
y,
¿cómo
se
puede
hacer
cuando
aún
no
existe
una
conexión
nacional
natural
entre
nosotros
que
nos
una
para
este
propósito?
Estos
vínculos
inconsistentes
-la
lengua,
la
religión
y
la
historia,
a
pesar
que
son
valores
de
importancia
y
sin
negar
su
relevancia
nacional-,
no
son
suficientes
para
ser
una
base
de
apoyo,
que
sostenga
de
manera
independiente
a
la
nación.
Porque
finalmente,
lo
único
que
tenemos
aquí
es
una
congregación
de
extraños,
descendientes
de
las
culturas
de
setenta
naciones,
cada
uno
construyéndose
una
plataforma
para
sí
mismo,
según
su
espíritu
y
sus
gustos.
Y
no
hay
nada
natural
esencial,
que
sirva
para
aglutinarnos
por
dentro
en
una
sola
masa.
Yo
sé
que
hay
una
cosa
que
todos
tenemos
en
común:
la
huida
del
amargo
exilio.
Sin
embargo,
se
trata
solo
de
una
unión
externa,
como
la
bolsa
que
mantiene
a
las
nueces
juntas,
como
ya
hemos
mencionado.
Por
ello
dije
que,
necesitamos
organizar
para
nosotros
una
educación
especial,
a
través
de
una
amplia
propaganda,
inculcando
en
cada
uno
sentimientos
de
amor
nacional,
tanto
de
un
individuo
a
otro
como
de
los
individuos
hacia
todo
el
colectivo,
y
así
volver
a
descubrir
ese
amor
nacional
que
se
encontraba
enraizada
dentro
de
nosotros
desde
la
época
en
que
habitábamos
nuestra
tierra,
como
una
nación
entre
las
naciones.
Esta
tarea
se
antepone
a
todas
las
demás
porque,
además
de
constituir
la
base,
proporciona
altura
y
éxito
a
todas
las
otras
acciones
que
deseemos
emprender
en
este
campo.
El
nombre
de
la
nación,
el
idioma
y
la
tierra.
Deberíamos examinar el nombre de nuestra nación. Nos hemos acostumbrado a llamarnos «hebreos», mientras que nuestros nombres habituales, «judío» o «Israel», casi se han vuelto obsoletos. Tanto es así que, para distinguir la jerga del idioma de la nación, llamamos al idioma de la nación «hebreo» y a la jerga, «ídish».
En la Biblia encontramos el nombre, hebreo, pronunciado solo por las naciones del mundo, y especialmente por los egipcios, como: «Mira, nos ha traído un hebreo para burlarse de nosotros» (Génesis 39:14), o «Y estaba allí con nosotros un joven, un hebreo» (Génesis 41:13), o «Este es uno de los hijos de los hebreos» (Éxodo 2: 6). Los filisteos también usan este nombre: «No sea que los hebreos hagan espada» (1 Samuel 13:19). También lo encontramos en la relación entre las naciones y nosotros, como en la guerra de Shaúl con los filisteos, cuando declaró: «Oigan los hebreos» y «los hebreos cruzaron el Jordán» (1 Samuel 13: 7). Además, encontramos persistentemente el nombre «hebreo» cerca de esclavos, como un esclavo o una sirvienta hebreos, etc. Sin embargo, entre nosotros, nunca encontraremos en la Biblia el nombre «hebreo», sino solo uno de los dos nombres, «Israel» o «Judío».
El origen del nombre, «hebreo», es que probablemente hubo una antigua nación famosa que tenía ese nombre, ya que el versículo (Génesis 10:21) presenta ante nosotros el nombre del hijo de Nóaj como el padre de esa nación: «Y a Shem, el padre de todos los hijos de Ever». Abraham nuestro patriarca era descendiente de esa nación, por lo que las naciones lo llamaron «Abraham el hebreo», como «y se lo dijeron a Abram el hebreo» (Génesis 14:13).
Por esta razón, antes de que Israel se convirtiera en una nación entre las naciones, se les llamaba «hebreos», en honor a la nación del patriarca Abraham, el hebreo. Aunque los hijos de Israel distinguían en la tierra de Egipto como una nación separada, como «He aquí, el pueblo de los hijos de Israel es grande y demasiado poderoso para nosotros; venid, anticipémonos a ellos con sabiduría, para que no se multipliquen» (Éxodo 1:10). Sin embargo, ese nombre es como el nombre de una tribu, y no de una nación, porque se convirtieron en una nación solo después de haber llegado a la tierra de Israel. De esto debemos concluir que es por eso que las naciones no quisieron llamarnos «la nación israelí» incluso después de nuestra llegada a la tierra, para no admitir nuestra existencia como nación. Lo enfatizaron llamándonos «hebreos», como nos habían llamado antes de llegar a la tierra.
No es casualidad que el nombre «hebreos» esté ausente en la Biblia y en la literatura posterior, excepto en relación con los sirvientes y sirvientas, a quienes el nombre «hebreo» se aferra persistentemente: «esclavo hebreo», «criada hebrea». Pero nunca nos encontraremos con un «esclavo israelí» o un «esclavo judío». Esta yuxtaposición es probablemente un vestigio de la esclavitud en Egipto, que se nos ordena recordar (Deuteronomio 5:15): «Y recordarás que fuiste esclavo en la tierra de Egipto».
Incluso hoy en día, la mayoría de las naciones se refieren a nosotros como «judíos» o «israelíes», y solo la nación rusa nos denomina «hebreos». Debemos suponer que, los que odian a Israel entre ellos han hecho habitual esta denominación entre ellos, con la maliciosa intención de cancelar su nacionalidad, al igual que los pueblos antiguos, tal como lo hemos mencionado. Parece que ellos habían profundizado en el significado de este nombre mucho más que nosotros, que lo hemos tomado distraídamente por el hábito de ser usado en el idioma ruso, sin mucho examen. De todo lo anterior se desprende que si deseamos respetarnos a nosotros mismos debemos dejar de usar el término «hebreo» en relación con cualquier persona libre entre nosotros.
De hecho, con respecto al nombre del idioma, si tuviéramos una fuente histórica, que la antigua nación hebrea hablaba este idioma, entonces quizás podríamos llamarlo «hebreo». Y, sin embargo, no he encontrado una sola evidencia histórica de que esta antigua nación hablara este idioma. Por esta razón, deberíamos considerar la literatura talmúdica, que está más cerca de la fuente que nosotros por quince siglos. Entre ellos, se aceptó inequívocamente que los antiguos hebreos no usaban este idioma en absoluto. Dijeron: «Al principio, la Torá fue dada a Israel en letras hebreas y en la lengua sagrada. Se les dio una vez más en los días de Esdras, en letras asirias y en idioma arameo. Israel había ordenado por sí mismos las letras asirias y lengua sagrada, y dejó a los incultos con las letras hebreas y el idioma arameo» («Sanedrín, 21b»). Por lo tanto, aprendemos de sus palabras que solo las letras nos han llegado de los hebreos, pero no el idioma, porque dijeron: «Letras hebreas y la lengua sagrada» y no «letras y lengua hebreas».
Encontramos («Meguilá, p. 8»): «A la inversa, una Biblia que está escrita en una traducción, y una traducción que está escrita como la Biblia, y las letras hebreas no contaminan las manos». Por lo tanto, enfatizaron: «una traducción que está escrita como la Biblia y en letras hebreas». No están diciendo: «una traducción que está escrita en hebreo y en letras hebreas», como la «Mishná» (Yadaim, 4: 5). Este «a la inversa» se toma de allí para enseñarnos que solo las letras se atribuyen a los hebreos, y no el idioma. Además, no hay evidencia de las palabras de la «Mishná» porque parece que aquí hubo influencia romana en el texto. Pero cuando estaban memorizando la «Mishná», hicieron las precisiones adecuadas.
En contraparte, encontramos que varias veces los Tanaim se refirieron al idioma como «la lengua sagrada». Uno fue («Sifrey Beraja» -Libro de Bendición-, 13): «Todos los que habitan en la tierra de Israel, leen el Shemá por la mañana y por la noche, y hablan la lengua sagrada, pertenecen al mundo por venir». Además, («Shekalim», final del Capítulo 3): «Aprendemos de Rabí Meir que todos los que están permanentemente en la tierra de Israel y hablan el idioma sagrado ...» etc.
Incluso si asumimos que podemos encontrar alguna fuente histórica de que los antiguos hebreos hablaban este idioma, no nos obliga a nombrar este idioma como ellos, ya que no hay rastro de esta nación entre los vivos. Como hemos dicho, este nombre no se suma a nuestra dignidad nacional, y solo nuestros enemigos nos lo han adherido a propósito, para descartar y menospreciar la imagen del patrimonio de la nación. Por lo tanto, también debemos evitar seguir el idioma inglés, que llama a la nación «judíos», y al idioma «hebreo».
También debemos determinar qué nombre es más apto para nosotros: «judíos» o «israelíes». El nombre, «Israel», proviene de nuestro padre, Yaakov, quien, como está escrito, se nombra como una expresión de poder y honor: «Tu nombre ya no se llamará Yaakov, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido» (Génesis 32:29). Es por él que se nos llama «Israel».
Sin embargo, después del rey Shlomó, la nación se dividió en dos: las diez tribus, que ordenaron a Jeroboam hijo de Nabat, y las dos tribus, Yehudá y Binyamín, que permanecieron bajo el reinado de Rejavam, hijo de Shlomó. El nombre, «Israel», permaneció con las diez tribus, y las dos tribus, Yehudá y Binyamín, tomaron para sí el nombre, «Judíos», porque también a los miembros de la tribu Binyamín los llamabas «Judíos», como hemos encontrado en el rollo de Ester: «Había un cierto judío en Shushán la capital, cuyo nombre era Mordejay, hijo de Yaír, hijo de Shimí, hijo de Kish, hombre de Binyamín». Por lo tanto, la tribu de Binyamín también se llamó a sí misma «Judíos».
Las diez tribus fueron exiliadas de la tierra mucho antes del exilio de Yehudá, y desde entonces no se hallaron rastros de ellas. Y el exilio de Yehudá, que fue exiliado a Babilonia, regresó a la tierra después de setenta años de exilio y reconstruyó la tierra. Es por eso que, durante todo el período del Segundo Templo, se menciona principalmente el nombre «judíos», y el nombre «Israel» se menciona solo en raras ocasiones, en circunstancias extraordinarias. Nosotros, los descendientes del exilio del Segundo Templo, también se nos llama principalmente por el nombre de «judíos», ya que somos del exilio del Segundo Templo, los descendientes de las dos tribus, Yehudá y Binyamín, que han determinado para sí mismos el nombre «Judíos». En consecuencia, debemos determinar que el nombre de nuestra nación es «Judíos» y no «la nación israelí» o «Israel», que es el nombre de las diez tribus.
Y con respecto al idioma, ciertamente deberíamos elegir el «idioma judío» y no el «idioma israelí», porque no encontramos en la Biblia esta yuxtaposición «idioma israelí», en oposición a la mención de «judío»: «No sabían hablar judío» (Nehemías 13:24), y también, «Y Dios dijo: ... “habla ahora a tus siervos en arameo, porque lo entendemos; y no hables con nosotros en judío a oídos de la gente que está en el muro”» (2 Reyes 18:25-26).
Más bien, debemos enfatizar que es por eso que llamaron a su idioma, «judío», ya que el pueblo del rey Ezequías se llamaba «judíos», así como los que vinieron del exilio en Babilonia. Pero las diez tribus, que fueron llamadas «israelíes», también llamaron a su idioma «idioma israelí». Y, sin embargo, incluso si asumimos que es así, todavía no es motivo para que nosotros, los descendientes de Yehudá y Binyamín, llamemos a nuestro idioma «israelí».
Para resumir lo que hemos dicho, tanto la nación como el idioma deben recibir solo el nombre de Yehudá. La nación debería llamarse «judíos» y el idioma, «judío». Y la jerga debe llamarse «ídish». Solo la tierra puede llamarse «la tierra de Israel», ya que es la herencia de todas las tribus.
Crítica al marxismo a la luz de la nueva realidad y solución a la cuestión de la unión de todas las corrientes de la nación
Se me ha pedido que ofrezca una solución, en mi opinión, con respecto al doloroso problema de unir a todos los partidos y corrientes en torno a un único marco. De entrada, debo admitir que no tengo ninguna solución a esta cuestión en la forma en que fue presentada. Tampoco habrá nunca una solución, porque este asunto fue largamente investigado por los sabios de todas las naciones del mundo y en todas las generaciones y épocas, pero no han encontrado una solución natural que sea aceptada por todas las corrientes entre ellos. Muchos han sufrido, y muchos sufrirán aún, antes de encontrar el camino dorado que no contradiga las corrientes entre ellos.
La dificultad del asunto es que las ideas del hombre no pueden, en absoluto, cambiar su dirección. Ya que la medida de la concesión es posible en el hombre según sus características materiales, en cuanto esto sea indispensable para su existencia corporal. No ocurre así en el idealismo, porque, por naturaleza, el idealista dará todo lo que tiene para que su idea triunfe. Y si está obligado a renunciar en algo a su ideal, no será una concesión total. Más bien, permanece alerta y espera el momento adecuado para poder reclamar lo que es suyo. Por lo tanto, no se puede confiar en ese tipo de concesiones.
Lo es aún más con una nación antigua, con una civilización que tiene miles de años. Sus ideales ya se han desarrollado en ella mucho más que en aquellas naciones que se han desarrollado más recientemente, por lo que no hay esperanza alguna de que puedan conceder en este campo, ni siquiera un poco. Es imprudente pensar que al final, la idea más justa vencerá a las otras ideas, ya que, si tomamos en cuenta su forma temporal, todas tienen razón, porque «no hay hombre sin su lugar, ni asunto sin su tiempo», como nuestros sabios han dicho.
Por eso, los ideales son como una rueda que vuelve a aparecer en el mundo. Ideas que fueron descartadas en la antigüedad resurgieron en la Edad Media, y una vez descartadas en la Edad Media, han resurgido en nuestra generación. Esto indica que todas son correctas y ninguna tiene derecho de existir por siempre.
Pero, aunque las naciones del mundo sufren terriblemente por este alboroto, todavía tienen una fuerte espalda que les permite tolerar esta terrible carga. De alguna manera, no amenaza de inmediato su existencia. Pero, ¿qué puede hacer una nación pobre cuando toda su existencia depende de las migajas y restos de comida que las naciones les arrojan por su misericordia una vez que están completamente saciadas? Su espalda es demasiado frágil para cargar el sufrimiento de este alboroto, especialmente en este momento peligroso en el que estamos realmente al borde del abismo; no es un momento apto para la unanimidad, las disputas y la guerra interna entre hermanos.
A la luz de la gravedad de la hora, tengo una solución genuina para proponer, que, en mi opinión, es digna de ser aceptada y que unirá a todas las corrientes entre nosotros en una sola unidad. Sin embargo, antes de comenzar a presentar mi propuesta, me gustaría tranquilizar a la opinión de los lectores con respecto a mis opiniones en el terreno de los partidos políticos.
Debo admitir que la idea socialista de división igualitaria y justa, la veo como la más verdadera. Porque nuestro planeta es lo suficientemente rico como para sustentarnos a todos, entonces, ¿para qué necesitamos esta trágica guerra de la vida, que ha estado enturbiando nuestras vidas durante generaciones? ¡Dividamos entre nosotros el trabajo y su producción por igual, y ese es el fin de todos los problemas! Después de todo, ¿qué placer obtienen incluso los millonarios entre nosotros de todas sus posesiones, más que la fuerte certeza de su sustento, para ellos y para sus descendientes por varias generaciones? Pero también en un régimen de división justa tendrán la misma certeza y en mayor medida aún. Y si ustedes dirán que ellos no tendrán el honor que tuvieron mientras eran dueños de propiedades, eso tampoco es nada, porque todos aquellos fuertes que han ganado el poder de ganarse el respeto como dueños de propiedades ciertamente encontrarán la misma cantidad de honor en otro campo, porque las puertas de la competencia y el honor nunca estarán cerradas.
De hecho, por más veraz que sea este ideal, no prometo a quienes lo asuman ahora, ni una pizca de paraíso. Muy al contrario, tienen la garantía de tener problemas como en el infierno, como ya nos ha enseñado ampliamente la prueba viviente de Rusia. Sin embargo, esto no niega la veracidad de esta idea. Su único defecto es que para nosotros no está madura. En otras palabras, nuestra generación aún no está madura moralmente para digerir en sus intestinos este régimen de división justa e igualitaria. Esto es así debido a que nos falta más tiempo, porque aún no hemos llegado al desarrollo apto para aceptar el lema: «de cada uno según sus habilidades, a cada uno según sus necesidades».
Esto se parece al pecado de Adam HaRishón (el Primer Hombre). Nuestros antiguos sabios han explicado que el pecado se debió a que «comió fruto inmaduro», antes de que hubiera madurado lo suficiente. Por esa pequeña fechoría, el mundo entero fue condenado a muerte. Esto nos enseña que este es el antepasado de todos los perjuicios del mundo. Porque la gente no sabe ser precavida y mirar cada cosa para ver si ha madurado lo suficiente. Aunque el contenido de un asunto pueda resultar beneficioso, aún debemos profundizar más para ver si está completamente maduro, y si los receptores han crecido lo suficiente como para digerirlo en sus intestinos. Mientras todavía les falta tiempo para desarrollarse, lo veraz y beneficioso se convierte en dañino y engañoso en sus intestinos. Por lo tanto, están condenados a perecer, porque todo aquel que come frutos inmaduros muere por su pecado. A la luz de esto, el enredo ruso no ha demostrado que la idea socialista sea injusta desde su propia esencia. Ya que todavía necesitan tiempo para aceptar esta verdad y justicia. Todavía no están calificados para comportarse de acuerdo con ella, y se ven perjudicados solo debido a su propio desarrollo insuficiente y falta de aptitud para esta idea.
Merece la pena prestar atención a las palabras de M. Botkovsky («Davar», número 4507). Él pregunta: «¿Por qué un hombre de la política, miembro del movimiento socialista, no haría lo que ese físico, quien, cuando descubrió deficiencias en la interpretación a la que estaba acostumbrado de las leyes de hierro de su teoría, no se disuadió de abandonarla? Primero, trató de enmendarlo suavemente, y finalmente, cuando ya no pudo enfrentar la realidad, estuvo dispuesto a deshacerse de ella». Y él explica: «En una época de ruina del Movimiento de trabajadores internacional, debemos purificarnos de ideas preconcebidas. Cuando los hechos hablan el lenguaje de la derrota, debemos sentarnos a la mesa de estudio una vez más y comenzar a examinar enérgicamente el camino y sus principios. Debemos reconocer la responsabilidad que cargan sobre los hombros aquellos quienes continúan. Esta es la forma del pensamiento científico cuando se ve acorralado por las contradicciones entre la nueva realidad y la teoría que explicaba la vieja realidad. Solo una irrupción de la cerca ideológica permite una nueva ciencia y una nueva vida». Y él concluye: «Si no renegamos a nuestra conciencia, declararemos que ha llegado el momento de un debate fundamental de nuevo, una época de dolores de parto. Ahora es el momento de que los líderes del movimiento se pongan de pie y respondan a la pregunta: “¿Qué significa el socialismo hoy en día?» ¿Cuál es el camino por el que se debe conducir el movimiento?».
Dudo que alguien en el movimiento responda a sus palabras, o tal vez sea capaz de entender sus palabras como realmente son. Pues, no es fácil para un hombre de cien años que ha tenido tanto éxito en sus estudios hasta ahora levantarse y de repente trazar una línea que borra toda su teoría pasada, y volver a sentarse en el escritorio y reanudar sus estudios como ese físico, como exige el camarada Botkovsky a los líderes del movimiento socialista. Por cierto, ¿cómo pueden ignorar sus palabras?
Si bien todavía es posible quedarse de brazos cruzados con respecto a la ruina del Movimiento de trabajadores internacional, ya que, de algún modo, no se enfrentan a la destrucción inmediata. A pesar de todo, todavía tienen asegurada una medida de vida de sirvientes y esclavos sumisos. Lo cual no es así con respecto al peligro que enfrenta el Movimiento de trabajadores hebreos, que realmente se enfrentan a la aniquilación bajo el lema del enemigo «destruir, matar y hacer perecer niños y mujeres», como durante la época de la reina Ester.
No debemos comparar nuestro estado de ruina con la ruina del movimiento entre las naciones del mundo. Si solo nos vendieran a la esclavitud y la servidumbre, nos quedaríamos quietos, como hacen ellos. Sin embargo, se nos niega incluso la seguridad de la vida de los esclavos. Por eso, no debemos desaprovechar el momento. Debemos ir a sentarnos a la escuela una vez más, e investigar nuevamente el ideal socialista a la luz de los hechos y las contradicciones que han surgido en nuestros días, sin miedo a romper las barreras ideológicas, porque nada se interpone en el camino de salvar vidas.
Para ello, repasaremos brevemente la evolución del socialismo desde sus primeras etapas. En general, encontramos tres épocas:
La primera fue el socialismo humanista basado en el desarrollo de la moral. Estaba dirigido únicamente a los explotadores.
La segunda se basó en el reconocimiento de la justicia y del mal. Estaba dirigido principalmente a los explotados, para que se dieran cuenta de que los trabajadores son los verdaderos dueños del fruto del trabajo y que toda la producción de la sociedad les pertenece. Dado que los trabajadores son la mayoría en la sociedad, estaban seguros de que una vez que se dieran cuenta de que tienen razón, se levantarían como un solo hombre, tomarían lo que es suyo y establecerían un gobierno de división justa e igualitaria en la sociedad.
La tercera es el marxismo, que triunfó más que todos, y que se basa en el materialismo histórico. La gran contradicción entre las fuerzas productivas, que son los trabajadores, y los que los explotan, que son los empleadores. Necesariamente esto llevará a que la sociedad, en última instancia, corra peligro y se destruya. Entonces vendrá la revolución en el régimen, en la producción y la distribución. El gobierno capitalista será destruido a favor del gobierno del proletariado. De acuerdo a esta teoría, este gobierno surge por sí mismo, a modo de causa y consecuencia. Pero para acelerar el proceso, siempre hay que buscar consejos y poner trabas al gobierno burgués para llevar a cabo la revolución en un corto tiempo.
Antes de llegar a criticar su método, debo admitir que su método es el más justo de todos sus predecesores. Después de todo, estamos siendo testigos del gran éxito que tuvo en cantidad y calidad en todo el mundo antes de que llegara a la experimentación práctica entre los muchos millones en Rusia. Hasta entonces, casi todos los líderes de la humanidad se sintieron atraídos por él.
Y esto es un fiel testimonio de la justicia de su método. Además, incluso teóricamente, sus palabras se cumplen con rigor, y nadie ha podido contradecir su visión histórica de que la humanidad se encamina lenta y gradualmente hacia arriba, como en los peldaños de una escalera. Cada peldaño no es más que la negación de su anterior.
Así, cada movimiento y fase que la humanidad ha asumido en el gobierno político no es más que la negación de su estado previo. La duración de cada fase política es solo el tiempo que lleva develar sus defectos y su maldad. Mientras se descubren sus fallas, esto da lugar a una nueva etapa, liberada de estas fallas. Por lo tanto, estas deficiencias que aparecen en una situación y la destruyen es toda la fuerza de la evolución humana, ya que elevan a la humanidad a un estado más corregido.
Además, revelar las fallas en la siguiente fase llevan a la humanidad a un tercer y mejor estado. Así, persistiendo sucesivamente, estas fuerzas negativas que aparecen en las situaciones son las causas del progreso de la humanidad. A través de ellos, sube como por los peldaños de la escalera. Los cuales son confiables en el cumplimiento de su deber, que es llevar a la humanidad al último y más deseable estado de evolución, purificada de cualquier ignominia y mancha.
En este proceso histórico, nos muestra cómo el gobierno feudal manifestó sus deficiencias y se destruyó, dando paso al gobierno burgués. Ahora es el momento de que el gobierno burgués muestre sus fallas y se destruya, dando paso a un mejor gobierno, que, según él, es el gobierno del proletariado.
Sin embargo, en este último punto, donde nos promete que, tras la ruina del actual gobierno burgués, se instaurará inmediatamente un gobierno proletario, se encuentra el punto débil de su método. Porque la nueva realidad que tenemos ante nosotros lo niega. Ya que pensó que el gobierno del proletariado sería el paso posterior al gobierno burgués y, por lo tanto, determinó que, al revocar el gobierno burgués, se establecería instantáneamente en su lugar el régimen proletario. Sin embargo, la realidad nos mostró que la etapa que sigue a la ruina del actual gobierno es el régimen de los nazis o de los fascistas. Evidentemente, todavía estamos en las etapas intermedias del desarrollo humano. La humanidad aún no ha alcanzado el nivel más alto de la escalera de la evolución. Y, ¿quién puede estimar cuántos ríos de sangre quedan por derramar antes de que la humanidad alcance el nivel deseado?
Para encontrar alguna salida a esta complicación, debemos entender a fondo la ley de evolución gradual antes mencionada en la que basó todo su método. Debemos saber que esta ley incluye toda la creación; en ella se basan todos los sistemas de la naturaleza, tanto orgánicos como inorgánicos, hasta la especie humana con todas sus propiedades ideales, así como las materiales. En todo lo anterior, no hay ninguno que no obedezca la ley de hierro de la evolución gradual resultante de la colisión de estas dos fuerzas entre sí:
1) Una fuerza positiva, es decir, que construye,
2) Una fuerza negativa, es decir, que niega y destruye.
Por medio de su dura y perpetua guerra entre ellos, crean y complementan toda la realidad en general y cada elemento de la realidad en particular. Como dijimos anteriormente, la fuerza que niega aparece al final de cada fase política elevándola a un mejor estado. Así, las fases se suceden hasta alcanzar su perfección final.
Tomemos el planeta Tierra como ejemplo: primero, no era más que una bola de gas parecida a una niebla. A través de la fuerza de gravedad en su interior, con el tiempo, concentró los átomos en un círculo más cercano. Como resultado, la bola de gas se convirtió en una bola de fuego líquida. A continuación, sucedieron épocas de terribles guerras entre las dos fuerzas en la Tierra, la positiva con la negativa, la fuerza que enfría en ella triunfó sobre la fuerza del fuego líquido. Enfrió una fina corteza alrededor del planeta y se endureció allí.
Sin embargo, el planeta aún no se había calmado de las guerras entre las fuerzas, y después de algún tiempo la fuerza líquida del fuego prevaleció de nuevo y estalló en un gran tumulto desde las entrañas de la Tierra, elevándose y rompiendo la fría y dura corteza en pedazos, y el planeta volvió a ser una bola de fuego líquida. Luego comenzó una era de nuevas guerras hasta que al final de esa época, la fuerza fría superó a la fuerza del fuego una vez más, y una segunda corteza se enfrió alrededor del planeta.
Esta vez era más dura, más gruesa y más duradera, capaz de enfrentar la irrupción de los fluidos del interior del planeta. Esta vez duró una época más extensa, pero al final, las fuerzas líquidas dominaron una vez más y brotaron de las entrañas de la Tierra, rompiendo la corteza en pedazos. Una vez más, todo se arruinó y se convirtió en una bola líquida.
Así las épocas se sucedieron una a la otra, y cada vez que prevalecía la fuerza de enfriamiento, la corteza que formaba se hacía más gruesa. Finalmente, las fuerzas positivas vencieron a las negativas y entraron en completa armonía: los líquidos tomaron su lugar en las entrañas de la Tierra y la corteza fría se volvió lo suficientemente espesa a su alrededor como para permitir la creación de vida orgánica sobre ella, como lo es hoy en día.
Todos los cuerpos orgánicos se desarrollan en el mismo orden. Desde el momento en que se siembran hasta el final de su maduración, atraviesan varios cientos de períodos de estados debido a las dos fuerzas, la positiva y la negativa, y su guerra entre sí, como se describe con respecto al planeta Tierra. Estas guerras producen la maduración del fruto.
Además, todo ser vivo comienza en una pequeña gota de líquido. A través del desarrollo gradual a lo largo de varios cientos de fases a través de la lucha de fuerzas antes mencionada, finalmente se convierte en «Un gran buey, apto para cualquier trabajo» o «Un gran hombre, apto para todos sus roles». Sin embargo, debería haber otra distinción entre el buey y el humano: hoy en día, en nuestra época, el buey ya ha alcanzado su fase final de desarrollo. Para el hombre, sin embargo, la fuerza material es todavía insuficiente para llevarlo a la plenitud debido a la fuerza del pensamiento que hay en él, que es miles de veces más valiosa que la fuerza material en nosotros. Así, para los humanos existe un nuevo orden de desarrollo gradual, a diferencia de cualquier otro animal: el desarrollo gradual del pensamiento humano.
Asimismo, al ser una criatura social, el desarrollo individual no es suficiente. Más bien, la perfección final de uno depende del desarrollo de todos los miembros de su sociedad. Y, con respecto al desarrollo de la propia capacidad intelectual del hombre, es decir, la capacidad de discernir lo que es beneficioso y lo que es perjudicial para él, aunque no debemos pensar que el hombre está todavía en la etapa de un hombre primitivo, es claro que no ha alcanzado la perfección. Más bien, todavía está en medio de su desarrollo, todavía entregados a la guerra entre las fuerzas positivas y negativas, como se dijo anteriormente con respecto al planeta Tierra, las cuales son enviados fieles de su rol de llevar a la humanidad a su perfección final.
Como he dicho, dado que la idea socialista es la más justa de todos los métodos, por eso requiere una generación altamente desarrollada que pueda procesarla y comportarse en consecuencia. Dado que la humanidad de hoy se encuentra en los peldaños a mitad de la escalera del desarrollo, todavía en medio del choque entre las fuerzas positivas y negativas, todavía no es apta para esta sublime idea. Más bien, es prematura para la humanidad, como una fruta inmadura, no solo que no es dulce al paladar, sino que la fuerza negativa que contiene también es un veneno dañino, a veces mortal. Este es el problema de esa nación, que sufre tanto debido a esto, por ser prematuros y carecer de las cualidades elementales aptas para asumir este régimen justo.
El lector no debe sospechar que tengo algún concepto espiritual al respecto, pues el mismo Marx dice lo mismo: admite que «en el primer estadio de la sociedad, las deficiencias son inevitables». Sin embargo, promete que «en el más alto nivel de la sociedad cooperativa, una vez desaparecida la burda jerarquía de personas en la división del trabajo, junto con la contradicción entre trabajo físico y trabajo espiritual, cuando el trabajo en sí se convierte en una necesidad vital y no en un medio de provisión, cuando junto con el desarrollo multifacético de la personalidad, las fuerzas de producción crezcan y todas las fuentes de bienestar de la sociedad fluyan abundantemente, entonces se abandonará la estrecha perspectiva burguesa y la sociedad escribirá en su estandarte: “De cada cual según su capacidad, a cada uno según sus necesidades”». (Debido a la pertinencia de las palabras para nuestra discusión, he copiado su extracto completo).
Por lo tanto, él también admite que es inútil esperar un régimen completamente justo antes de que la humanidad alcance el estadio más alto, antes de que el trabajo en sí se convierta en una necesidad vital, es decir, el principio de la vida, y no para obtener el sustento. Sin embargo, determina que, si bien la sociedad está en un estadio inferior, también debe ser conducida por un régimen cooperativo, a pesar de todos sus defectos.
Pero como se dijo anteriormente, este es el punto débil de su método. La Rusia soviética ya ha demostrado que una sociedad insuficientemente desarrollada invertirá el régimen cooperativo en el peor gobierno del mundo. Además, asumió que la fase posterior a la ruina del gobierno actual es el régimen proletario, pero la realidad nos muestra que la etapa posterior al régimen de hoy en día es el gobierno nazi o fascista. Este es un muy grave y amargo error. Y lo peor de todo, su finalización, en general, amenaza específicamente a la nación judía, sin ninguna distinción de clase.
De hecho, conviene observar atentamente la historia y sacar conclusiones. Primero surge la pregunta: Un hombre tan inteligente que ha sacudido al mundo entero con su método, ¿Cómo cometió un error tan grave? ¿Cuál es el obstáculo que lo hizo tropezar? De hecho, esto exige una consideración seria y meticulosa de sus palabras. Como se dijo anteriormente, basó su método en el materialismo histórico: que la sociedad se desarrolla a través de las fuerzas que chocan en la sociedad. Por medio de la causa y la consecuencia, de un estado a otro. Cuando prevalece la fuerza negativa, arruina el estado y, en su lugar, surge un estado mejor a través de la fuerza positiva. Así, continúan luchando hasta que finalmente la fuerza positiva se revela en toda su plenitud.
Sin embargo, esto significa que la perfección de la sociedad está garantizada de por sí, ya que la fuerza negativa no la abandonará antes de completarla. De ello se deduce que podemos sentarnos de brazos cruzados y esperar el autodesarrollo anticipado. Entonces, ¿por qué necesitamos tomarnos toda esta molestia de su táctica que nos ha impuesto?
De hecho, es una pregunta tonta, porque esta es toda la diferencia entre el hombre y el animal: todos los animales dependen completamente de la naturaleza. Son absolutamente incapaces de promover la naturaleza o ayudarse a sí mismos sin ella. No es así con el hombre. Está dotado de poderes intelectuales mediante los cuales se libera de las cadenas de la naturaleza y la promueve. Su forma es emular el trabajo de la naturaleza y hacer lo mismo. No espera a que los polluelos eclosionen naturalmente, a que venga la gallina a calentar los huevos. Más bien, construye para sí mismo una máquina que calienta los huevos y provoca el nacimiento de los polluelos, como la gallina natural.
Y si hace esto en cosas específicas, ciertamente lo hará con respecto al desarrollo de toda la humanidad. No dependerá de las fuerzas en conflicto, convirtiéndose en objeto de sus colisiones. Más bien, promoverá la naturaleza y emulará completamente su trabajo en este desarrollo. Se arreglará para sí mismo una táctica buena y conveniente para lograr el final feliz en menos tiempo y con menos sufrimiento.
Esto es lo que Marx quería con su táctica: la organización, los conflictos de clases y la colocación de vallas para socavar el régimen capitalista. Su táctica aliviaría los dolores de los sujetos que sufrían y los pisotones en sus espaldas. Los vigorizaría para que fueran sujetos independientes y apresuraría el fin del régimen subdesarrollado para dejar espacio para el feliz gobierno del proletariado. En una palabra, la táctica marxista convierte los objetos en sujetos, estableciendo para ellos el desarrollo que deseen.
Resumen: La base es la naturaleza del desarrollo humano a través de la conexión causal, que vemos como una máquina natural para el desarrollo.
La táctica: es una especie de máquina artificial para el desarrollo humano, similar a la máquina natural. El beneficio de la táctica es ahorrar tiempo y disminuir los sufrimientos. Ahora podemos comenzar la crítica de su método de una manera sencilla. Está claro que cuando queremos hacer una máquina que reemplace el trabajo de la naturaleza, primero debemos imitar bien el mecanismo de la naturaleza. Posteriormente, podemos configurar un mecanismo artificial similar a la máquina natural.
Por ejemplo, si queremos hacer una máquina que reemplace la panza de una gallina, que caliente los huevos y eclosione los polluelos, primero debemos comprender a fondo las formas de producción y el desarrollo de las fuerzas de la naturaleza, que operan dentro de la panza de la gallina. Los imitamos y hacemos una máquina similar a la panza de una gallina, que también puede incubar polluelos.
También en nuestro asunto, cuando queremos hacer una máquina que reemplace a la máquina del desarrollo humano de la naturaleza, aquí también debemos examinar primero esas dos fuerzas, positiva y negativa, que operan en la naturaleza. Es una máquina mediante la cual la naturaleza realiza este procedimiento de desarrollo. Entonces, también nosotros sabremos cómo establecer una táctica que sea similar al mecanismo de la máquina del desarrollo natural, y que tendrá el mismo éxito en el desarrollo de la humanidad. Claramente, si malinterpretamos el mecanismo de la máquina natural, nuestro sustituto no tendrá éxito, ya que la idea aquí es imitar las formas naturales de creación y adaptar las formas artificiales en su lugar.
Para ser originales, también definir los asuntos con conceptos que eviten cualquier error de cualquier parte, debemos definir las dos fuerzas, positiva y negativa, que operan en la máquina del desarrollo humano con dos nombres: «egoísmo» y «altruismo». No me refiero al concepto moral relacionado con ellos, que usamos habitualmente. Más bien, solo en el aspecto material de ellos, es decir, en la medida en que están arraigados en el cuerpo del hombre, hasta el punto de que uno ya no puede liberarse de ellos. Es decir, con respecto a que sean fuerzas activas en una persona:
1) La fuerza egoísta opera en una persona de manera similar a los rayos centrípetos (una fuerza que apunta hacia el centro en un movimiento circular), atrayéndolos desde fuera de la persona, y se concentran dentro del cuerpo mismo.
2) La fuerza altruista opera en una persona como rayos centrífugos (una fuerza que se dirige hacia afuera en un movimiento circular), que fluyen desde el interior del cuerpo hacia afuera.
Estas fuerzas existen en todas las partes de la realidad, en cada una según su esencia. También existen en el hombre, según su esencia. Son los factores principales en todas sus acciones. Porque hay hechos que son causados por una fuerza que sirve para la propia existencia individual. Esto es como una fuerza que atrae todo lo que es beneficioso para sí mismo, desde la realidad externa al centro del cuerpo. Si no fuera por esta fuerza, que sirve a uno, el objeto no existiría por sí mismo. A esto se le llama «egoísmo».
A la inversa, hay hechos que son causados por una fuerza que fluye para beneficiar cuerpos fuera de sí mismo. Esta fuerza trabaja para beneficiar a su prójimo y se le puede llamar «altruismo».
Con estas distinciones, defino a estas dos fuerzas que luchan entre sí en el camino del desarrollo humano. Llamaré a la fuerza positiva, una «fuerza altruista», y a la fuerza negativa, una «fuerza egoísta».
Con el término «egoísmo», no me refiero al egoísmo original. Más bien, me refiero principalmente al «egoísmo estrecho». Es decir, el egoísmo original no es más que amor propio, que es toda la fuerza de existencia positiva individual. En ese sentido, no se opone por completo a la fuerza altruista, aunque no le sirve. Sin embargo, por la naturaleza del egoísmo la forma de usarlo lo hace muy estrecho, ya que está más o menos obligado a adquirir un carácter de odio y explotación de los demás para facilitar la propia existencia. Además, no se trata de un odio abstracto, sino que aparece en actos de abuso de un amigo en beneficio propio, volviéndose más turbio según sus grados, como engañar, robar y asesinar. A esto se le llama «egoísmo estrecho» y, en ese sentido, se resiste y es el completo opuesto del amor al prójimo. Es una fuerza negativa que destruye la sociedad.
Su opuesto es la fuerza altruista. Esta es la fuerza constructiva de la sociedad, ya que todo lo que uno hace por otro lo hace solo la fuerza altruista, como se dijo anteriormente. Asimismo, asciende en sus grados:
1) Los primeros hechos de esta fuerza constructiva son tener hijos y vida familiar.
2) Los segundos benefician a los familiares.
3) El tercero beneficia al país.
4) El cuarto beneficia al mundo entero.
El único factor que causa la estructuración social es la fuerza altruista. Como se dijo anteriormente, estos son los causantes que operan en la máquina natural del desarrollo de la humanidad: la fuerza egoísta, que es negativa para la sociedad, y la fuerza altruista, que es positiva para la sociedad.
En su emulación de la máquina natural del desarrollo, Marx consideró solo los resultados de estas fuerzas negativas y positivas, que son la construcción y destrucción que tienen lugar en la sociedad. Estableció el plan de su táctica de acuerdo con ellos y no prestó atención a las causas de estos resultados.
Esto es similar a un médico que no se da cuenta de la causa raíz de una enfermedad, sino que cura al paciente solo de acuerdo con sus síntomas externos. Este método siempre hace más daño que beneficio, ya que debe tener en cuenta ambos: tanto la causa de la enfermedad como la enfermedad en sí, y luego puede recetar una cura certera. Esa misma deficiencia existe en la táctica marxista: no tomó en cuenta, en absoluto, las fuerzas subjetivas de la sociedad, sino solo la estructura y las fallas.
Como resultado, la dirección de su táctica fue opuesta a la dirección intencionada, porque mientras que la dirección intencionada es altruista, la dirección de la táctica fue en sentido contrario. Está claro que el régimen cooperativo debe llevarse a cabo en una dirección altruista, ya que las mismas palabras, «división justa», contienen una percepción altruista pura y están completamente desprovistas del marco del egoísmo. Porque el egoísmo aspira a utilizar al otro por completo en beneficio propio. Con respecto a lo propio de uno, no hay justicia en la realidad en absoluto, en la medida que no sea utilizado en beneficio propio. La misma palabra, «justicia», significa «relación mutua justa», que es un concepto a favor del prójimo. Y en la misma medida en que reconoce el derecho del otro, necesariamente pierde su propio derecho egoísta.
Resulta que, el mismo término, «división justa», es un concepto altruista. Hablando de hecho, es imposible reparar las brechas que surgen en la sociedad con una división justa, a menos que sea mediante un altruismo demasiado exacerbado. Es así porque la recompensa por el trabajo espiritual es mayor que la del trabajo físico, y el trabajo del ágil es más gratificante que el trabajo del lento, y un soltero debería recibir menos que uno que tiene que sostener una familia. Además, las horas de trabajo deben ser iguales para todos y la división del producto del trabajo debe ser igual para todos. Entonces, ¿cómo reparamos estas brechas?
Estas son las principales divisiones, de estas se dividirán en miles y miles de divisiones, como aparece ante nosotros en la representación soviética. La única forma de remendarlos es a través de una buena voluntad altruista, donde los trabajadores espirituales cedan de su parte a favor de los trabajadores físicos, y los solteros a favor de quienes deben proveer a una familia... o como dijo el propio Marx, «El trabajo en sí se convertirá en una necesidad vital y no simplemente en un medio de provisión». Esto es nada menos que una dirección altruista completa. Y dado que el régimen con propósito debe ser de naturaleza altruista, es necesario que la táctica que apunta hacia ese objetivo debe marchar en la misma dirección que el objetivo, es decir, una dirección altruista.
Sin embargo, en la táctica marxista, encontramos la dirección egoísta más estrecha. Esta es la dirección opuesta a la meta: porque alimentar el odio de la clase opuesta, poner obstáculos y destruir el antiguo régimen, y cultivar en el corazón del proletariado el sentimiento de que todo el mundo disfruta a costa de su esfuerzo. Todo esto intensifica excesivamente las estrechas fuerzas egoístas entre los proletarios. Los vacía por completo de la fuerza altruista inherente a ellos por naturaleza. Y si la táctica está en la dirección opuesta a la meta, ¡¿cómo puede ser que alguna vez se logrará?!
De aquí surge la contradicción entre su teoría y la nueva realidad. Porque él pensaba que la etapa posterior al régimen burgués sería un régimen proletariado cooperativo, pero finalmente, somos testigos vivos de que, si el gobierno democrático burgués se destruyera ahora, un régimen nazi y fascista se levantaría rápidamente en su lugar. Además, no será necesariamente a través de la guerra actual, sino que cuando el gobierno democrático se destruye, un régimen fascista y nazi lo heredará.
No hay duda de que, si esto sucediera, el proletariado se vería arrojado a un retroceso de mil años. Tendrán que esperar a que surjan varios regímenes por causa y consecuencia antes de que el mundo vuelva al régimen burgués democrático, en su formato de hoy en día. Todo esto surge de la táctica egoísta que les dio a aquellos sujetos que debían ser el gobierno del proletariado y condujo el movimiento en dirección opuesta a la meta.
Y si tomáramos tener en cuenta que, todos los que están arruinando el proceso natural del régimen justo, en realidad vinieron del proletariado y surgieron de entre ellos, y no necesariamente los soviéticos, sino que también la mayoría de los nazis fueron inicialmente socialistas puros, así como la mayoría de los fascistas. Incluso el propio Mussolini fue inicialmente un líder socialista entusiasta. Esto completa el cuadro, cómo la táctica marxista ha llevado al proletariado en la dirección completamente opuesta a la meta.
De hecho, aún es difícil determinar de forma absoluta, que el creador del método marxista pasará por alto un asunto tan sencillo, especialmente porque él mismo determinó que «no hay remedio para la sociedad cooperativa, antes de que desaparezca la burda jerarquía en la división del trabajo y los conflictos entre el trabajo corporal y el trabajo espiritual». Por tanto, es evidente que él era consciente de que una sociedad cooperativa es insostenible, sin que los socios renuncien por completo a su parte, en favor del prójimo.
Y como conocía ese factor altruista que es obligatorio para la sociedad, digo que no pretendía en absoluto ofrecernos un procedimiento con propósito mediante su táctica. Más bien, pretendía principalmente acelerar, a través de esta táctica, por un lado, el fin del actual régimen injusto, y, por otro lado, organizar al proletariado internacional y prepararlo para ser una fuerte potencia decisiva cuando el régimen burgués sea destruido. Estos son dos fundamentos necesarios en las etapas que conducen hacia el régimen de una sociedad cooperativa.
En ese sentido, su táctica es una invención genial, sin igual en la historia. Y con respecto al establecimiento de la sociedad feliz, se basó en la historia misma para completarla, porque para él estaba claro que, en tiempos difíciles, cuando el régimen burgués comience a agonizar, la organización del proletariado no estará preparada para asumir el gobierno. En ese momento, los trabajadores tendrán que elegir una de dos opciones:
1) O destruirse a sí mismos y dejar que los verdaderos destructores, los nazis y los fascistas, tomen el timón del gobierno.
2) O encontrar una buena táctica para capacitar a los trabajadores para que asuman el gobierno en sus propias manos.
En su mente, tenía la certeza de que cuando lleguemos a un estado en el que el proletariado internacional se una a un poder decisivo en el mundo, le agradeceremos la validez de su método, que nos ha llevado hasta aquí, y nosotros mismos buscaremos el camino para seguir avanzando hacia la meta. De hecho, nunca ha habido un inventor que no dejara el perfeccionamiento de su trabajo a sus sucesores.
Si profundizamos más en su método veremos que, de hecho, no pudo inventarnos la táctica para completar la capacitación de los proletarios, ya que son dos procedimientos que se contradicen. Porque para crear el movimiento de la forma más rápida y aniquilar los regímenes de los explotadores, tuvo que usar el procedimiento en la dirección del egoísmo más estrecho, es decir, desarrollar un odio profundo hacia la clase de explotadores a fin de aumentar la fuerza negativa, capaz de destruir el antiguo régimen en el menor tiempo posible, y organizar a los proletarios en lazos más fuertes.
Por eso tuvo que desarraigar y neutralizar la fuerza altruista en el proletariado, cuya naturaleza es tolerar y ceder a sus explotadores. Y para capacitar a los trabajadores en «socialismo práctico», para que pudieran asumir el gobierno de facto, tuvo que utilizar el procedimiento en la dirección altruista, lo que contradice el «procedimiento organizativo». Por lo tanto, necesariamente debe habernos dejado este trabajo a propósito.
No dudaba de nuestra comprensión o capacidad, ya que el asunto era tan sencillo que un gobierno cooperativo solo es factible sobre una base altruista, por lo que tendríamos que adoptar una nueva táctica en la dirección altruista y capacitar a los trabajadores para que tomen el gobierno en sus manos de una manera práctica y sostenible. Sin embargo, para comentarlo, consideró necesario describirnos la forma de gobierno justo del proletariado con las breves palabras, «La sociedad hará su lema: “De cada cual, según sus habilidades, a cada cual según su trabajo”». Por lo tanto, incluso una persona totalmente ciega encontraría que estas palabras significan que la gobernanza justa es inconcebible, salvo en una sociedad altruista en el pleno sentido de la palabra.
Desde esa perspectiva, el marxismo no tuvo confrontación de ningún tipo, debido al fallido experimento ruso. Y si el marxismo ha llegado a un punto de congelamiento, es solo porque ha finalizado su rol en su primera etapa, es decir, organizar al proletariado internacional en una fuerza. Ahora debemos encontrar una forma práctica de capacitar al movimiento para que asuma de facto el gobierno en sus propias manos.
Como se dijo anteriormente, el procedimiento actual debe ser en la dirección completamente opuesta a la táctica anterior. Donde habíamos cultivado el egoísmo excesivo, que tuvo mucho éxito en la primera etapa, ahora debemos cultivar el altruismo excesivo entre los trabajadores. Esto es absolutamente obligatorio para la naturaleza social del régimen cooperativo. Así conduciremos al movimiento con pasos firmes hacia su papel práctico de asumir la gobernanza en sus propias manos en su forma final y feliz.
Sé que no es el trabajo más fácil invertir completamente la dirección del movimiento, ya que todos los que lo escuchen se quemará como si fuera agua hirviendo. Sin embargo, no es tan malo como se describe. Porque, podemos llevar al movimiento a reconocer a través de una propaganda adecuada, que el interés de la clase depende de esto, «si persiste o perece», si continuar el movimiento marxista o entregar las riendas del gobierno a los nazis y a los fascistas.
Las fuerzas de detención más peligrosas para el régimen de los proletarios, amenazan con un retroceso de mil años. Cuando las masas comprendan esto, es seguro que adoptarán fácilmente la nueva táctica práctica que las conducirá a asumir la gobernanza de facto. ¿Quién no recuerda cómo el mundo entero esperaba ansiosamente el final exitoso del régimen soviético? Y si hubieran tenido éxito, sin duda el mundo entero estaría bajo las riendas del régimen cooperativo. De hecho, los rusos no tenían ninguna esperanza de tener éxito, porque la dirección organizativa a la que están acostumbradas las masas es la dirección egoísta, que es necesaria en la primera etapa, y por naturaleza, es una fuerza destructiva para el régimen cooperativo.
Antes de que se acepte el método, es demasiado pronto para hablar en detalle sobre el programa práctico de esta dirección, especialmente porque el ensayo ya se ha vuelto demasiado largo. Brevemente, podemos decir que debemos establecer tal propaganda, de forma científica y práctica, que sea confiable para arraigar en la opinión pública que cualquier miembro que no sobresalga en la cualidad del altruismo, es como un depredador que no es apto para estar entre los humanos, hasta que se sienta a sí mismo dentro de la sociedad como un asesino y un ladrón.
Si nos ocupáramos de este asunto con una propaganda adecuada y de forma metódica, no requerirá un proceso tan extenso. El hitlerismo demuestra que, en un corto período de tiempo, todo un país se ha revolucionado a través de la propaganda y ha aceptado su extraña idea.
Ahora que los hechos históricos han aclarado el camino correcto por el que hay que conducir el movimiento, hago un llamamiento urgente a nuestros trabajadores. Como se dijo anteriormente, las naciones del mundo pueden esperar, especialmente ahora que hay una agitación global y primero debemos deshacernos del peligro hitleriano. Pero no tenemos tiempo que perder. Les pido que presten atención de inmediato a este nuevo método que he propuesto, al cual yo denomino «socialismo práctico», porque hasta ahora el papel del socialismo, en mi opinión, era meramente «socialismo organizacional», como se dijo anteriormente.
Si se acepta mi método, también deberíamos cambiar la táctica exterior, donde en lugar de la vieja arma del odio de clases y el odio a la religión, se les dará una nueva arma de odio al egoísmo excesivo en los propietarios. Esta arma es exitosa en su función desde todos los ángulos, porque la clase opuesta no solo será incapaz de defenderse usando las gruesas armaduras de las doctrinas moralistas y religiosas, sino que también ayudará a arrancar, como efecto secundario, todo tipo de hierbas salvajes del nazismo y el fascismo que se han arraigado con bastante fuerza en el cuerpo del proletariado mismo, arriesgando su existencia, como se dijo anteriormente.
También debemos tomar en cuenta la belleza de esta arma, que es de lo más tentadora y puede unir a toda nuestra juventud en torno a ella. De hecho, el cambio no está tanto en la táctica, sino solo en el resultado. Porque hasta ahora, cuando lucharon contra el despojo de la clase, el luchador siempre mira a través de la estrecha perspectiva posesivo-egoísta, ya que está protegiendo su patrimonio. Así, junto con su guerra, la fuerza egoísta excesiva aumenta en él, y los mismos guerreros quedan atrapados en la misma estrecha perspectiva burguesa.
También es muy diferente a la perspectiva de los propietarios, ya que su opinión es que tienen pleno derecho desde todos los lados, por ley, religión y ética, para defenderse por todos los medios. Sin embargo, al luchar contra el egoísmo de los propietarios desde la perspectiva amplia de una percepción altruista, el resultado es que el poder del altruismo va creciendo dentro de ellos junto con la medida de su lucha. También los derechos de los propietarios se ven muy dañados y no pueden defenderse tanto, ya que este tipo de guerra obtiene mayor soporte que la perspectiva ética y religiosa de los propios propietarios.
Por lo tanto, en mi método se encuentra la solución de la unidad nacional, por la que estamos tan sedientos en este momento. Porque debemos suponer que, la historia misma ya ha roto muchas de las divisiones políticas entre nosotros, porque, por ahora ya no podemos distinguir entre no sionistas, sionistas espirituales, sionistas políticos, territoriales, etc. Ahora que todas las esperanzas de respirar aire libre fuera de nuestro país han sido destrozadas, incluso los fervientes no sionistas, incluso los más extremistas se han convertido, por necesidad, en sionistas prácticos completos. Así, en principio, la mayoría de las diferencias entre nosotros se han solucionado.
Sin embargo, todavía estamos sufriendo dos terribles particiones:
1) Partición de clases.
2) Partición religiosa.
No debemos despreciarlos en absoluto, ni podemos esperar deshacernos de ellos alguna vez. Sin embargo, si mi nuevo método de «socialismo práctico», que he propuesto, es aceptado por el movimiento, también nos libraremos de una vez por todas de la división de clases, que ha quedado atascada en la espalda de la nación. Porque, como se dijo anteriormente, la nueva táctica se apoya mucho en la religión y no apunta a los transgresores explotadores, sino solo a sus transgresiones, solo al egoísmo despreciable dentro de ellos. En verdad, esa misma guerra también se desarrollará en parte dentro del movimiento, lo que necesariamente abolirá por completo el odio de clase y el odio religioso. Y, obtendremos la capacidad de entendernos unos a otros y lograr la unidad completa de la nación con todas sus corrientes y partidos, como lo requiere este tiempo peligroso para todos. Esta es la garantía de nuestra victoria en todos los frentes.
En cuanto a la pregunta del día
Nos hemos cansado de la información contradictoria sobre la adhesión de Italia a la guerra que recibimos cada día. Una vez, se nos promete que Mussolini no se atreverá a luchar contra los aliados, y otra vez, que saldrá rápidamente a la guerra. Los cambios ocurren a diario y los nervios pueden llegar a colapsar. Todas las señales indican que todos estos datos son tendenciosos y presentados por la fábrica de Hitler-Mussolini, cuyo único propósito es debilitar nuestros nervios. De una forma u otra, debemos escapar y buscar refugio, para librarnos de ellos.
Debemos apartarnos de inmediato de todas estas noticias extrañas y tratar de seguir por nosotros mismos, los factores principales y todas estas aventuras - quizás podamos entender de ellos todos esos movimientos desconcertantes de Hitler-Mussolini. Y, principalmente, debemos tener en cuenta el contrato de su acuerdo. Se sabe que han firmado dos contratos:
1) El primero era meramente un acuerdo político, al que denominaron «Eje Roma-Berlín». Su contenido es la ayuda política mutua y la división de determinadas áreas de influencia entre ellos. Según este acuerdo, Hitler brindó ayuda política a Mussolini en su guerra en Etiopía, y Mussolini hizo lo mismo por Hitler en todas sus aventuras previas a la guerra, y lo sigue haciendo hasta hoy en día.
2) Cerca del estallido de la guerra, hicieron un segundo pacto militar, cuyo contenido detallado desconocemos. Sin embargo, en general, sabemos que se han comprometido con la ayuda militar mutua de facto.
Hay pruebas suficientes para suponer que no se comprometieron en ese acuerdo militar, a salir de inmediato a la guerra juntos, como ocurrió con el acuerdo entre Inglaterra y Francia. Este acuerdo fue construido enteramente por iniciativa de Hitler, ya que con él deseaba protegerse ante cualquier problema que pudiera surgir, en caso de que se encontrara en una crisis de guerra y necesitara la ayuda de Italia. En ese momento, el acuerdo compromete a Italia a acudir en su ayuda, siguiendo la invitación de Hitler y, por supuesto, según ciertas condiciones relativas al reparto del botín.
Pero esencialmente, Hitler no pensó que necesitaría la ayuda militar de Italia. Había dos razones para ello:
1) Confiaba en sus propias fuerzas y no confiaba tanto en las habilidades militares de Italia.
2) También el acuerdo político anterior, llamado el «Eje Roma-Berlín», ya le aseguraba una ayuda sustancial para la guerra, ya que con meras maniobras políticas Italia podría ocupar muchas de las fuerzas de sus enemigos en las fronteras de Italia. Esto no está lejos de asumir un papel activo en la guerra. Por lo tanto, no tenía ningún deseo de incluir a Mussolini, de hecho, en su guerra. El acuerdo militar que había hecho con él era solo en caso de una crisis de guerra, lo que obligaría a Mussolini a acudir en su ayuda siguiendo explícitamente la invitación de Hitler, y la iniciativa no estaría en absoluto en manos de Mussolini.
En consecuencia, Mussolini esperaba cumplir a través de esta guerra todos sus planes fascistas para restablecer el antiguo Imperio Romano. No podía haber esperado una mejor oportunidad que la de pelear su guerra junto a Hitler. Sin duda, está ansioso por el momento en que Hitler lo convoque a participar en la guerra junto a él. Aparentemente, Hitler no ha perdido la confianza en sus propias fuerzas y todavía no tiene ningún deseo de incluirlo en la guerra, o, mejor dicho, de compartir con él el botín de la guerra.
De acuerdo con esta línea resulta que, mientras no sintamos que haya una verdadera crisis entre los ejércitos de Hitler, no tenemos nada que temer de todas las amenazas de Mussolini y sus preparativos para la guerra. Estas no son más que astutas maniobras militares destinadas a paralizar a los Aliados en sus fronteras y debilitar, tanto como sea posible, el poder de los Aliados en el frente de la guerra, de acuerdo con las condiciones del contrato «Eje Roma-Berlín». (Mientras escribía, ha llegado información de que Italia se ha sumado a la guerra, por lo que el ensayo se detuvo a mitad de camino. Terminaremos el artículo de acuerdo con la realidad actual).
Ahora que, el ingreso de Italia a la guerra se ha convertido en un hecho, se ha aclarado mucho, si lo discutimos de acuerdo con la línea que hemos descrito. Ahora sabemos con certeza que, en la última batalla, Hitler ha llegado a una verdadera crisis y sus poderes se han desgastado por completo allí. De lo contrario, no hay duda de que no incluiría a Italia en la guerra. Por esta razón, la incorporación de Italia a la guerra es una buena noticia, en cierto modo, con respecto a la caída de Alemania. Esperamos que la ayuda de Italia tampoco la salve, y ahora la victoria de los aliados es más segura que nunca.
Disposición al público
Por la presente ofrecemos espacio en nuestro periódico para un «escenario público» para cualquiera que discuta cuestiones nacionales, y especialmente la unión de la nación. Además, cualquiera que tenga un asunto nacional importante o un plan para unir a la nación, así como argumentos que puedan clarificar lo concerniente a estos asuntos - estamos dispuestos a tomarlos y publicarlos en nuestro periódico.
Los editores