Rabí Yehudá Leib HaLevi Ashlag (Baal HaSulam)
La profecía de Baal HaSulam
(de un manuscrito)
Y sucedió en los años de la guerra, en los días de la terrible matanza, estaba orando en un gran llanto durante toda la noche. Y he aquí, al amanecer, parecía que todas las personas en el mundo se habían reunido como en un solo grupo, en mi imaginación. Y un hombre flotaba entre ellos, los encabezaba, con su espada sobre sus cabezas, azotando sus cabezas. Y las cabezas se elevaron a lo alto, y sus cadáveres cayeron a una gran cuenca y se convirtieron en un mar de huesos.
Y he aquí, una voz me llamó: «Yo soy el Señor, Dios (Kel Shadai), que gobierna el mundo entero con grandes misericordias. Extiende tu mano y agarra la espada, porque ahora te he dado poder y heroísmo». Entonces, el espíritu de Dios me vistió y sostuve la espada, y de inmediato ese hombre desapareció. Miré bien al lugar donde estaba, y ya no se encontraba, y la espada, en mi poder, en mi posesión.
Y el Señor me dijo: «Levanta tus piernas y vete de tu tierra natal a la tierra deseada, la tierra de los santos padres, donde haré de ti un sabio grande y magnífico, y todos los sabios de la tierra serán bendecidos por ti, porque te elegí a ti para ser un sabio y justo en toda esta generación, para que sanes la ruptura humana con salvación duradera. Toma esta espada en tu mano y guárdala con toda tu alma y fuerza, porque es la señal entre tú y Yo, que todas estas cosas buenas sucederán a través de ti, porque hasta ahora, no tenía un hombre tan leal como tú para entregarle esta espada. Por esta razón, los saboteadores hicieron lo que hicieron, pero a partir de ahora, todo saboteador que vea Mi espada en tu mano, desaparecerá de inmediato y será erradicado de la tierra».
Y escondí mi rostro, porque temía mirar al que me hablaba. Y la espada, que me pareció una simple espada de hierro tenía una forma de un terrible destructor, se ha convertido en mis manos en letras brillantes del santo nombre Kel Shadai, cuyo brillo iluminador está lleno de luz, satisfacción, tranquilidad, calma y seguridad para el mundo entero. Y le dije a mi corazón: «Ojalá que pueda conceder a todos los habitantes del mundo una gota de la pureza de esta espada, porque entonces sabrán que hay placer del Señor en la tierra».
Alcé mis ojos y, he aquí, el Señor se paró sobre mí y me dijo: «Yo soy el Señor, Dios de tus padres. Levanta tus ojos desde el lugar en el que te encuentras parado ante Mí y mira toda la realidad que he inventado como existencia a partir de la ausencia, superiores e inferiores juntos, desde el principio cuando comenzó su salida y se revelaron en la realidad, y durante todo el periodo de su desarrollo hasta su finalización, como corresponde a la obra de Mis manos para ser glorificada».
Y vi y me regocijé mucho por la gloriosa creación y todo lo que hay en ella, y el deleite y el placer que disfrutan todos los habitantes de la tierra. Y le agradecí al Señor.
Entonces, le dije al Señor: «Serviremos ante Tí con temor y miedo y estaremos eternamente agradecidos a tu nombre, porque de ti no surgen ni lo bueno ni lo malo, sino una larga sucesión de placeres preparada para nosotros de principio a fin. Bienaventurados los que pisan en tu mundo, que has preparado para ellos, el deleite, el placer y la abundancia. No hay complicación ni distorsión en todas las obras de Tus manos, superiores e inferiores juntas». Y me llené de maravillosa sabiduría, y sobre todas ellas, la sabiduría de su absoluta Providencia privada. Y así, fui agregando sabiduría día a día durante muchos días, ciento ochenta días.
En esos días, surgió en mi corazón preparar una plegaria al Señor diciendo: «He aquí, me he llenado de sabiduría más que todos mis predecesores, y no hay nada en el mundo que no conozca. Sin embargo, no entiendo una palabra de los dichos de los profetas y los sabios del Señor. Además, no entiendo la mayoría de los santos nombres. Y pensé: el Señor me ha prometido tanta sabiduría y conocimiento como para convertirme en un modelo entre los sabios y los seres creados, pero aún no entiendo sus dichos».
Y antes de llamar, el Creador yace sobre mí y dijo: «Pero he aquí, tu sabiduría y tus logros están muy por encima de todos los sabios que han vivido en la tierra hasta ahora. ¿Qué me has pedido que no te he dado? ¿Por qué atormentarte para comprender las palabras de profecía, no te satisface que sus palabras se pronuncian en un grado inferior al tuyo? ¿Quieres que te baje de tu grado para que entonces puedas entender sus palabras como ellos?»
Me quedé callado, y me alegré, ampliamente glorificado, y no respondí nada. Después, le pregunté al Señor: «Hasta ahora, no he escuchado nada sobre la subsistencia de mi cadáver, y todos los beneficios y propósitos que me han llegado son exclusivamente de lo espiritual, y allí todos apuntan. ¿Qué pasa si, por alguna enfermedad o daño corporal, se confunde mi mente y peco ante Ti? ¿Me echarás de delante de ti y harás perder toda esta abundancia o me castigarás?»
Y el Señor me ha jurado en su nombre grande y terrible y en su trono eterno que nunca quitará su benevolencia de mí, eternamente. Si peco o no, Su benevolencia y Su santidad nunca se separarán de mí. Y escuché y me alegré mucho. (Porque ya has logrado tu objetivo, y he perdonado todos tus pecados y esta benevolencia).
Y después de todos estos días, escuché atentamente todas las promesas y propósitos para los que el Señor me había elegido, pero no encontré en ellos ni satisfacción ni palabras de cómo hablarles a los habitantes del mundo y llevarlos a la voluntad del Creador, como me lo había anunciado. No podía contenerme y pasear entre la gente, que es vanidosa y difama al Señor y a Su creación, mientras estaba saciado y alabando, y caminaba alegremente, como si me riera de esos desdichados.
Las cosas me han tocado hasta el corazón, y resolví que pase lo que pase, incluso si desciendo de mi grado sublime, debo verter una fervorosa plegaria al Señor para que me otorgue el alcance y el conocimiento de la profecía y la sabiduría, y las palabras con las cuales ayudar a las personas desamparadas del mundo, elevarlas al mismo grado de sabiduría y placer que las mías. Aunque sabía que tengo prohibido entristecer mi espíritu, no podía contenerme, y derramé mi corazón en oración muy fervorosa.
Por la mañana, levanté los ojos y vi al Morador del cielo riéndose de mí y de mis palabras. Él me dijo: «¿Qué ves?» Y yo dije: «Veo a dos personas luchando, una sabia, perfecta y fuerte, la otra pequeña y tonta, como un niño recién nacido. Y el otro, el débil, pequeño e insípido derrota al fuerte y al perfecto». Y el Creador me dijo: «Este pequeño será grande».
Y el pequeño abrió la boca y me dijo algunas palabras que no entendía lo suficiente, pero sentí en ellas todos los tesoros de sabiduría y profecía que se encuentran entre todos los verdaderos profetas, hasta que supe que el Señor me había respondido y me había dado caminos entre todos los profetas y sabios del Señor.
Entonces, el Señor me dijo: «Ponte de pie y mira hacia el viento del este». Alcé mis ojos y vi que ese pequeño en un instante se había levantado e igualado a sí mismo y a su nivel, al nivel del grande, aunque todavía le faltaba sentido y razón como antes. Y yo estaba muy desconcertado.
Después de eso, el Señor me habló en una visión, diciendo: «Acuéstate a tu lado derecho». Y me acosté en el suelo. Y Él me dijo: «¿Qué ves?»
Y yo dije: «Veo muchos pueblos y naciones, que se levantan y caen, y sus rostros son humanos deformados».
Entonces el Señor me dijo: «Si podrás dar forma a todas estas naciones y soplar en ellas el espíritu de vida, entonces, te llevaré a la tierra que he jurado a tus padres, para dártela, y todos mis propósitos se habrán cumplido a través de ti»