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Baal HaSulam / Matán Torá – La entrega de la Torá

Rabí Yehudá Leib HaLevi Ashlag (Baal HaSulam)

Matán Torá – La entrega de la Torá

«Ama a tu prójimo como a ti mismo» (Levítico 19:18)

«Rabí Akiva dice: "Es un gran Klal (conjunto/regla) de la Torá"»

1) Este dicho de nuestros sabios nos exige una explicación, la palabra Klal (conjunto/regla) indica una suma de elementos, que en su participación conjunta se establece ese Klal. Por lo tanto, cuando se refiere a la Mitzvá de «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» que es «un gran Klal de la Torá», debemos entender que el resto de las 612 Mitzvot de la Torá, con todas sus interpretaciones, son nada más y nada menos, que la suma de los elementos incorporados y contenidos en esa única Mitzvá de «Ama a tu prójimo como a ti mismo».

Esto es muy desconcertante, porque esto se puede decir con respecto a las Mitzvot entre el hombre y su amigo. Pero, ¿cómo esa única Mitzvá, puede contener y sustentar dentro de sí, todas las Mitzvot entre el hombre y el Creador, que son lo principal de la Torá y la vasta mayoría de sus leyes?

2) Podemos esforzarnos en encontrar la manera de reconciliar estas palabras, y se presenta ante nosotros, en un segundo artículo, que se destaca más que el anterior, acerca de aquel gentil que llegó ante Hilel y le dijo: «Enséñame la totalidad de la Torá mientras estoy parado en una sola pierna». Él le respondió: «No le hagas a tu amigo todo lo que odias. (Traducción de “Ama a tu prójimo como a ti mismo”). El resto, ve a estudiarlo».

Aquí tenemos ante nosotros una ley muy clara, que dice que de todas las 612 Mitzvot (preceptos) y escrituras de la Torá, no hay ninguna que se prefiera por sobre la única Mitzvá de «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». Esto se debe a que el resto tiene por objetivo interpretar y permitirnos observar la Mitzvá del amor al prójimo, correctamente, ya que, específicamente dice: «El resto, ve a estudiarlo», lo que significa que el resto de la Torá son la interpretación de esta única Mitzvá, pues amar al prójimo como a ti mismo, no podría completarse de no ser por ellos.

3) Antes de penetrar en el meollo de la cuestión, debemos observar el precepto en sí mismo, ya que se nos ordenó «Ama a tu prójimo como a ti mismo». Las palabras «como a ti mismo» nos dicen, amar a tu amigo en la misma medida en que te amas a ti mismo, y de ninguna manera menos. Es decir, que debes estar constantemente en guardia para poder satisfacer las necesidades de, al menos, cada miembro de la nación de Israel, no menos atento de lo que estás para satisfacer tus propias necesidades.

Esto es absolutamente imposible, ya que aún con su trabajo diario, pocas son las personas que pueden satisfacer sus propias necesidades, así que, ¿cómo se le puede pedir que trabaje para satisfacer las necesidades de toda una nación? Y no podemos pensar que la Torá exagera en lo que exige, pues nos advierte de no agregar o disminuir nada y nos dice que las leyes fueron dadas con precisión absoluta.

4) Y si esto no es suficiente para ti, te diré que la explicación de este precepto de amar al prójimo es aún más estricta, porque tenemos que anteponer las necesidades del prójimo a las nuestras.

Como escribieron nuestros maestros (Kidushin pág.20) en relación al versículo «porque es feliz contigo» (Deuteronomio 15:16) con respecto al esclavo hebreo que dice: «Cuando a veces no tiene más que una almohada y él se acuesta sobre ella y no se la da al esclavo, entonces, no cumple con "porque es feliz contigo", pues él está acostado sobre la almohada y su esclavo en el suelo. Y si no se acuesta sobre ella, pero tampoco se la da al esclavo, esto resulta una regla sodomita. De esto resulta que, en contra de su voluntad, él debe darle la almohada a su esclavo, mientras él se acuesta en el suelo».

También encontramos la misma regla en el versículo acerca del grado del amor al prójimo, porque aquí el texto también compara la satisfacción de las necesidades del prójimo con la satisfacción de las propias necesidades, como en el ejemplo de «porque es feliz contigo», respecto al esclavo hebreo. De forma que, también en este caso, si solo tiene una sola silla y su amigo no tiene ninguna, la ley dice que si se sienta en ella y no se la da a su amigo, transgrede la Mitzvá de «Ama a tu prójimo como a ti mismo», ya que no está satisfaciendo las necesidades de su amigo como si fueran suyas. Si no se sienta en la silla y tampoco se la da a su amigo, esto es una maldad como la medida sodomita. Por lo tanto, está obligado a darle la silla a su amigo para que se siente en ella, mientras él se sienta en el suelo o permanece de pie. De esto se sobreentiende que esta es la ley con respecto a todas las necesidades, que él es capaz de satisfacer y de las que carece su amigo. Ahora ve a estudiar si acaso, ¿esta Mitzvá (precepto) es factible cumplirla de alguna forma?

5) Antes que nada debemos entender ¿por qué se le entregó la Torá únicamente a la nación de Israel y no junto al resto del mundo por igual?, y acaso, Dios no lo permita, ¿hay aquí una cuestión de nacionalismo?; Por supuesto, sólo aquel que no esté en sus cabales podría pensar esto. De hecho, nuestros sabios ya han examinado esta cuestión y a esto se refirieron cuando dijeron (Avoda Zará, 2): «Dios les ofreció la Torá a todas las naciones y lenguas y no la recibieron». Como es sabido. Pero lo que encuentran desconcertante es por qué entonces nos llamamos el pueblo elegido, como está escrito: «El Señor tu Dios te ha elegido» etc., ¿a causa de que no había otra nación que la quisiera? Además, existe una cuestión fundamental. ¿Es posible que el Creador vino con Su Torá en las manos y se puso a negociar con aquellos, los pueblos bárbaros, o por medio de Sus profetas? Tal cosa nunca se escuchó y es completamente inaceptable.

6) Sin embargo, cuando entendamos bien la esencia de la Torá y las Mitzvot que nos fueron dadas, y el objetivo deseado de su observancia, en el grado en que nuestros sabios nos han instruido, que es el propósito de la gran creación que se presenta ante nuestros ojos, entonces, entenderemos todo. El primer concepto que aprendemos es que, que no existe ningún acto sin un propósito, y no hay excepción alguna al respecto, salvo los seres más bajos de la humanidad o los bebés. Por lo tanto, sin duda que el Creador, cuya excelsitud es inconmensurable, no actuaría ya sea en menor o mayor grado, sin un propósito determinado.

Nuestros sabios nos han indicado que el mundo fue creado solo para observar la Torá y las Mitzvot, esto significa que el propósito del Creador al crear la creación, es la de anunciar Su divinidad a los demás. Porque la revelación de Su divinidad le llega a la criatura como una agradable abundancia, que va aumentando hasta llegar a la medida deseada. Con esto se elevan los más bajos, con reconocimiento completo hasta convertirse en un carruaje para Él y adherirse a Él, hasta llegar a la completa perfección de: «Ningún ojo ha visto a Dios fuera de ti». Debido a la grandeza y a la gloria de esa perfección, tanto la Torá como la profecía se abstuvieron de pronunciar alguna palabra de esta maravilla, como en el indicio de los sabios (Berajot, 34): «Todos los profetas han profetizado solo para los días del Mesías, pero en el futuro que vendrá, ningún ojo ha visto a Dios fuera de ti». La perfección de la palabra de la Torá y de la profecía de nuestros sabios, se expresa en una simple palabra «Dvekut» (adhesión). Sin embargo, el uso extendido por las masas de esta palabra ha hecho que casi se pierda todo su contenido, pero, si te detienes a pensar en esta palabra durante un instante, quedarás impresionado por su elevado valor, pues descríbete la excelsitud del Creador y la bajeza de la criatura, entonces, serás capaz de percibir la relación de la adhesión entre uno y otro, y entenderás por qué atribuimos a esa palabra el propósito de toda esta gran creación. De lo dicho se desprende que, el propósito de toda la creación es que las criaturas bajas puedan, por medio de la observancia de la Torá y las Mitzvot, elevarse a las alturas y desarrollarse hasta que sean recompensadas con adherirse a su Creador.

7) Sin embargo, aquí los sabios de El Zóhar preguntan, ¿por qué no fuimos creados desde un principio con la altura necesaria para adherirnos a Él? y ¿Qué motivos tenía el Creador para encomendarnos toda esta carga y esfuerzo de la creación y de la Torá y Mitzvot? Y contestaron: «El que come lo que no es suyo, tiene miedo de mirarlo a la cara». Esto significa que, quien come y disfruta del esfuerzo de su amigo tiene miedo de mirarlo a la cara, porque es humillado de tal manera que pierde su forma humana. Dado que, lo que se extiende desde Su sublime perfección, no puede ser deficiente de modo alguno, por lo tanto, nos dio lugar para poder ganar por nuestros propios medios, nuestra altura deseada, por medio de nuestras acciones en la Torá y Mitzvot.

Estas palabras son muy profundas y ya las he explicado en mi libro, Panim Meirot u Masbirot del Etz Jaim y en el libro Talmud Eser HaSefirot, Histaklut Pnimit, parte I, y aquí lo explicaré brevemente, para que sea comprensible para todos.

8) Esto es semejante a un hombre acaudalado, que llamó a un hombre del mercado, le dio de comer y beber, además de plata y oro y todo lo que deseara día tras día. Cada día le daba más regalos que el día anterior y así sucesivamente.

Finalmente, el hombre acaudalado le preguntó: «Dime, ¿ya se cumplieron todos tus deseos?».

Y le contestó: «Aún no se han cumplido todos mis deseos, pues hubiera sido más agradable y más placentero para mí, que todos estos bienes y riquezas me llegaran por mi propio trabajo, así como te han llegado a ti y no ser un receptor de regalos de tu mano, en caridad».

A lo que el acaudalado respondió: «Entonces, aún no ha nacido la persona que podrá cumplir tus deseos».

Esto es algo natural, ya que por un lado experimenta un placer cada vez mayor en la medida en que los regalos van aumentando y por otro lado le es difícil tolerar la vergüenza por tanta bondad con la que el hombre acaudalado lo abruma. Ya que es una ley natural que el receptor sienta vergüenza e impaciencia, cuando recibe regalos gratuitos por parte del dador, a causa de su bondad y misericordia hacia él.

De aquí surge una segunda ley: que nadie puede satisfacer por completo las necesidades de su amigo, porque en última instancia no le puede brindar el carácter y la forma de un patrimonio propio, y solo con eso se puede alcanzar toda la extensión de la perfección deseada.

Esto se dice solo con respecto a las criaturas, lo cual no corresponde ni puede ser en absoluto, con respecto de la sublimidad del Creador

Esta es la razón por la cual nos preparó se nos dio, por medio del esfuerzo y de la labor, la posibilidad de generar nuestra sublimidad por nosotros mismos. A través de ocuparnos de la Torá y Mitzvot. Porque entonces, todo el deleite y el placer que nos llega de Él, es decir, todo lo que incluye el adherirse a Él, será nuestra posesión propia, pues nos llegó a través de nuestras acciones, de esta manera nos sentimos dueños de ello y esta es la única forma de sentir la plenitud.

9) Por cierto, debemos observar la esencia y el origen de esta ley natural y ¿de quién nos surgió el defecto de esa vergüenza e impaciencia que sentimos al recibir la caridad de otros? Esto se entiende a través de una ley conocida por los sabios de la naturaleza que dice, que la naturaleza de cada rama es próxima y equivalente a su raíz:

1. Todos los asuntos que se acostumbran en la raíz, también los desea, busca y anhela su rama y se beneficiará de todo ello.

2. Por el contrario, todos los asuntos que no se acostumbran en la raíz, también su rama se alejará de ellos, no los puede tolerar y se ve perjudicada por esto.

Esta es una ley existente entre toda raíz y su rama y no puede ser transgredida.

Ahora se abre ante nosotros una puerta para poder entender el origen de todos los placeres y sufrimientos determinados en nuestro mundo:

1. Ya que el Creador es la raíz de todas Sus creaciones que creó, por lo tanto todos los asuntos que están incluidos en Él y se extienden hacia nosotros de forma directa, los sentimos como placenteros, porque nuestra naturaleza está cerca de nuestra Sagrada raíz.

2. Todos los asuntos que no son parte de Su conducta, y no se extienden hacia nosotros de forma directa, sino que provienen del polo de la creación misma, estarán en contra de nuestra naturaleza y nos será difícil tolerarlos.

Así, amamos el reposo y odiamos mucho el movimiento, a tal punto que no hacemos ni un solo movimiento si no es para alcanzar el reposo. Esto es así porque nuestra raíz no está en movimiento sino en reposo, y en Él no existe movimiento alguno. Por lo tanto, esto también va en contra de nuestra naturaleza y lo detestamos.

De la misma manera, amamos la sabiduría, el heroísmo, la riqueza etc., ya que todo esto está incluido en Él, que es nuestra raíz.

Por la misma razón odiamos lo opuesto a esto, tal como la idiotez, la debilidad y la pobreza, porque no están en nuestra raíz. Esto nos hace sentir un odio tremendo y nos causa sufrimientos intolerables.

10) Esto es lo que nos da ese mal sabor de vergüenza e incomodidad al recibir algo de los demás en forma de caridad, porque en el Creador no existe el recibir favores, ya que, ¿de quién va a recibir? Y debido a que este elemento no existe en nuestra raíz, entonces, este hecho se nos hace detestado y repulsivo. Por otro lado, sentimos placer y se nos hace agradable otorgar a los demás, ya que esta conducta existe en nuestra Sagrada raíz, pues Él otorga a todos.

11) Ahora hemos encontrado una forma de examinar el propósito de la creación que es «adherirse a Él», a Su verdadero rostro. Todo el asunto de esta exaltación y Dvekut se nos garantiza por medio de nuestras acciones en la Torá y Mitzvot, y esto no es más ni menos, que la equivalencia entre las ramas y sus raíces. Toda esa ternura, placer y todo lo sublime, se transforma en algo que se extiende de forma natural, como lo hemos explicado anteriormente:

1. Que el asunto del placer es solo la equivalencia de forma con su Hacedor. Cuando igualamos nuestra conducta a la de nuestra raíz, entonces nos hallamos en placeres.

2. Cada asunto que suceda a nuestro alrededor, que no se encuentre en nuestra raíz, se vuelve para nosotros, intolerable, repugnante o en sufrimientos tangibles, debido a lo que encierra este concepto.

Naturalmente toda nuestra esperanza depende de la medida en que igualemos nuestra forma con nuestra Sagrada raíz.

12) Estas fueron las palabras de nuestros sabios (Bereshit Rabá 44) cuando preguntaron: «¿Qué le importa al Creador si se degüella por el pescuezo o por el cogote? Después de todo, las Mitzvot fueron dadas para purificar a las criaturas», y esta purificación significa la purificación del cuerpo turbio, que es el propósito que se desprende de la observación de toda la Torá y Mitzvot. Porque «El hombre cuando nace es como un pollino de asno salvaje». Dado que, cuando nace y sale del seno de la creación, se encuentra en la total inmundicia y bajeza, esto significa el gran amor a sí mismo que está grabado en él, siendo que cada movimiento gira en torno a sí mismo, sin ninguna chispa de otorgamiento al prójimo. De este modo entonces, está siempre a la máxima distancia de la raíz, en el otro extremo:

1. Ya que la raíz es el completo otorgamiento, sin ninguna chispa de recepción para sí mismo.

2. Ese recién nacido se encuentra en un estado de recepción para sí mismo, sin ninguna chispa de otorgamiento, en absoluto. Por lo tanto, su situación es considerada como el punto más bajo e impuro, que se encuentra en nuestro mundo humano.

A medida que crece, va recibiendo de su entorno porciones parciales de «otorgamiento al prójimo»; esto, por supuesto, depende del desarrollo de los valores que se encuentren en el entorno. Entonces, también aquí comienza a educarlo en la Torá y Mitzvot para amarse a sí mismo, para obtener recompensa en este mundo y en el mundo por venir, denominado «Lo Lishmá» (No en Su nombre) porque de otra manera no se podría acostumbrarlo.

Cuando va creciendo, se le va revelando la manera en que tiene que observar las Mitzvot Lishmá (En nombre de la Torá), que es solo con una intención especial, únicamente otorgar contento a su Hacedor.

Rambam escribió (Hiljot Teshuvá) acerca de que a las mujeres y a los niños no se les debe revelar la observación de la Torá y Mitzvot Lishmá, ya que no podrían soportarlo. Solo cuando crecen y adquieren conocimiento e intelecto, se les enseña a hacer Lishmá. Es como dijeron nuestros sabios: «De Lo Lishmá, se llega a Lishmá», siendo la definición de la intención de dar contento a su Hacedor y no para algún amor propio, sea cual fuera.

A través de la Segulá (remedio/poder/virtud) natural que se obtiene al observar la Torá y Mitzvot Lishmá, que el que Otorga la Torá sabía que, como nuestros sabios dijeron (Kidushin 30): «He creado la inclinación al mal, he creado la Torá como condimento». Es que esa criatura se desarrolla y da pasos elevándose por los niveles y grados de esa excelsitud mencionada, hasta perder todas las chispas de amor propio, todas las Mitzvot de su cuerpo se elevan y realiza todos sus movimientos, únicamente para otorgar, de tal manera que, incluso las necesidades que recibe, fluyen también con la intención de otorgar, es decir, para que pueda otorgar. Y esto es lo que dijeron nuestros sabios: «Las Mitzvot fueron dadas para purificar a las criaturas».

13) La Torá está compuesta por dos partes:

1. Las Mitzvot (preceptos) entre el hombre y el Creador,

2. Las Mitzvot entre el hombre y su amigo.

Las dos tienen el mismo objetivo, la de llevar a la criatura al propósito final, que es la adhesión a Él.

Más aún, incluso el lado práctico de las dos es realmente una sola cosa, ya que al realizar cualquier acción «Lishmá» sin ningún vestigio de amor propio, es decir, sin sacar ningún beneficio a su favor, entonces no sentirá diferencia alguna, tanto si trabaja para amar a su amigo, o si trabaja para amar al Creador.

Esto se debe a que existe una ley natural para toda criatura, que dice que cualquier elemento que se encuentre fuera del marco de su propio cuerpo, es considerado como irreal y vacío. Y cualquier movimiento que hace el hombre con el fin de amar a su prójimo, lo realiza gracias a la Luz retornante y alguna recompensa que eventualmente obtendría y que regresaría a él y lo beneficiaría.

Por lo tanto, actos de este tipo no pueden ser considerados «Amor al prójimo» porque es juzgado por su resultado final. Esto se asemeja a un alquiler que es rentable solo al finalizar, de todas maneras el acto de alquilar no es considerado un acto de amor al prójimo.

Sin embargo, hacer cualquier movimiento solo por amor al prójimo, por completo, es decir, sin chispas de la Luz retornante y sin la esperanza de recibir algo a cambio es completamente imposible.

Por lo tanto, está escrito en El Zóhar, refiriéndose a las naciones del mundo: «Todo acto de benevolencia que realizan, lo hacen en beneficio propio». Esto significa que, cualquier acto de benevolencia para sus amigos o de su servicio a sus dioses, no lo realizan por amor al prójimo, sino por amor propio, y esto es así porque sería algo por fuera del marco de la naturaleza, como fue explicado. Por lo tanto, solo los que observan la Torá y Mitzvot están capacitados para esto. Porque al acostumbrarse a observar la Torá y Mitzvot para dar contento a su Hacedor, poco a poco se retiran y salen del seno de la creación natural y adquieren una segunda naturaleza, que es el amor al prójimo mencionado.

Esto es lo que llevó a los maestros de El Zóhar a excluir por completo a las naciones del mundo de la cuestión de amar al prójimo. Y dijeron: «Todo acto de benevolencia que realizan, lo hacen en beneficio propio», ya que no están involucrados en observar la Torá y Mitzvot Lishmá y todo lo que se refiera a servir a sus dioses es solo por la recompensa y la salvación en este mundo y en el mundo por venir.

Por lo tanto, resulta que también la adoración a sus dioses es por amor propio y nunca les ocurrirá ningún acto que esté fuera del marco de sus propios cuerpos, razón por la cual nunca podrán elevarse ni un cabello por encima de la naturaleza.

14) De esta manera podemos ver claramente que, para aquel que observa la Torá y Mitzvot Lishmá, aún desde el lado práctico de la Torá, no siente ninguna diferencia entre las dos partes de la Torá. Pues, antes de que termine de capacitarse en ello, necesariamente todo acto realizado tanto para el Creador o para los hombres lo sienta como vacío e inconcebible.

Sin embargo, por medio de un gran esfuerzo y se eleva lentamente hacia la segunda naturaleza. Entonces, logrará inmediatamente el propósito final, que es la adhesión a Él.

Dado que este es el caso, es razonable pensar que la parte de la Torá que se ocupa de la relación entre el hombre y su amigo, es más capaz de llevar al hombre hacia a la meta deseada:

ya que el trabajo en las Mitzvot entre el hombre y el Creador es fijo y específico y no hay quién se lo exija, por lo tanto, el hombre se acostumbra fácilmente a ello, y como es sabido, todo lo que se hace por costumbre ya no es capaz de brindarle un beneficio.

Sin embargo, el trabajo con las Mitzvot entre el hombre y su amigo es cambiante e irregular y aquellos que lo exigen se lo demandan a cada paso, por lo tanto, su efecto es más seguro y la meta se encuentra más cercana.

15) Ahora podemos comprender de forma simple las palabras de Hilel HaNasí a aquel converso, acerca de que la esencia de la Torá es: «Ama a tu prójimo como a ti mismo» y el resto de las 612 Mitzvot no son más que las interpretaciones y preparaciones de la misma. Incluso las Mitzvot entre el hombre y el Creador también son consideradas como una preparación para esta Mitzvá, por ser la meta final que surge como resultado de toda la Torá y las Mitzvot, como dijeron los sabios: «La Torá y las Mitzvot fueron dadas para purificar a Israel con ellas», que es la purificación del cuerpo, hasta adquirir una segunda naturaleza, que se define como amor al prójimo, es decir, el único precepto de «Ama a tu prójimo como a tí mismo», que es la meta final de la Torá, después de la cual logra inmediatamente la adhesión a Él.

Y no hace falta preguntar, porque no lo definió dentro del escrito «Y Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas», (Deuteronomio 6:5) por lo explicado anteriormente, ya que, realmente para el hombre que aún se encuentra dentro de la naturaleza de la creación, no existe ninguna diferencia entre el amor al Creador y el amor a su amigo. Esto se debe a que todo lo que llega desde afuera de él, no existe.

Y debido a que ese converso le pidió a Hilel HaNasí, que le explicara de forma general, lo que se espera de la Torá, para que su meta sea cercana y no tenga que prolongar su camino, así como está escrito: «Enséñame toda la Torá completa mientras estoy parado sobre una sola pierna», por eso lo definió con el amor a su amigo, ya que ese objetivo está más cercano y se manifiesta más rápido, pues está exento de errores y porque tiene quien lo exija.

16) Por lo dicho anteriormente (Ítem 3 y 4), podemos entender el principal contenido de esta Mitzvá «Ama a tu prójimo como a ti mismo» y cómo nos obliga la Torá a realizar algo imposible de cumplir.

Debes saber que, por esta razón, no le fue dada la Torá a nuestros sagrados patriarcas, Abraham, Itzjak y Yaacov, sino que esto se prolongó hasta el éxodo de Egipto, que al salir y convertirse en una nación completa, de seiscientos mil hombres mayores a veinte años, que se les preguntó «si cada miembro de la nación, estaba de acuerdo en realizar esta sublime labor».

Y una vez que todos y cada uno de los miembros de la nación estuvieron de acuerdo con todo su corazón y con toda su alma y dijeron: «Haremos y escucharemos», entonces, se volvió posible cumplir con toda la Torá y lo que antes era imposible se hizo posible.

Y esta es una certeza absoluta, ya que si seiscientos mil hombres dejan de ocuparse en satisfacer sus propias necesidades y no tienen ninguna otra ocupación en su vida más que la de estar siempre en guardia para que no le falte nada a sus amigos. Más aún, que lo hagan con un gran amor, con todo su corazón y toda su alma, así como lo define la Mitzvá: «Ama a tu prójimo como a ti mismo», entonces, no cabe duda alguna de que ningún miembro de la nación tendrá que preocuparse por su propia subsistencia. Debido a esto, está completamente libre de cuidar su propia subsistencia y puede cumplir fácilmente con el precepto «Ama a tu prójimo como a ti mismo», con todas las condiciones mencionadas en el ítem 3 y 4.

Porque, ¿cómo puede temer aun por un momento por su propia subsistencia, cuando seiscientos mil hombres que lo aman y le son leales están en guardia, con enorme atención, para que no le falte nada de sus necesidades?

Por lo tanto, una vez que todos los miembros de la nación estuvieron de acuerdo, de inmediato se les entregó la Torá, ya que ahora se volvieron capaces de observarla. Pero antes de que llegaran a multiplicarse hasta convertirse en una nación completa y ni que hablar en la época de los patriarcas, en que eran unos pocos en la tierra y no eran capaces de observar realmente la Torá en su forma deseada. Esto es así porque con un pequeño número de personas es imposible siquiera comenzar a observar las Mitzvot entre el hombre y su amigo, en la forma de «Ama a tu prójimo como a ti mismo», por lo cual no les fue dada la Torá.

17) Por lo dicho anteriormente, podemos comprender uno de los escritos más desconcertantes de nuestros sabios, acerca de que: «Todo Israel es garante uno del otro». Esto parece ser totalmente injusto, ya que si alguien peca con alguna transgresión y hace enfadar al Creador, aún si no lo conozco y no tengo relación con él, ¿acaso el Creador me cobrará la deuda? Si está escrito: «No han de ser muertos los padres por los hijos etc..., sino que cada hombre ha de ser muerto por su propio pecado», así que ¿cómo pueden decir que soy responsable por los pecados de un total desconocido, del cual no conozco ni siquiera su paradero?

Y si esto no fuera suficiente, consulta (Masejet Kidushín, pág. 40 p.73) donde dicen: «Rabí Eleazar hijo de Rabí Shimón, dijo que el mundo es juzgado de acuerdo a la mayoría y el individuo es juzgado de acuerdo con la mayoría, si él cumple con una sola Mitzvá será bienaventurado, pues se sentencia a sí mismo y a todo el mundo a favor, y si ha cometido un pecado, pobre de él, porque se ha sentenciado a sí mismo y al mundo entero en contra, por lo dicho: «Un pecador perderá mucho bien».

He aquí que, Rabí Eleazar, hijo de Rabí Shimón me hizo responsable también por todo el mundo, ya que según su opinión, todos los hombres del mundo son garantes los unos de los otros y cada persona es la causante, que por medio de sus actos, se sentencie a todo el mundo a favor o en contra. Esto es doblemente desconcertante.

Sin embargo, de acuerdo con lo aclarado anteriormente, podemos entender con simpleza las palabras de los sabios y acordar con ellos, ya que hemos demostrado que cada parte y parte de las 613 Mitzvot de la Torá giran alrededor del polo de la única Mitzvá de: «Ama a tu prójimo como a ti mismo». Encontramos que este polo puede cumplirse sólo en una nación completa, en la que cada uno de sus miembros estén dispuestos a esto.